Wednesday, January 20, 2016

El sueño de un hippie


Pablo S. Alonso

En su autobiografía Waging Heavy Peace (2012), Neil Young escribe sobre Old Black, su principal guitarra, una Gibson Les Paul negra de los cincuenta, la misma que utilizó en su epifánica presentación en Buenos Aires en 2001. Si queremos apreciar a Old Black en disco, su dueño nos indica que vayamos a la versión original (1975) de “Like a Hurricane”, aunque —aclara— si escuchamos con atención, sus pifies la echan a perder.
Waging Heavy Peace, editado en castellano como El sueño de un hippie (con una perezosa traducción que ni siquiera se pone de acuerdo en el célebre refrán “It’s better to burn out than to fade away”), es como uno de los largos solos de guitarra de Young: emotivo, digresivo, vibrante, impreciso y, sobre todo, único. ¿En qué otro libro el autor, con un cuarto de texto escrito, confiesa: “Hasta ahora sólo he reescrito un párrafo. Aunque no existe algo como un corrector ortográfico para la vida”?
La carrera de Young está hecha de volantazos que él explica como su respuesta a los dictados de “la musa”. Muchas veces, admite, estos cambios lo hicieron lastimar a las personas de su entorno. Si bien el tono es de autoexamen permanente, los detalles de esos giros no están en este sino en otro libro que recién se distribuyó en 2015 en Argentina, Shakey, una biografía autorizada —y luego desautorizada— escrita por Jimmy McDonough, a quien Young se refiere ahora sin nombrarlo como un escritor que lo llenó de preguntas por años y luego tergiversó todo. Allí se detallan cosas como el volantazo literal con el que Young abandonó a Stephen Stills en plena gira a dúo.
Aunque cubre todas las bases esperadas en la autobiografía de una figura así (música, colegas, amores, drogas), El sueño de un hippie también dedica el mismo espacio a otros intereses. La manera en que salta de tópicos en el primero de sesenta y ocho breves capítulos (el prólogo es casi un haiku) resume el approach del resto: trenes de juguete, su segundo hijo Ben (severamente afectado por parálisis cerebral, algo que también sufre en menor escala Zeke, su primogénito), CSNY, amplificadores, autos y PureTone, el sistema de música en alta resolución que Young ideó, finalmente comercializado como Pono. Los autos ocupan tantas páginas (cada uno remite a un momento de su vida) que el año pasado Young publicó un segundo volumen de memorias, Special Deluxe, donde el eje pasa por las cuatro ruedas (y donde también desliza un buen recuerdo de su show en Argentina).
Más peculiar aún, el libro funciona en dos planos: el diacrónico —las memorias— y el sincrónico, un diario de 2011. Después de un aneurisma que se le diagnosticó en 2005, el temor a terminar con Alzheimer como su padre lo llevó a abandonar la marihuana y el alcohol y a dejar constancia escrita de su vida. Pero Young no para de expresar su miedo a no volver a escribir canciones sin fumar. También cuenta su anhelo de volver a grabar con Crazy Horse y cómo va proponiéndole la idea a cada uno de sus integrantes, su trabajos en Lincvolt (un viejo Lincoln de 1959 alimentado a energía eléctrica) y en Pono. El libro quedó en offside, ya que Young volvió a un viejo amor —el joint— e, imprevistamente, dejó a otro: se divorció de su tercera esposa Pegi y ahora está en pareja con la actriz Daryl Hannah. Otro volantazo.
Pero lo que más sorprende es el recuerdo continuo de Young para los que ya no están, que es también recordar su propia mortalidad. “Estoy tomando conciencia del hecho de que sigo escribiendo y pensando sobre gente que ha muerto”, confiesa. El sueño de un hippie concluye con un relato de lo que sería un viaje anodino de Young por la ruta (onda “la principal estaba muy pesada por eso agarré por colectora”), de no ser porque termina encontrándose en un café con su productor David Briggs y el cineasta Larry Johnson, dos de los amigos ausentes. Un final onírico para un libro escrito en primera toma y tan idiosincrático como su autor.

Neil Young, Memorias de Neil Young. El sueño de un hippie, traducción de Abel Debritto, Malpaso, 2015, 412 págs.

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De OTRA PARTE (Argentina), 14/01/2016 

Fotografía: Neil Young, 1969

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