Saturday, September 6, 2014

GAY TALESE. El escritor de no ficción siempre atento a los pequeños detalles

Natalia Páez

Cómo contar de una forma original a un ícono de la cultura, de la política, del deporte? Un Hemingway, un Fidel Castro, un Muhammad Alí… acaso un Frank Sinatra. Pero también, ¿cómo contar de forma atractiva la vida de un completo desconocido? O volver a describir a la más descripta de todas las ciudades del mundo.
¿Cómo contar los entretelones de la mafia? Pero también, ¿cómo escribir sobre tu propio matrimonio?  Grandes y pequeños personajes, historias íntimas y colectivas. Mister Gay Talese (82), acaso el último de los periodistas dandis, lo explica: por el detalle invisible. Ese que por su simpleza y descuido revela la esencia de un personaje o lugar.
Desde su irrupción por los años sesenta, este que es considerado un maestro de generaciones revolucionó las formas de narrar la vida "real", con perdón de la ontología. En todo caso, se vale de herramientas de la literatura para contar historias verídicas y es considerado junto a Tom Wolfe uno de los fundadores del Nuevo Periodismo. Categoría a la que él ha puesto elegantes reparos aclarando que sus "historias con nombres reales" no representan esa gesta reformista sino más bien su propia mirada muy personal a la que califica de "outsider".
Nació en una familia ítalo-americana en el invierno de 1932, en Ocean City (Nueva Jersey). Se caracteriza por su elegante forma de vestir, con la que solía presentarse también a hacer el trabajo de campo de sus reportajes. Suele usar estrictos trajes de tres piezas hechos a medida, a los que acompaña con sombreros, lustrosos zapatos, anillos, y relojes de cadena. Vive en Nueva York, una ciudad que ha descripto en memorables piezas literarias. Su libro Honrarás a tu padre (Alfaguara) fue el primero de no ficción que se metió de lleno en el mundo de la mafia italiana. Y puso en juego su propia vida en esta empresa. Durante seis años viajó a Sicilia para infiltrarse en la vida de la familia Bonanno, que inspiró a los autores de la que fue considerada "la mejor serie de televisión de todos los tiempos": Los Soprano.
Honrarás… es una obra que se lee como una novela y que pronto se convirtió en uno de los bestsellers mundiales desde su aparición en 1971 en los Estados Unidos. Allí narra los secretos, la estructura, las luchas intestinas, la intimidad familiar y a cada uno de los protagonistas de una de las mafias más famosas del mundo.
A propósito de la reciente aparición de su libro Los Hijos (Alfaguara), Mario Puzo, autor de El Padrino, dijo: "Se trata de la magnífica historia de una familia italiana que abarca tres generaciones, dos continentes y dos guerras mundiales, escrita por el mejor autor de no ficción de América." En sus casi 800 páginas Talese traza una épica historia de lazos de sangre, desencuentros, amores, tensiones políticas de una familia ítalo-americana: la suya. Fue publicado originalmente en 1992, ahora llega a los lectores argentinos.  
También describió a Nueva York por los detalles. Por ejemplo, a través de sus gatos: "Era el año de 1957. Corrían malos tiempos para los 400 mil gatos callejeros de Nueva York. Eran víctimas de su propia sobrepoblación y la escasez de cubos de la basura en los nuevos edificios de apartamentos de la ciudad; y yo hacía la investigación para mi primer artículo extenso en la revista dominical del New York Times, sobre la lucha de los gatos por la supervivencia en toda la ciudad. Otras personas se preocupaban en esos días porque los Dodgers se iban a ir de Brooklyn, o por la existencia acechante del 'Dinamitero Loco', o por el hecho de que los rusos acabaran de lanzar una perra al espacio. Pero yo me concentraba en los gatos, y cuando mi artículo de 4000 palabras fue publicado el 12 de mayo de 1957, con el titular 'Viaje a la selva de los gatos', me apoderé de unos treinta ejemplares en la imprenta del Times y se los envié a mis parientes y amigos por toda la Nación. Fue mi primer ligue con lo que Andy Warhol identificaría como los quince minutos de celebridad, pero, como la iniciación en el amor de la primera juventud, su dulce recuerdo perdura para siempre en la intimidad." Así comienza el relato "Cuando tenía veinticinco", que aparece en Retratos y encuentros (Alfaguara), donde relata sus comienzos como  periodista en ese diario en el que se desempeñó desde 1956 a 1965. Después de eso escribió en las revistas The New Yorker, Time, Harper’s, Magazine y Esquire, cuyo director en una oportunidad publicó que su crónica "Frank Sinatra está resfriado" (1966) fue la mejor que publicaron jamás sus páginas.
En 2012 recibió el Premio Reporteros del Mundo, en reconocimiento a toda su obra. También se metió con los deportes, el libro El silencio del héroe (Alfaguara) recopila sus crónicas deportivas. Y sus relatos autobiográficos, lo que él llamó su "autobiografía intelectual", en Vida de un escritor (Alfaguara).
Su padre, Joseph Talese, era un sastre del sur de Italia que emigró a los Estados Unidos en la década del '20. Su madre Catherine DePaolo había sido encargada de compras en unas grandes tiendas de ropa en Broo klyn antes de casarse. "Mientras mi madre, a través de su matrimonio, conseguía una suerte de liberación  que nunca habría conocido en casa de su padre, mi destino era convertirme en el hijo cumplidor de un sastre exigente que presumía de poseer la medida exacta de mi cuerpo y mi alma; y fue mi inevitable derecho de nacimiento lucir las ropas hechas a medida que reflejaban su gusto, servían de anuncio a su oficio y reafirmaban su talento con la aguja y el hilo. Me convertí en el maniquí en miniatura de mi padre poco después de aprender a andar, y durante el invierno me envolvían con robustos abrigos de estambre y chaquetas con hombreras y pespunteadas a mano en los bordes de las solapas; y me cubría la cabeza con un sombrero fedora con una pluma –ladeado en el ángulo favorito de mi padre– que de vez en cuando derribaban los pendencieros estudiantes con los que iba en autobús a mi colegio religioso", escribió en uno de los capítulos de Los Hijos en los que quizás él mismo explique su obsesión por la elegancia. También había escrito: "Vengo de una isla y de una familia que reforzó mi identidad como un americano marginal, un extraño, un extranjero en mi país natal." Y como escribió en un perfil la periodista Barbara Lounsberry respecto de su práctica religiosa: "Perteneció a una minoría dentro de una minoría, porque era un católico ítalo-americano en una parroquia católica irlandesa, dentro de una isla dominada por los protestantes."
Su identificación con los desplazados y "perdedores" quizás derive de sus propios sentimientos de fracaso, como describió sobre su paso por la escuela primaria y secundaria, así como a sí mismo se describe como un "outsider", reivindicando su condición de minoría. "Durante mis días de escuela me había parecido siempre a una persona mayor de la que realmente era, respecto del resto de los estudiantes. Una impresión que seguro se atribuía en parte por ser  el único alumno que fue a clases todos los días de chaqueta y corbata", escribió en su libro Orígenes de un escritor de no ficción (1996).
Se volvió periodista de un modo casual, una tarde cuando cursaba el segundo año en la escuela secundaria. El entrenador asistente de su equipo de béisbol protestó diciendo que estaba muy ocupado para realizar el relato periodístico de los juegos para los periódicos locales. Entonces el entrenador le preguntó a Gay si podía él hacer ese trabajo. "Con el supuesto erróneo de que aliviar al departamento atlético de sus deberes con la prensa me garantizaría la gratitud del entrenador y por ende me conseguiría más tiempo de juego, me tomé el trabajo que incluso embellecí utilizando mis habilidades de escritura para componer mi propia versión de los juegos en lugar de limitarme a la transmisión de la información a los medios por teléfono", contó. Su primer artículo lo firmó en junio de 1947 en el Ocean City Sentinel Ledger. En su columna "High School Highlights" ya descubrió sus habilidades como cronista de su propia cultura.
De la literatura reconoce influencias de los cuentos y novelas de Irwin Shaw, Carson McCullers, John O’Hara, F. Scott Fitzgerald y Ernest Hemingway. Serían ellos sus modelos para sus escritos de no ficción. Al último le dedicó un relato titulado "Buscando a Hemingway" que figura en la antología Retratos y encuentros.
Se dio cuenta de que mientras el periodismo de su época estaba haciendo historias sobre grandes personalidades, ganadores, grandes logros, los escritores de ficción que él admiraba hacían historias sobre la gente común y sus vidas. Entonces se propuso hacer él en la no ficción lo que Shaw y sus amigos hacían en sus novelas. Sintió que podía escribir "historias con nombres reales", como él las llama. Una de ellas es la de Alden Whitman, un hombre que durante muchos años redactó los obituarios y necrológicas anticipadas del New York Times, en la era previa a Internet. Acompañó a este hombre de su casa al trabajo, desde las primeras horas de la mañana hasta el fin del día, y contó su historia signada por las muertes célebres ajenas. "Whitman tiene la muerte en la cabeza cuando toma asiento en el metro que ahora corre hacia el centro con destino a Times Square. En el diario matutino ha leído que Henry Wallace no está bien, que Billy Graham visitó la clínica de Mayo. Whitman tiene pensado que, al llegar al Times dentro de diez minutos, irá directamente a la morgue del periódico, la sala donde se archivan todos los recortes de prensa y las necrológicas anticipadas, como le consta a Whitman, pero muchas de ellas, como las de J. Edgar Hoover, Charles Lindbergh y Walter Winchell, fueron escritas hace mucho tiempo y necesitan ya una puesta al día. Hace poco, cuando el presidente Johnson estuvo hospitalizado por una operación de la vesícula, actualizaron hasta el último minuto su necrológica anticipada; y así también se hizo con la del papa Pablo VI antes de su viaje a Nueva York y con la de Joseph P. Kennedy. Para un redactor de obituarios no hay nada peor que la muerte de un personaje mundial sin que su necrológica esté actualizada", escribió en la crónica titulada: "Dos malas noticias".
De todos los deportes, el boxeo resultó ser el más afín a sus intereses tanto humanos como deportivos. "El boxeo es drama, es teatro. Me gusta porque es un deporte de uno contra uno, una historia con solo dos personajes en la que uno siempre gana y el otro siempre pierde", dijo. Los boxeadores también tendían a pertenecer –¿como él?– a las minorías, a menudo ridiculizados por la sociedad. Su libro El silencio del héroe (Alfaguara) es una antología con sus mejores artículos deportivos. Así, estrellas como Alí o Joe DiMaggio son retratados en su intimidad y secretos. Si bien el arquetipo del héroe está presente en el título, su contracara, el antihéroe, es la que se pone en primer plano. "Mucha gente cree que los héroes solo ganan, pero los héroes también pierden. Normalmente con mucha más frecuencia de la que salen victoriosos. ¿Quién ha perdido más que Muhammad Alí? El que fuera el mejor boxeador de todos los tiempos ha perdido el habla, no puede andar y no tiene casi control de su cuerpo debido al Parkinson. Él, que era el boxeador más hablador, el más locuaz, el más ruidoso, el más controvertido políticamente. Alí vivía la vida según sus propias reglas. Es un héroe, sí, pero ha pagado un precio enorme. Por eso el libro no es sobre la victoria, sobre las celebraciones, sino sobre la vida", dijo en una entrevista para el diario español ABC y agregó: "El deporte es muy representativo e indicativo sobre la vida. Es una forma de arte. Si alguien que lea un periódico piensa que un atleta gana demasiado dinero, se equivoca. Nunca es demasiado. Ya sea Nadal, Messi o Woods, nunca ganan suficiente porque hay muy pocos buenos deportistas para la cantidad de deportes que hay."
Ha ganado dinero con las millonarias ventas de sus libros y también ha recibido muchas críticas. Es el caso de su libro La mujer de tu prójimo. Allí, con un método de periodista gonzo, participativo, que incluyó sacarse la ropa, describió la revolución sexual de los '70. Para esto vivió varios meses en un centro nudista de la costa oeste californiana y siguió de cerca la actividad de una casa de masajes que quedaba en su vecindario, y lo hizo mientras estaba casado con la que sigue siendo su esposa ya de más de 50 años de matrimonio, la editora de Doubleday, Nan Talese. Tienen dos hijas que entonces eran adolescentes. Luego de ese libro se embarcó en otra investigación –aún inédita– donde se mete con su propia relación de pareja, para lo que entre otras cosas mandó a unos colegas a entrevistar a su esposa. Tenía una gran curiosidad por ese gran misterio que es el matrimonio. Sobre su infancia como un alumno mediocre había dicho: "Yo era bueno en una cosa para la que no había calificación: la curiosidad." Quizás sea el maestro de esa, su más grande virtud. «


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De TIEMPO ARGENTINO, 24/08/2014

Foto: Gay Talese

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