Tuesday, March 6, 2012

Malas noticias


Maggy Talavera/Urupesa Urbana

En noviembre de 2010 ya era evidente el retroceso que se percibía en Bolivia en uno de los derechos humanos fundamentales: el de la libertad de expresión.

Comenzó a ser notoria la restricción de ese derecho sobre todo en algunos medios de comunicación que decidieron suspender programas, borrar de la lista de colaboradores a más de un o una columnista y, no pocas veces, a matizar titulares o enfoques de noticias políticas.

El dato más significativo fue la decisión de la mayoría de los medios de eliminar la opción de sus audiencias a comentar las informaciones u opiniones que publicaban, bajo el pretexto de la compleja ley contra la discriminación y toda forma de racismo.

Hubo un gran debate que, lejos de culminar en una decisión positiva –enfrentar las amenazas a la libertad de expresión con el fortalecimiento de los medios y canales que la permiten-, terminó alentando más bien el miedo y abriendo camino al peor de los males que puede afectar al periodismo: la autocensura.

Lo dijimos entonces y lo ratificamos hoy: la peor manera de “defender” las libertades de expresión y de prensa; o, como lo afirman otros, la peor forma de censura porque “coarta las ideas desde su nacimiento, nulifica toda iniciativa que pudieras tener, frena y mutila el pensamiento”, como lo dijo Juan Urcola Elguezábal, director de los Noticieros de Tabasco. Ignacio Simal lo dice mejor: “La autocensura es la peor de las censuras porque nos empobrece como seres humanos y nos conduce a una conciencia culpable de difícil redención...”.

Qué pena da comprobar que había motivos para preocuparnos entonces por una clara tendencia a la autocensura, sobre todo en los medios de comunicación tradicionales o de mayor cobertura, a los que no han dejado de “visitar” los inspectores de Impuestos o de presionar otros actores políticos, sobre todo los afines al Gobierno central.

Cada vez con más saña, aunque las apariencias engañan y disimulan, aunque las quejas y demandas queden embargadas en voces que prefieren callar injusticias y abusos, antes que enfrentar y denunciar los excesos del Poder. Gran regalo para quienes abusan de su poder, eximiéndolos de actuar y dejar en mayor evidencia su prepotencia, mucho más cargada de resentimiento y de maldad, como las que están destilando desde hace meses para callar la voz del escritor Claudio Ferrufino-Coqueugniot.

Por eso lamento, y mucho, la decisión de Página Siete de echar a Ferrufino, Premio Nacional de Novela 2012, de las páginas de su suplemento Ideas, por un artículo (Tiempo de soluciones) que el escritor escribió y publicó ¡en otro diario! O sea, para comenzar, por una nota que ni siquiera se publicó en Página Siete.

Siendo así, ¿puede el diario aducir que Ferrufino violó las reglas y ética de Página Siete? ¿Cabe aquí decir que la echada a la calle de Ferrufino se ajusta a las normas de autorregulación y no a la figura de la autocensura?

En lo personal, estoy convencida que la respuesta es NO y que la decisión del diario se ajusta más a la censura y autocensura. Más claro, agua.

Ya conocemos, sobre todo los periodistas, cuál es la diferencia entre una y otra: la primera obedece a una acción que se toma a priori, antes de publicar o difundir algo, presionados por el miedo a sufrir sanciones, represalias; mientras que la segunda, la autorregulación, obedece a una revisión crítica posterior a la publicación o difusión del material informativo.

No es mi intención hacer aquí un largo alegato a favor de Ferrufino porque sí, y menos aún pretendo arrogarme autoridad alguna sobre lo que Página Siete tiene la libertad de publicar o no. Sólo quiero aportar, desde mi particular posición como ciudadana y periodista, argumentos que contribuyan a aclarar el panorama, evitando confusiones que en nada contribuyen a lo que debiera ser el bien mayor: preservar a toda costa lo que aún nos queda de libertad para expresarnos sin cortapisas. Y hablo en plural, con la certeza de que parte de mi libertad, de la libertad de muchos más, se va a la cloaca de la censura junto al espacio de libertad perdido ahora por Ferrufino.

Sé que muchos dirán que Ferrufino “se pasó de la raya” al afirmar, entre otras cosas (y no lo hizo en Página Siete), que “Quitar el poder a Morales no es asunto ya de matiz ideológico-político” sino de “supervivencia”. Podrán no estar de acuerdo todos los bolivianos con esa afirmación y están en su derecho; pero lo que no se debe ni se puede aceptar es que, a nombre de “democracia”, se callen voces que no hacen otra cosa que recoger el malestar instalado en importantes sectores de la sociedad por los excesos del actual Gobierno en el manejo del poder.

Maggy Talavera es periodista.

NdD.- La respuesta del director de Página Siete a esta columna, el lector la encontrará en la página 4 de esta edición.

Nota del Director.- Como afirmó la carta que el director de Página Siete le envió al señor Claudio Ferrufino, el periódico valoró sus colaboraciones referidas a temas de literatura y, en un marco más general, reconoce la contribución de éste a la literatura nacional.

Sin embargo, después de los sucesos de conocimiento público, el director de Página Siete tuvo conocimiento de artículos almacenados en el blog de Ferrufino (escritos para otros diarios) en los que se realizan afirmaciones reiteradas, peyorativas y peligrosas sobre dos asuntos que son muy sensibles en la vida de los bolivianos, como es el tema étnico y la defensa del uso de la violencia como acción política por encima de la democracia. Por eso tomó la decisión de separar al señor Ferrufino de su lista de colaboradores.

El director está consciente de que esa decisión de discontinuar la publicación de esos artículos puede generar opiniones contrapuestas; de hecho, se han registrado diversas interpretaciones y observaciones por parte del Comité Editorial.

No obstante, el director considera que sus argumentaciones y razonamientos son los correctos y los sostiene de buena fe, guiado por unos valores universales de lo que debe ser el rol de los medios y del periodismo y la defensa del estado de derecho por encima de tentaciones violentistas.

Como en cualquier otro asunto, el periódico abre sus páginas para que este tema sea debatido de manera libre.

Página Siete ha demostrado fehacientemente su carácter independiente y su voluntad de permitir la libre expresión de las ideas –en el marco general de la ética periodística– y una demostración de ello es la publicación, en la edición de hoy, de la columna de Maggy Talavera en la que cuestiona esta acción del periódico.

Publicado en Página Siete (La Paz), 27/02/2012

Imagen: Quema de libros en la Alemania nazi, 1933

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