Sunday, February 5, 2012

Cerro Largo


Miguel Arregui

Entre Mangrullo e Isidoro Noblía, en el noroeste de Cerro Largo, median solo 30 kilómetros de caminos polvorientos. Pero de alguna forma ambos pueblos evocan dos siglos ardientes: en Mangrullo queda poca cosa más que reminiscencias del siglo XIX, mientras Noblía representa los progresos del despuntar del siglo XXI, y también algunas de sus miserias.

De Mangrullo, que se muere, a Noblía, que prospera, median 30 kilómetros. El camino no es tan largo, pero, como el Camino de los quileros de Osiris Rodríguez Castillo, suele llevar una vida recorrerlo.

"Los otros días nos pusimos a contar y resulta que en los últimos años han muerto unas 50 personas en la zona de Mangrullo", dice Raúl Pereira (66), un policía jubilado con el grado de sargento que reside en el caserío. "Hace añares el área era bien poblada, pero los jóvenes se van y los viejos mueren".

Mangrullo, que dista 41 kilómetros de Melo, se extingue lento como una vela. Según el censo de 1963 tenía 66 habitantes, en tanto el de 2011 le adjudica seis. En el mismo período la villa Isidoro Noblía multiplicó su población casi por tres: de 865 a 2.331. Los datos del censo 2011, divulgados el 2 de enero como cifras preliminares, parecen erróneos: en Mangrullo hay unas 11 familias, aunque casi todos sus miembros trabajan durante la semana en el medio rural, y es probable que la población de Noblía, que no deja de crecer, ronde las 3.000 almas. En Noblía "no se consigue casa para alquilar", asegura Estela Menchaca (61).

Los muertos mandan. En Mangrullo no pasa nada, salvo el tiempo. Y el tiempo no es amigable: en enero hace tanto calor que hasta los pájaros y los perros desfallecen. Hay 40ºC a la sombra y no corre una brisa. La sequía tuesta los campos, descarna a los animales y desmoraliza a los humanos. Pero Eva Ribero (48) no desmaya con facilidad. Se vino desde Aceguá, en la frontera con Brasil, a pasar sus vacaciones, acompañada por Marcos Pereyra (12), el menor de sus cinco hijos. Entre ambos tratan de reconstruir un paupérrimo conjunto de ranchos que perteneció a los padres de Eva, ya fallecidos, y en el que ella vivió hasta los 32 años.

Es más difícil describirlo que verlo. Dos pequeños ranchos de terrón, palo a pique y paja cayeron hace años y ahora son un túmulo informe; pero un tercero, de unos tres metros por cinco, y un pequeño escusado se mantienen en pie, tan testarudos como estatuas. Eva y Marcos han barrido con escrúpulo su piso de tierra y suplieron la paja del techo, de la que ya no queda nada, con retazos de lonas y nailon. Si afuera hace mucho calor, adentro es insoportable. Miles de hormigas caminan por el maderamen del techo y se lo comerán sin remedio si no se lo fumiga pronto. Eva y Marcos traen agua desde lo que llaman aljibe, pero no es otra cosa que una cachimba a punto de secarse que brinda una pobre agua amarillenta que acumulan en botellas de plástico. Esa agua, un colchón inflable y un viejo radio-grabador son los únicos lujos a la vista.

Eva y su hijo reciben a los extraños visitantes de Montevideo, que para colmo llegaron a la hora de la siesta, con la cordial timidez de la gente de la campaña oriental. "Se han ido muchos por falta de comodidad", admite la mujer. Pero ella pretende recuperar la modestísima vivienda porque encarna su pasado y aún vale unos pesos. Al fin de cuentas en Mangrullo, como en tantos otros lugares decrépitos de este mundo, los muertos mandan más que los vivos.

Esta noche vendrá la pareja de Ana, un peón rural que regresa en moto cada dos días. Traerá un trozo de carne de oveja y entonces las cosas se pondrán mejor. Tampoco estaría mal un pedazo de charque (carne ovina o porcina seca y salada) comprado en Brasil. Con él se puede hacer un sabroso guiso con porotos negros: la feijoada, o bien solo con arroz.

"Es lindo salir de abajo". La villa Isidoro Noblía es otra cosa: da oportunidades, al menos a aquellos que trabajan duro.

El almacén La Cueva, de Kiro Silvera (67), tiene un prestigio bien ganado. Su dueño es confiable y las amplias estanterías están repletas de mercaderías de todo tipo.

-¡La plata que habrás hecho que hasta tenés aire acondicionado! - saluda un lugareño al ingresar. Afuera, en la calle, el sol raja las piedras. Falta el aire y sobran moscas, al decir del poeta Yamandú Rodríguez.

-¡Y la que voy a hacer todavía! -responde Kiro.

Kiro Silvera es oriundo de María Isabel, un paraje cercano, pero se instaló en villa Isidoro Noblía en 1960. En 1970 vendió su moto en 500 pesos y con 450 puso una provisión que llamó La Cueva, precisamente porque parecía una cueva. En las zafras manejaba tractores y cosechadoras y "arrimaba otros pesitos". Ahora es casi rico, aunque trabaja desde las cinco de la mañana hasta las diez de la noche, salvo un paréntesis de dos horas al mediodía, asistido por su esposa y un par de empleados jóvenes. "Es lindo pelearla y salir desde abajo", reflexiona Kiro; "sería bueno que lo escucharan los gurises, que no quieren trabajar".

La palabra Mangrullo refiere a un mirador rústico, hecho de madera y ramas, utilizado antiguamente para observar el territorio circundante. El origen del caserío Mangrullo -el de Cerro Largo, porque hay otro del mismo nombre en San José, aunque más grande- se pierde en la noche de los tiempos. Nadie se tomó el trabajo de registrar la génesis de un poblado tan pobre. Se ubica a unos 150 metros sobre el nivel del mar, sobre la cuchilla de Matamoros, y se comunica con la ruta 8, a la altura del kilómetro 427, por un camino de balasto.

En la región abundan los pequeños predios y los ranchos y viviendas modestas de familias que se dedican a la ganadería extensiva. Muchas de ellas las heredaron de sus ancestros, que a su vez la recibieron de favor de caudillos de la zona, pero nunca se ocuparon de regularizar sus títulos de propiedad.

Isidoro Noblía debe su nombre a un comisario del lugar que comandó una columna del Partido Nacional durante las revoluciones saravistas de 1897 y 1904. En 1910, cuando el intento de revuelta contra una segunda Presidencia de José Batlle y Ordóñez, comandaba la División Nº 1 con el grado de coronel en el escalafón rebelde. "Noblía también fue un destacado periodista del diario melense El Deber Cívico", el mismo en que Juana Fernández, luego conocida como Juana de Ibarbourou, publicó sus primeros poemas, explica Víctor Humberto Gannello (73), docente de Historia y director de los museos municipales de Cerro Largo. "Fue un gran amigo de Saviniano Pérez", dirigente nacionalista, diputado por Cerro Largo y miembro de la Convención Constituyente que redactó la Constitución de 1934, y padre del legendario "Nano", intendente de Cerro Largo en dos períodos, entre 1947 y 1955, y presidente del Concejo Departamental, órgano ejecutivo colegiado, entre 1959 y 1963.

Durante el siglo XIX en Cerro Largo se era blanco por necesidad, por desconfianza hacia los gobiernos centrales y por orgullo local. Aún hoy, a más de un siglo de acabadas las guerras civiles, sigue siendo un departamento de amplio predominio del Partido Nacional.

Electricidad y revolución. Mangrullo incluye 17 viviendas desperdigadas, muchas en abandono y en ruinas. Rara vez se oficia misa en la capilla y el puesto policial fue cerrado en 2011. Se llevaron el escudo nacional y hasta el mástil de la bandera. Un tanque de agua elevado, llamativo como una dama esbelta, expresa mejor que nada los contrasentidos del caserío: su tubería ni siquiera llega al suelo pues el pozo carece de bomba por la falta de energía eléctrica.

Los escasos pobladores de Mangrullo aguardan la energía eléctrica como quien espera a un profeta. El tendido, que viene lento, está a apenas cinco kilómetros. Si Lenin dijo, como se le atribuye, que revolución es igual a marxismo más electricidad, a Mangrullo le alcanzaría solo con la electricidad para intentar su revolución.

La casa de Raúl Pereira, el policía que llegó a Mangrullo en 1985 y luego se jubiló, sobresale en aquel páramo. Consta de tres edificaciones bien mantenidas, con techos de paja recubiertos con chapas metálicas. Cuenta con tres paneles solares, que compró a crédito y ya pagó, que le permiten iluminarse y ver televisión brasileña mediante una gran antena parabólica. Pero cuando llegue la electrificación completa podrá contar con otros lujos, desde un taladro hasta una nueva bomba de agua que sustituya al ruidoso motor a nafta.

El lujo de Mangrullo es la escuela Nº 32, con su arquitectura propia de los años `40, aunque el centro escolar se creó mucho antes, a inicios del siglo XX. Asisten 11 alumnos que ya no montan caballos sino bicicletas y aprenden de un maestro que ahora, en vacaciones de verano, reside en Melo. También incluye una policlínica que alberga a un médico municipal que concurre al menos tres veces al mes, y eventualmente a un dentista. Claro que el dentista se limita a arreglos menores, pues receta placas y extracciones en Aceguá o Melo, lo que es lento y oneroso. Pereira, el policía jubilado, extraña al dentista anterior, Raúl Silva, "que te arrancaba lo que fuera".

Éxodo rural. La prosperidad en Isidoro Noblía, región de ganadería extensiva, llegó de la mano del arroz. En torno a 1980 la firma Casarone comenzó a plantar el grano y años después instaló un molino en Río Branco. La cadena productiva del arroz es gran demandante de mano de obra e insumos. A inicios del siglo XXI se agregó un puñado de productores argentinos, que plantan arroz y soja, corrido de su país por las retenciones aplicadas a las exportaciones de granos. Los productores brasileños, también numerosos, siempre estuvieron presentes en la zona.

Otro factor decisivo fueron los cuatro complejos de viviendas de Mevir, realizados entre 1984 y 1999, que incorporaron a la villa centenares de viviendas. El Mevir (Movimiento para la Erradicación de la Vivienda Insalubre Rural) que, a partir de 1967, eliminó rancheríos y construyó decenas de miles de casas para asalariados y pequeños productores, relocalizó poblaciones enteras y cambió la fisonomía y los hábitos en el interior del país. "Claro que despoblaron la campaña", dice Estela Menchaca, esposa del almacenero Kiro Silvera, "porque cuando la gente prueba la comodidad -y la televisión-, ya no vuelve".

Según el censo 2011 en Cerro Largo habitan 84.555 personas, 5.694 de ellas en el medio rural (6,73%), por encima de la media del país (5,07%), cuya campaña no hace otra cosa que despoblarse desde hace al menos un siglo.

No todas son maduras en villa Isidoro Noblía. "Hoy sufrimos es que ustedes en Montevideo llaman inseguridad", dice Kiro Silvera, el almacenero. "A nuestra escala, ahora nos sentimos más inseguros, pues el consumo de alguna cosa está enloqueciendo a los gurises". Y se refiere por igual al consumo de drogas y al consumismo.

Otro pequeño empresario del lugar, que prefiere el anonimato, asegura que "la cosa`ta brava: los productores brasileños aportan poco pues se traen hasta la mano de obra. Aquí tienen que pagar jornales de 500 o 600 pesos por día mientras que a un peón brasilero lo arreglan con 300 y sin aportes" a la seguridad social.

"Los arroceros levantaron todo esto", coincide el jubilado Jorge Barreto (71). Nació cerca del arroyo Conventos pero vive en Noblía desde los 15 años. Desempeñó siete oficios, en particular los de herrero y carpintero. "Si habrá progresado Noblía que hasta le sacaron el alambrado a la plaza principal", bromea; "antes había más vacas que gente".

El campo y la ciudad

El censo 2011, del que solo se divulgaron datos preliminares, confirma una serie de tendencias demográficas. Montevideo decae; las capitales departamentales crecen a costa del interior rural; algunas poblaciones menores, en particular aquellas que cuentan con planes de viviendas del Mevir, reúnen habitantes de caseríos minúsculos, que languidecen; y un porcentaje cada vez mayor de los trabajadores de la campaña regresa todos los días a sus hogares ubicados en centros urbanos.

5,07% del total de la población uruguaya vivía en zonas rurales durante el censo de 1985.

12,4% de los uruguayos residía en la campaña en forma permanente en el año 2011.

Isidoro Noblía: de las lanzas al arroz

Mangrullo. Como en tantos otros lugares decrépitos de este mundo, los muertos mandan más que los vivos.

2% del arroz uruguayo se consume en el mercado interno, el 3% se usa como semilla y el 95% se exporta

7º puesto ocupa Uruguay en el mundo como exportador de arroz grano largo y es primero en América Latina.

Publicado en El País (Montevideo, Uruguay), febrero, 2012

Imagen: Gauchos uruguayos

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