Wednesday, February 18, 2015

¿Helado de chocolate o de vainilla?


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RAFAEL CARPINTERO

Desde Estambul Pere Juliá me hace la siguiente pregunta: “¿Quién te hubiera agradado más que recibiera el Nobel, Kemal o Pamuk?”. Para los que no viven en Turquía quiero aclarar que una pregunta así puede estar inspirada por: a) la inocencia más pura; o b) por la pura malicia. Viniendo de quien viene, supongo que se debe a la pura curiosidad, pero como cabe la posibilidad de que sea capciosa, lo mejor es responderla como a eso de “Y tú, ¿a quién quieres más? ¿A tu mamá o a tu papá?”, “Yo… A los dos igual”.
Puede que provenga de los tiempos bizantinos, con aquello de las carreras entre los azules y los verdes, pero en Turquía el personal se decanta por un lado u otro de lo que sea con un fervor político de aquí te espero. ¿Que no te parece mal el gobierno? Pues quieres que Turquía se convierta en Irán. ¿Que no te desagrada la oposición? Pues eres un golpista. Algo parecido ocurre con  lo de Yaşar Kemal y Orhan Pamuk; o, para ser más exactos, sólo con Orhan Pamuk. ¿Que dices que te gusta? Entonces es posible que caigan sobre ti mil rayos y truenos. Pero, y lo digo a sabiendas de que me voy a convertir en pararrayos humano, creo que todo se debe a la pura envidia porque es de una familia con coche y pasta, y más tiene rico empobrecido que pobre enriquecido. Así que, si se quiere dar una respuesta de izquierdista clásico políticamente correcta, lo suyo es decir: “Me gustaron las primeras novelas, sobre todo Cevdet Bey, pero lo demás no me lo he leído porque los escritores postmodernos me resultan una pesadez”. Puedo garantizarles que en determinados círculos nadie le va a contestar que es difícil saber si un autor es un pesado sin haberlo leído.
Es una pena que el asunto se plantee como oposición antitética perifrástica (a tu mamá o a tu papá) porque Yaşar Kemal y Orhan Pamuk siempre han sido muy amiguetes y, por lo que yo sé, se admiran mutuamente. Hasta intervinieron juntos para evitar derramamientos de sangre cuando aquellos líos en las cárceles . Lo cierto es que Pamuk caía bien en Turquía hasta que se hizo famoso fuera, y saquen ustedes las conclusiones que quieran. Pero cuando le concedieron el Nobel, no veas… La opinión más extendida es que se lo dieron gracias a que es agente de la CIA y su hermano del Mossad; de hecho, se repite mucho que vienen de una familia de origen judío. No me extrañaría nada que tuvieran algo que ver con los jesuitas también.
Volvamos a la pregunta. Me voy a dejar poseer por mis espíritus de profesor de lengua y traductor (son espíritus distintos). Observen el pluscuamperfecto de subjuntivo “hubiera agradado”; aunque en mi tierra usamos el condicional compuesto “habría agradado” ambos están “admitidos” por la Sacrosanta Academia (por cierto, me resulta totalmente ridículo que con lo de los acentos y demás hablen de “falta grave”, sólo les falta decir “y en peligro de muerte si se ha de comulgar”). Tras el paréntesis, volvamos al pluscuamperfecto de subjuntivo/condicional compuesto:  con ese tiempo, como decía Alarcos Llorach en la gramática académica que tengo en casa, “se sugiere la irrealidad en el pasado de las nociones manifestadas”.  Así pues, se trata de una pregunta irreal en el pasado (la irrealidad, no la pregunta). Es decir, ha pasado algo, pero quizás me habría gustado que ocurriera de otra manera (q.e.d.). Y ahora, el triple salto mortal. ¡Poséeme, oh espíritu traductor! ¿Cómo podríamos replantear en otros términos la pregunta? ¿Cuál es su sentido intendido indirecto según la bonita terminología de García Landa y Viaggio? Dios mío, ¡cuánta erudición! Asumiendo de forma hipotética que el pasado podría cambiarse, lo que la pregunta sugiere muy finamente es “¿Te habría gustado más que le dieran el premio Nobel a Yaşar Kemal?”. Ah, pero yo sólo soy un pobre hombre y ni siquiera sueco. En fin, voy a intentar contestarla en lo posible aunque sé que me voy a meter en un follón.
De ser “¿Quién te hubiera agradado que fuera el primer Nobel turco de literatura?”, respondería sin titubear que Yaşar Kemal. ¿Por qué? Porque tiene una trayectoria literaria y personal impecable, una obra impresionante y la edad suficiente como para no dar más de sí. No tengo la menor duda de que se lo merece. Además, en Turquía, y fuera de ella, tiene un prestigio enorme a pesar de lo mal que lo ha pasado a manos de sus compatriotas, que si comunista, que si separatista, que si cárcel, que si exilio… O quizás gracias a eso, siempre hay alguien que suelta el chistecito de que en Turquía no puedes ser buen escritor si no has pisado la cárcel. A pesar de tantas penalidades, estoy convencido de que Yaşar Kemal es fundamentalmente una buena persona que quiere lo mejor para sus congéneres y opina lo mismo del prójimo, que en el fondo todo el mundo es bueno y que el ser humano tiene remedio. Aunque sea muy, muy en el fondo.
Pero si la pregunta fuera: “¿Crees que los abueletes suecos tuvieron razón en darle el Nobel a Pamuk?”, respondería que sí aunque parezca contradictorio (más contradicciones, son lo mío). ¿Por qué? Porque vivimos en un mundo postmoderno, nos guste o no, que a mí me da igual, y eso influye en las modas y en la gente. A ver si me explico: desde que Einstein formulara su teoría, todo es más relativo, valga la perogrullada, y eso también afecta a la literatura. Dice mi amigo Antonio Cuesta que una de las cosas que más le gusta de Pamuk son las preguntas que formula y una de las que menos, que no dé respuestas. En parte, ahí está el truco. Yaşar Kemal se hizo las preguntas adecuadas en su momento y las contestó de la forma que le parecía más correcta. Pamuk plantea unos interrogantes más propios del presente y no les da una respuesta concreta, como corresponde a este universo nuestro de fractales, caos y efectos mariposas. O sea, Pamuk es más relativo; más (post)  moderno, en suma.
Bueno, pues si nos vamos a mirar los criterios generales del Nobel, vemos que la idea es darle el premio a quien haya llevado a cabo “el mayor beneficio a la humanidad” o, de una manera más humilde, haya efectuado “una contribución notable a la sociedad” (me lo he sacado de la Wikipedia, no he ido muy lejos). Desde este punto de vista, creo que Orhan Pamuk ha contribuido de forma más notable a la sociedad mundial ahora. Fíjense que en los criterios generales no se menciona la necesidad de ser agente imperialista, pero tampoco lo contrario, puedes serlo y que te den el Nobel siempre y cuando contribuyas lo tuyo. ¿Quiere eso decir que Yaşar Kemal no se merece el premio? Claro que no, pero en mi opinión es más lógico que se lo hayan dado a Pamuk.
¿Cuál es el problema, pues? No sé si se habrán dado cuenta, pero si vamos a un bar moderno donde dan tapas de diseño, no decimos “No me gustan estas tapas”, sino “Estas tapas son una mierda”. Mejor aún si lo hacemos sin probarlas. Algo parecido ha pasado con Pamuk en Turquía. A todos los que les caía mal como persona les ha dado por decir que como literato es una mierda y, por extensión, los premios Nobel son una caca. Si comparamos el caso, siento henchido el corazón de amor patrio cuando me acuerdo de lo que pasó en España con Camilo José Cela. Pocos afirmaron que fuera buena persona, pero casi todo el mundo aceptó que era un buen literato. Aquí, no.
Así que se han extendido una serie de mitos sobre Pamuk. Por ejemplo, que en El castillo blanco plagió El viaje de Turquía, lo que demuestra que muy poca gente se ha leído ambos libros. O que en turco es ilegible pero en las traducciones queda muy bien (¿Cómo es posible eso? ¿En todas las traducciones a todas las lenguas? Pues que lo retraduzcan al turco). O que vende muchos libros pero se le lee poco (como decía Jale Parla, ¿cómo saben eso? ¿Van casa por casa a ver si tienes sus libros y te preguntan si te los has leído o no? ¿Se fían de las respuestas?). Y, por supuesto y perdonen que sea tan pesado, que aprendió a escribir en EE.UU. en unos cursos que prácticamente organiza la CIA (uno creía que los servicios secretos se dedicaban a otras cosas en vez de a clases de redacción, así les luce el pelo).
Con todos estos rollos me acuerdo de algo que me pasó con mi tan estimado Tahsin Yücel. Cuando Pamuk publicó El libro negro la progresía turca en general se quedó boquiabierta. ¡Qué libro tan bueno, no entiendo una palabra! Ibas por ahí con tu chaqueta de pana, tus botas de suela de tocino y el libro en la mano y a lo mejor ligabas y todo. Las críticas eran unánimemente elogiosas. Hasta que salió la de Tahsin Bey. Dejaba el libro por los suelos y demostraba habérselo leído concienzudamente. Parte de la crítica, porque la publicó en dos entregas, se titulaba algo así como “¿Puede un mal escritor ser un buen novelista?”, para que se hagan una idea. Bueno, pues una vez me encontré con Tahsin Bey, antes de que a Pamuk le dieran el premio, y le comenté con segundas que estaba traduciendo algo suyo. La respuesta de Yücel me pareció muy propia de él: me dijo que Pamuk era un escritor de categoría mundial y que a ellos no se les podían aplicar los criterios habituales, por lo que no era demasiado conveniente tener en cuenta sus críticas a El libro negro. No es que se deshiciera en elogios, pero sí que parecía ser consciente de la contribución a la Humanidad (el Nobel, el Nobel) que hacía Pamuk. Luego le felicitó por el premio, aunque “sin entrar en detalles” (porque sigue sin gustarle como escritor), mientras que otros le ponían como chupa de dómine. De hecho, el propio Pamuk me ha dicho en alguna ocasión que echa de menos críticas como las de Yücel porque por lo menos sólo se metían con su forma de escribir.
¿Que si me gusta más el helado de chocolate o el de vainilla? Eso es cosa mía. ¿Que si quiero más a mi mamá o a mi papá? A los dos igual. ¿Que si deberían haberle dado el premio Nobel a Orhan Pamuk o a Yaşar Kemal? Creo que es más lógico que se lo hayan dado ahora, bueno, hace unos años, a Pamuk. Sin ánimo de molestar, claro.
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De EL CARPINTERO TRADUCTOR, 04/03/2011

Foto: Yaşar Kemal

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