Sunday, October 18, 2015

"El arte de quedarse solo"


MIGUEL SÁNCHEZ-OSTIZ

Hacía años que no me asomaba a sus páginas y, como la última vez que lo abrí, tengo la tentación decir que este de Guillermo Díaz-Plaja, fechado en 1936 y publicado anteriormente en el número 10 (enero de 1934) de la revista Cruz y Raya, es mejor título que ensayo,  pero del que todavía puedo rescatar algunos fragmentos como estas líneas iniciales:

«Cada vez se ve más claro: lo que importa es quedarse solo. Tener fuerzas para hurtarse del naufragio y a-islarse solitariamente».

Te quedas solo más sin proponértelo que adrede: por no compartir entusiasmos, consignas o vilezas, por no aplaudir, por cansancio o por hastío, por estropear la farra, por no marcar el paso, por acedía y porque sí... y porque si te propones vivir con un mínimo de verdad, te darás cuenta de que lo que tú tomas por tu verdad no a todos gusta, sobre todo a los que hasta ayer te aplaudían y ven que de pronto vas en dirección contraria, en otra, y denuncias el abuso, la canallada, tengan estos la bandera que tengan. Te quedas solo si declaras que te has equivocado –«¡Traición!» «¡Judas!» «¡Hideputa!»... ya estás lejos, más de lo que tú mismo sospechas – y también si persistes en tu empeño irrenunciable de hablar de lo que tienes delante de las narices, contra viento y marea, y a pesar de tu humor tornadizo, admítelo, pacta con él, ponlo por delante. Además, recuerda, lo más común no es que te vas, sino que te echan, que es muy distinto. Vete pues cuanto antes, abandona la tribu de ocasión, la cuadrilla, ahora koadrilla, el bando, la banda, el linaje, la parroquia, la cátedra... pies para qué os quiero, ¡Airé, airé!, que gritaban las brujas de Zugarramurdi cuando emprendían el vuelo. Para cuando se den cuenta ya estarás lejos.

«Vivir fuera del mundo en una geografía brumosa y en una historia desvaída. Pero el mundo real existe: son los molinos y los borregos en torno a Don Quijote (héroe de moda romántico), las calles sucias y la miseria nacional en torno a Fígaro».

Habla Díaz-Plaja del combate de Larra contra el mundo real, ese que le rodea y resiste, el que exorciza con su escritura y el que, según él, le conduce a la muerte frente al espejo, aunque vete a saber cuál es el último motivo que le lleva a alguien a marcharse de propia mano. Tú bastante tienes con no morir aplastado en la escorredura, con sobrevivir a la riada, con ir más lejos, aunque sea a parado. No hay pacto que valga.

Raro prestigio de la soledad. Séneca en una de sus cartas a Lucilio recomendaba no colgar cartel de solitario. Oteiza los colgaba en medio de sus arrebatos. Mac Orlan hablaba con sorna de esos solitarios (él mismo) que se quedaban chatos a fuerza de aplastar la nariz contra el vidrio de la ventana a la espera de algún providencial visitante. D'Ors echaba a volar su solitarios del mundo uníos que con el tiempo o ya en su momento, 1947, se hace divisa de zascandiles y de impostores que pasan por lo que no son ni de lejos, pero la soledad viste y eso es lo que cuenta, vestir, figurar. Pascal y su hombre solitario en la habitación apartada... no sigo.

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De PLUMAS HISPANOAMERICANAS, 08/10/2015

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