Monday, March 10, 2014

poemas de la quietud (a ritmo de Carnaval)

Pablo Cerezal

lo mejor de esta entrada es la canción que, como siempre, se encuentra al final (podéis ahorraros el texto)... o, como dicen por aquellas tierras: el que avisa no es traidor...



En las calles de Cochabamba, las danzas ancestrales quedan desmadejadas en ritmos acaudalados de perversión sónica, mientras sus habitantes se entregan a la fanfarria hueca del alcohol y la mirada impúdica. Danzas de cascabeles macho que entonan himnos desarreglados a mayor gloria del colorido fugaz de la piel hembra, escuetamente ataviada de cordajes de sencillo desamarre. Grandes y niños correteando las plazas y embadurnándose de agua sucia, químicos y supuesta tradición, mientras el asfalto germina licores mal digeridos y tropiezos ebrios. Carnaval, o sea: triunfo multitudinario de la carne excesiva sobre la sobriedad solitaria del alma: ecos de alborozo de Baco o de mugir de Apis, en contradictoria coyunda con feligresías del Hijo del Hombre y atávicos ritos terrenales. Poco amigo como soy de buscar el fulgor de la carne entre multitudes y desperdicios (además, puestos a elegir festividades de disfraz y exceso, prefiero el superávir de ausencia textil de Brasil... cuestión de color, qué le vamos a hacer), me arrumbo al mínimo tartamudeo con que tu piel me viste el deseo, porque las profanas festividades, esta noche, traen a mi memoria aquella canción del gran Vinicius de Moraes que aseguraba la tristeza no tiene fin, la felicidad sí. Así el carnaval, así la victoria de la carne, que dura lo que la comparsa del orgasmo o la mascarada del deseo. Eso, creo, quería expresar el poeta brasilero. Pero yo, esta noche, he decidido alargar mi carnaval de ausencia desvistiéndote la máscara de cotidianía para danzar por siempre entre tus brazos de fiesta y calma. Mira por dónde he descubierto que, tal vez, la canción esté equivocada y la felicidad, en la simétrica existencia de nuestros besos, pueda ser eterna...

lívida quietud de la noche
interrumpida tan sólo
por el dócil interruptor
de mi deseo

y llegas de nuevo a mí,
como un chapuzón de vientre
que se me vierte en los labios
para florecerme la garganta
de humedades valientes
y palabras como orgasmos

y arribo de nuevo a ti
como un sorbo de erección demente
que torna vino en tu dicción
para germinar tu latido
de diástoles inconscientes
y gemidos de convulsión

trémula turbación de la noche
interrumpida tan sólo
por el eclipse lascivo
de tu ausencia

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De Vislumbres de El Dorado, blog del autor, 08/03/2014

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