Saturday, July 29, 2017

Casas Viejas

ANA RODRÍGUEZ FISCHER

Apenas habría reparado en el dato (la efeméride: de enero de 1933 a este enero de 2013), de no haber sido por una entrada en el blog "Papeles perdidos"  (el pasado 10 de enero), firmada por Julián Casanova. Y eso que estos días pasados releí (para un proyecto no novelesco) el impar Viaje a la aldea del crimen, el conjunto de crónicas que Ramón Sender publicó a raíz de los trágicos sucesos que tuvieron lugar en ese pueblo gaditano, el 10, 11 y 12 de enero de 1933, cuando un grupo de campesinos proclamó el comunismo libertario.

(La recuperación más reciente de las crónicas del escritor aragonés, que yo sepa, está en la madrileña Ediciones Vosa, 2000, con introducción de J. M. Salguero Rodríguez).

Viaje a la aldea del crimen es un  reportaje de estilo casi catastral (lo cual transforma notablemente la crónica y el relato, potenciando mucho más su eficacia que si Sender se hubiese acogido a un registro más sentimental), muy en la línea del que Azorín escribiera pocos años antes, en 1905, cuando desde La Mancha y tras la ruta quijotesca se acercó a ver qué pasaba en la "Andalucía trágica".

Los sucesos son conocidos, y han quedado imágenes.

Yo sólo quiero recordar las crónicas de Ramón J. Sender citando un par de párrafos: La casa del "Seisdedos", el patriarca o jefe de clan familiar conocido como "Los libertarios", y donde fueron masacrados (quemados vivos):


La casa la formaba una sola habitación con el piso de tierra. La techumbre, de paja y ramas secas, caía en forma cónica y la sostenían dos maderos en aspa y algunos listones, reforzando otros podridos por la lluvia. Por fuera tenía el techo un remiendo de lata y otro de hule, procedente, quizá, de la cuna de alguna casa y recogido en los vertederos... No se veía salida de humos. Luego vimos que no hacía falta. Dentro, la choza medía hasta cuatro metros de lado, y era cuadrada. Aunque parezca que no puede quedar espacio para dos habitaciones, lo cierto es que un pedazo de arpillera remendado con tela que un día pudo ser blanca y clavado en un larguero separaba un rincón donde había una cama de hierro. Era el lujo de la vivienda... El recinto estrecho donde aparece el túmulo de dos jergones de paja está comenzado a encalar. Hay paja también, amarilla y obscura a trozos, en el suelo.  (págs. 77-78 y 79.)

Luego, tras los sucesos, con los cadáveres aún humeantes, cuando poco a poco regresaban al pueblo los que lo habían abandonado para refugiarse donde pudieran y seguían las detenciones, las mujeres no lloraban:


Con los ojos hundidos y secosel oído atento, pasaban las horas sin que se moviera nadie.... En aquellos momentos eran "dolientes" todos. Las mujeres no lloraban. Los chicos miraban espantados a los guardias. No hubo una sola de esas crisis de nervios con mujeres desmelenadas y frenéticas. Callaban y esperaban. Sólo una mujer salió de su casa y se dirigió a la plaza, a la Guardia civil:

-Me han matao al hombre -dijo secamente.

Luego añadió.

-Vengo a pedí permiso pa que le hagan la caja.  (pág. 149)

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Del blog del autor, 13/01/2013

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