Friday, April 29, 2016

Las prioridades del caudillo

JOSÉ CRESPO ARTEAGA

Ayer, bien temprano veía que nuestro bien amado caudillo se subía a su invencible aeronave El Falcon Millonario para llevar ayuda humanitaria a los damnificados por el terremoto de Ecuador, según titulaba la pantalla del canal oficial. No sé qué géneros habrá podido meter entre los asientos lujosos de la cabina, quizás papel higiénico que hace mucho bulto y no pesa, ni tampoco raya la fina pintura del fuselaje. Que sepamos no llevó más que al ministro de Defensa, a su periodista de cabecera y a algunos edecanes y guardaespaldas. Así que con algo tuvo que rellenar el espacio sobrante del avión que, como sabemos, tiene la capacidad de llevar un equipo de fútbol completo. Menos mal que al emperador de las 36 naciones no le gusta leer que si no se haría transportar los periódicos con canillita y todo, como acostumbraba su amiga Cristina Kirchner.

No hace mucho leía en un artículo que el presidente Morales ya batió el récord de las diez mil horas de vuelo, que en millas o kilómetros equivaldría tranquilamente a haber efectuado varias vueltas a la circunferencia de la Tierra. Afirmaba la misma publicación que el costo total de operación del avión presidencial alcanzaba a diez mil dólares por hora de vuelo. Diez mil por diez mil hacen cien millones. ¡100.000.000 de dólares! , con todos sus ceros para que nos hagamos una idea del bochornoso despilfarro en un país tan pobre como Bolivia. Viajes que en su gran mayoría sólo fueron para promocionar la imagen del caudillo en el exterior y para hacer campaña permanente fronteras adentro. Y pensar que hay demasiadas escuelas que no tienen instalaciones básicas o suficientes pupitres.

Únicamente nuestro inconfundible caudillo sabe llegar con estilo a cualquier lugar, incluyendo a sitios de desastre. Parece que los ecuatorianos requerían urgentemente de su presencia personal para levantarse de las ruinas antes que el indispensable apoyo material. Para glorificarse llevó un carguero de la Fuerza Aérea con toneladas de vituallas y medicinas. El trayecto La Paz-Quito supone alrededor de tres horas de viaje. Entre ida y vuelta el FAB-001 se tragó al menos cincuenta mil dólares de las arcas del Estado. Ese dinero hubiera servido para enviar otro avión con vitales suministros como agua embotellada, leche en polvo, frazadas, etc. Pero qué diablos, importaba más que el presidente fuera a darle un abrazo a su colega Rafael Correa y sacarse la foto juntos en el aeropuerto, entre alfombras y honores militares.

Coincidentemente, el mismo día, la Marcha de Personas con Discapacidad arribaba finalmente al centro paceño luego de un tortuoso recorrido de cuatrocientos kilómetros entre Cochabamba y la sede de Gobierno. Durante semanas este colectivo tuvo que soportar las inclemencias del tiempo, y más aun la indiferencia y escarnio de ministros y otras autoridades que hicieron oídos sordos a sus demandas, a las cuales tildan de irreales y de querer poner en peligro toda la economía del Estado. Si el régimen se desvive en construir sedes sociales a sus sindicatos afines e incluso en obsequiarles vehículos, computadoras y otros privilegios, con mayor razón debería atender a los sectores más vulnerables de la sociedad. Maldita ocurrencia de los discapacitados, casi todos sin empleo, la de exigir un bono mensual de 500 Bs (unos 70 dólares), para sobrevivir con algo de dignidad, aducen ellos. No hay plata, sentencia con pasmosa facilidad el gordo ministro de Economía y Finanzas, con la misma ligereza que abre la hucha para los viáticos del mandatario.

Eso sí, por algún don de la Pachamama, el dinero fluirá como vertiente para los setenta millones que se estima costará la nueve sede para la Asamblea Plurinacional, un suntuoso edificio de veinte pisos de hormigón y cristalería que permitirá a todos los denodados diputados contar con oficinas personales y salones de reuniones con toda confortabilidad en el agreste clima de La Paz. Así como estará también muy feliz la Madre Tierra de que en su seno levanten los rusos una central nuclear –vaya a saber de cuántas centenas de millones de dólares- para dar un salto cualitativo de al menos tres décadas y no perder pisada a los países más adelantados.

Cuatro semanas tuvieron que aguantar los marchistas (los ciegos, los cojos, los de sillas de ruedas) todo tipo de penalidades (cansancio, hambre, frio intenso en las alturas) para que llegando a plaza Murillo los reciban con mallas metálicas a prueba de vándalos; y como insistían en ingresar a la nueva Ciudad Prohibida, a los esforzados policías no les quedó otra que rociarlos con gas pimienta para calmar su beligerancia, pues habían convertido sus muletas y sillas rodantes en armas contundentes que ponían en peligro la humanidad de los pobres agentes. 

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De EL PERRO ROJO, 28/04/2016

Imágenes: 1- Marchistas y personal de apoyo, en pleno altiplano. (Página Siete). 2- Discapacitada gasificada por revoltosa (ERBOL)

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