Saturday, March 3, 2018

Llover gente

PAZ MARTÍNEZ

¡¡ La virgen. Algunos tardan menos en escribir un libro que yo en leerlo!! Debe ser cosa de la lluvia, porque ¿se han dado cuenta de lo que afecta la lluvia al movimiento humano? En las ciudades es así, lo he experimentado y seguro que muchos de ustedes también. Es eso de ir en coche, con circulación fluida, sin necesidad de intermitentes que indiquen si vas a izquierda y derecha, porque no hay a quien indicar nada. Oye, es caer dos gotas y aparecer un embotellamiento del copón y sin venir a cuento. ¿De dónde habrán salido todos estos? ¿Habrá llovido gente y no me he enterado? La cosa es que parecen refugiarse todos en el mismo lugar, donde tú estás, porque sabemos que el género humano es grupal. Miren sino, lo que ocurre en las playas de todo el mundo. Kilómetros de arenal desierto y cuarenta en un mismo metro cuadrado. Y no se te ocurra disgregarte ni nada por el estilo, llegarán para hacerte compañía, quieras o no, cuando más distraído estés. 

Aprovechando mi trabajo en la biblioteca episcopaliana, que una también sabe episcopalar de vez en cuando, dedico algo de los tiempos muertos a estudiar este fenómeno. Los otros tiempos, muertos o vivos, los dedico a canturrear, hacer dibujitos en el papel blanco para luego ennegrecerlos con tintas de colores… me ha dicho mi psicólogo que tengo alma mahorí. Me gustan los mahoríes, sobre todo porque no es necesario ducharse. Bueno, que me distraigo fácilmente, pues decía que me estoy dedicando a estudiar este gusto por oler los pies del vecino, el aliento cervecero, escuchar las conversaciones… lo que se llama, en lenguaje vulgar, apelotonarse.

No es que yo sea muy erudita, pero episcopalar conlleva, también, leer los títulos de los libros para colocarlos en el lugar correspondiente. He leído cientos, miles de títulos diferentes de cuyos autores desconozco el nombre. ¿Qué importará un nombre u otro? lo importante es su experiencia, la enseñanza que deja reflejada en el título. Así, gracias a cosas como: “La verdad te será revelada” o “El hombre y dios. Misterios por descubrir”, llegué a crear mis propias teorías sobre el tema en cuestión. La primera idea que vino a mi mente fue el instinto primigenio de la tribu. Un grupo de amigos que va a la playa y al que se van incorporando miembros necesitados de compañía o protección, creando un vínculo cuasi divino. Luego, aparecen los asociales que se distancian de la tribu, clara demostración de fortaleza. Pueden hacerlo por cansancio o incomodidad, creando una tribu vecina a la que se irán incorporando, paulatinamente, otros osados individuos. Es una rueda sin fin que recrea la rutina diaria: no saber estar sólo o que tus pedos huelen mejor que los vecinos, tampoco podemos descartar esta teoría. Unos meses me duró esta teoría, hasta hoy, en que se encendió un aspersor fuera de tiempo y comencé a darle vueltas a la del Hombre/tortuga.

Creo que es una evolución de la evolución, es decir, una involución. Léase “Polos positivos que se repelen”, “Más por más es más, más por menos es menos hasta que todo se va al carajo” o “La teoría de las especies”. Como he expresado anteriormente, el hombre tiende a agruparse allá donde va, hasta que el agua lo estropea todo. Es como si fuésemos los Gremlins que inventó el judío bueno, que hace que la cantidad de agua nos pese o no sé qué. Corremos a guarecernos, el instinto nos avisa, hasta que alguno queda fuera y se empapa. De pronto dejan de importarle el tiempo, el espacio, el agua, agruparse y comienza a caminar sin rumbo fijo, lentamente, como si le saliese caparazón. Algo que debe ocurrir cuando cuerpo y coche son uno sólo ya que, donde antes ibas a 70 Kms/h, de pronto vas a 20. No sé. Eso o es que el agua ciega los ojos. Yo qué sé, tengo que darle más vueltas a todo esto porque, mi maridito, que es hombre sabio y tranquilo, dice que es por una gónada divina o algo así. 

Sea como fuere, voy a hacerme la cena, que me ha entrado jambre.

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Imagen: Tejido "vintage" sobre un cuadro de Magritte

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