Monday, January 30, 2012

LOS MUNDOS DE LA MUNDY


A 29 años de la desaparición de la poeta orureña

Mijail Miranda Zapata

El 28 de enero de 1982 moría en la ciudad de La Paz, en la Casa del Poeta, la escritora orureña Hilda Mundy. La primera edición de su Pirotecnia publicada en 1936 fue apenas reeditada en 2004 dentro la Colección Papeles de Antaño de La Mariposa Mundial (con la producción de Plural Editores). Si bien un año antes Blanca Wiethüchter en el primer tomo de Hacia una historia crítica de la literatura en Bolivia (La Paz: PIEB, 2003) había visibilizado y reivindicado su obra, no caben dudas de que la publicación de 2004 representó el verdadero acercamiento del legado de Laura Villanueva (Hilda Mundy) a las nuevas generaciones. Sigue esta misma senda el libro de ensayos y antología de Eduardo Mitre Pasos y voces (La Paz: Plural, 2010), donde la poeta orureña ocupa un lugar decisivo, entre otros ocho vates nacionales, en la construcción del imaginario poético contemporáneo.
Comprender la obra de Hilda Mundy resulta dificultoso, darle alguna interpretación concreta representaría un atentado en contra de sus valores estéticos. Incluso un simple acercamiento reviste una complejidad que trataremos de sortear desde nuestra subjetividad, con la admiración que sentimos hacia su trabajo.
“Ensayo miedoso de literatura ultraísta” nos advierte el subtítulo de Pirotecnia. A pesar de lo mencionado, la complejidad de su escritura no reside en la estructura metafórica del conjunto, que si bien es enrevesada presume claridad y asequibilidad para el lector, sino en sus diversos ejes temáticos y lo incómoda que resultó su mirada en aquel tiempo y aún en el nuestro.
Uno de los pilares fundamentales en la escritura de Mundy yace en su atracción por las formas, trascendiendo lo meramente escritural, bordeando lo somático y biotípico. Clara muestra de ello resultan ser sus poemas en los que resalta las virtudes físicas de lo flemático y la ridiculización persistente de las formas rechonchas. “La anemia… la clorosis… son enfermedades líricas…”. Esta relación se expresa también en su predilección por el uso de los paréntesis, la bastardilla, o sus preferidos puntos suspensivos. Esta asociación simbológica, entre formas humanas y ortográficas, sintetiza perfectamente la propuesta de Mundy, siempre preocupada por las formas y sus contenidos. El cimiento de su prosa poética yace entre la geometría de los cuerpos, la arquitectura de la ciudad o el simple ordenamiento de las cosas. Líneas y puntos. “Un can flaco puede parecerse a una mujer esbelta. /Un caballero a un losange de mosaíco.”
La orureña plantea una poética de lo cotidiano, de su monotonía y sus destellos, siempre dentro el contexto citadino. Jamás excede el territorio urbano. Esta demarcación, sin embargo, no es aplicable a los límites de la temporalidad que parecen ser desbordados inexpugnablemente por el volumen de la obra. Esta capacidad de vigencia, silenciosa y póstuma, es una de las mayores virtudes de Mundy. Además, su mirada de la ciudad compuesta por un entramado metafórico diverso, inyectado de potente ironía, es otra de las armas de las que se vale para destruir y deconstruir el espacio que habita. Recordemos que Mundy escribe desde el confort de una clase media pujante en una ciudad de crecimiento económico considerable. Claro que, siempre yendo contracorriente, no adopta posturas falsas, ni mucho menos intenta identificarse con la marginalidad suburbana, tan explotada años después por aquellos que Ayllón denominaría “escritores borders de moda”. Librada de toda máscara, y con la legitimidad que otorga la sinceridad, Mundy rompe con todo. Parece dispuesta a destruir cada pequeño detalle del mundo. Aunque sus textos hablen de una aversión hacia la gula, no hay duda de que experimenta una antropofagia compulsiva. Devora miradas, posturas, formas, colores, cuerpos, geometrías, defectos y virtudes, todo a su alrededor y sin ningún tipo de contemplaciones. Cada una de las páginas de Pirotecnia exhala transgresión. “El único papel algo digno de envidiarse es el del agitador anarquista de pasta destructora.” Y esta vocación destructora no parece ser un mero capricho artístico, sino una postura frente a su generación.
La Mundy supo plantear con osadía, en los inicios del siglo XX, conceptos que a la larga terminarían siendo vanguardistas. Se adelantó a la revolución sexual, supo prever que el cuerpo femenino sufriría una transmutación de artículo privado del hogar a objeto sexual público. “El escote es una pieza desenvuelta un poco por un lado y en que los clientes van tocando cuidadosamente con las yemas de los dedos para saber qué calidad tiene.” También cuestionó las corrientes feministas emergentes, y su tendencia a equipararse estúpidamente a la figura masculina: “La mujer fichada en 1936-37 se siente sufragista… aviadora… locomotriz… concertinista… boxeadora…” y complementa este párrafo con una fatídica sentencia: “Tiene el don singularísimo de haber reemplazado al corazón con una máquina portátil de calcular…”. Claro que, desde otra perspectiva, reivindica la figura femenina moderna, su retorno a formas primarias y poderosas, imponentes, matriarcales, a la esencia misma de la feminidad: “La mujer felinamente bella.-por un atávico resto de sadismo- colora sus uñas de un cutex sangriento (…)”. Y así sigue su crítica, como un cáncer, término usado por ella misma, consumiéndolo todo. Cuestiona ácidamente la familia, esboza una infantofobia, quizás conociendo la predestinación de sometimiento y encierro que representa para la mujer la crianza de los niños. La lotería del matrimonio, dice, tiene como premio a los hijos con “berridos de cochinillo, con alborozo y… cuenta del doctor ginecólogo…”.
En plena explosión desarrollista la Mundy encaró también a la modernidad. Interpeló la acelerada e intempestiva urbanización de Oruro. Un bello y triste ejemplo del agobio sufrido por esta violencia se evidencia en el poema Quince: “Los árboles de las avenidas son pálidos, nostálgicos, extenuados de recuerdo (…) cansados de ciudad, enfermos de exhibición, piensan en el bosque secular… inmenso… virgen… de sus antecesores.” E incluso llega más allá, cuestionando los reposicionamientos provocados por la proliferación del hierro y el pavimento, por la enajenación de las sensaciones, de la vida misma. “La era maquinista hará del mundo un encantamiento en hierro. / El hombre acabará por lubrificarse y medir su capacidad de consumo.”. Es factible, también, realizar un acercamiento más íntimo entre Mundy y su ciudad. El universo de la poeta está signado por los procesos infringidos por el tiempo en el corazón de lo urbano. Esta dimensión poeta/ciudad es modelada con recelo y encarna un pesimismo que, disimulado gratamente con humor corrosivo y sugerente, desintegra con facilidad los preconceptos del lector desprevenido. Al leer Pirotecnia se corre ese riesgo, el de incendiarnos y estallar en pedazos para terminar siendo “apenas nada”. El conocimiento aniquilado por las sensaciones. También ridiculiza y pulveriza los conceptos de propiedad privada, la exaltación de la individualidad y los consecuentes sentimientos de inseguridad, ambición y avaricia. “El inventarista del precinto debió sufrir de desconfianza aguda y una vez descubierto y patentizado su invento (…) colocaría precintos al filtrador (…) a la virtud de su mujer, a las vidrieras de la alacena, etc., etc.”
Así, en el contexto de un futuro aletargado por los vicios del consumo salvaje, el vértigo de la novedad y la paradójica inapetencia de la rutina, bajo el yugo de sistemas diseñados para ejercer el poder y sufrirlo (“¡Que simetría, que exactitud ‘reglada’ existe en una caja de sardinas!/Su lema: ‘Pies con cabeza’ nos sirve de enseñanza acomodaticia en muchas circunstancias de la vida…”), nace un ente dual. Este géminis oscilante entre la fascinación por la modernidad, acuciosamente detallada por Mitre, y el desprecio por la súbita maquinización de la vida (“En el automóvil nace el desenfreno. Los que caminan en él acostumbrados al derrumbe de paisajes, anhelan aún el derrumbe de la humanidad”), advierte uno de los rasgos esenciales de la Mundy: el halo pesimista que la envuelve. Cabe aclarar que este pesimismo no encarna un burdo lamento sino más bien una revelación. Es así que esta convicción se extiende a su obra misma. En la composición XXIX la imposibilidad de erguirse en medio de sus influencias y el porvenir, de hallar una personalidad propia, una lengua íntima, no representa una frustración, es en realidad un llamado a traspasar los límites formales del conocimiento en pos de un renacimiento, más cabalmente de una reencarnación. “[Somos] Chiquillos que entonando o desentonando silbamos ajenas coplas!...”. Estos versos pueden ser, aunque asignados arbitrariamente, complementarios a la estrofa final de Pirotecnia: “Y es que cuando en arte son tres… y dos… quieren hacerse dioses… el tercero siendo genio calla… porque callarse es hacer florecer el pensamiento en la ruta de la perfección…-.”. Entonces el silencio y la voz de nuestra memoria parecen ser los caminos a seguir.
Por otro lado, esas influencias, tan necesarias como se ha visto, son detalladas en todos los estudios elaborados previamente, sin embargo considero que se hace una omisión. Se olvida que en Pirotecnia se rememora a Mallarmé (DADOS/DADOS/DADOS […] LOS DADOS/ Siempre incólumes. Siempre en compañía del hombre disparando las flechas de sus números a los cuatro puntos cardinales.”. El francés es obviamente muy cercano a ella, en cuanto ambos quiebran tradiciones, y reinventan las formas expresivas y discursivas del lenguaje, incluso puede hallarse alguna vinculación filosófica entre ellos. “Siempre, siempre huyamos de la prosa vieja y severa, de la seriedad, del sabihondismo(…)”. Será otro espacio el que permita realizar mayores indagaciones.
Se han hecho múltiples conjeturas respecto a la desaparición de Mundy. No siempre acertadas. Eduardo Mitre en su ensayo El enigma de Hilda Mundy la figura como una neurasténica altamente creativa, que no tuvo la lucidez de encontrarse a sí misma, ni vislumbrar sus aspiraciones. Wiethüchter propone determinantes más coyunturales, su entorno familiar, intelectual e incluso la realidad nacional del momento. Virginia Ayllón, en cambio, se acerca más a la verdadera esencia de esa reclusión en el mutismo en su ensayo De la nada al venerado silencio dice: “¿qué es esta propuesta sino el decir que transcurre del escritor, para luego, limpiar, para luego purificar, refinar, reducir… para luego desaparecer, para luego, y al fin, ser silencio?”. No podríamos ir más allá en el afán de dilucidar las verdaderas intenciones de Laura Villanueva. Nos resta decir que nuestra poeta escribió viendo el mundo mucho más allá de sus días y su silencio no es más que la reafirmación de su propuesta. Los consentidos de Mundy, los Puntos Suspensivos, sintetizan perfectamente toda la obra e incluso la figura mítica que se ha ido levantando con el cimiento de Pirotecnia. Estos suspenden, su nombre mismo lo dice, la existencia total a un espacio etéreo, sin restricciones, proporcionan múltiples posibilidades de interpretación. Más allá del entendimiento mismo, cada punto contiene una visión, una vida, un mundo. Ese el misterio de Hilda Mundy, que aflora como el eslabón perdido de nuestra literatura. Así, el silencio de la Mundy, es el silencio de los mundos...
Nota del autor: Las similitudes y acercamientos a lo escrito por Blanca Wiethüchter responden a fenómenos inexplicables. Cualquier acusación de plagio será recibida sin recelo.

revolucionkbx@gmail.com

Publicado en Fondo Negro (La Prensa/La Paz), 29/1/2012

Imagen: Hilda Mundy

Friday, January 27, 2012

Rainer María Rilke a la espera


Javier Marías

Cuando Rainer María Rilke era muy joven, fue a visitar al viejo Tolstoi en su finca de Yasnaya Polyana. Caminaban por el campo en compañía de la ubicua Lou Andreas-Salomé, y Tolstoi le preguntó a Rilke: «¿A qué se dedica usted ahora?», a lo que el poeta contestó natural y tímidamente: «A la lírica». Según parece, lo que recibió en respuesta fue no sólo una sarta de insultos, sino una diatriba en toda regla contra todo tipo de lírica, algo a lo que en modo alguno podía dedicarse nadie.

No cabe duda de que al joven Rilke las palabras del anciano maestro ruso tuvieron que entrarle por un oído y salirle por otro, ya que pocos poetas ha habido en la historia que más se hayan dedicado, precisamente dedicado, de manera obsesiva y excluyente, no sólo a la lírica sino exactamente a todo tipo de lírica. Rilke hacía lírica en sus poemas, pero también en sus prosas, en sus diarios, en sus cartas, en sus crónicas, en sus cuadernos de viaje, en su teatro. Cada vez que cogía la pluma, aunque sólo fuera para pedir un favor, hacía lírica, y no siempre de la más elevada. A decir verdad, y al menos en sus comienzos, era bastante dado al halago, y no se limitaba a mostrar un interés desmedido por la obra de otros o a alabarla, sino que como mínimo en dos ocasiones se ofreció a escribir sendos volúmenes sobre dichas alabadas obras: cumplió con el ofrecimiento en el caso del escultor Rodin, de quien además fue secretario una temporada, y —quizá para su fortuna— no llegó a cumplirlo con el pintor español Zuloaga, si bien tuvo claro durante algún tiempo en qué iba a consistir el proyecto: «Ese libro ardiente lleno de flores y danzas». Quién sabe si la vehemencia de Rilke no se diluyó en parte debido a una fiesta española a la que asistió en casa de Zuloaga en París, con motivo del bautizo del hijo de éste en 1906, y de la que el cronista de un periódico madrileño dejó constancia: «El guitarrista Llovet asombró con sus primores de ejecución, y el guitarrista Palmero acompañó flamencamente a la "bailaora" Carmela, dislocada y dislocadora en tangos como el del "morrongo" ante el buen abate Brebain, que contemplaba el baile estupefacto». No se sabe de la reacción de Rilke, pero por lo menos después de la fiesta hizo lírica, esto es, escribió un poema previsiblemente titulado «La bailarina española».

Como es bien conocido gracias a los trabajos del insigne experto Ferreiro Alemparte, la conexión española de Rilke fue larga y fecunda, coronada por su estancia de cuatro meses en Toledo y Ronda principalmente, con breves pasos por Córdoba, Sevilla y Madrid. Estas dos últimas ciudades le desagradaron sobremanera: de la capital andaluza, «aparte del sol no esperaba nada, y nada me dio, no tenemos nada que reprocharnos». Sin embargo le reprochó la catedral, «antipática, por no decir hostil», y dentro de ella «el detestable órgano, con un ruido empalagoso». Con la capital del reino fue aún más duro, le disgustó «casi tanto como Trieste» a la ida, y a la vuelta fue menos enigmático y aún más tajante: «... y esta triste tierra de Madrid, que es como si no tolerara ninguna ciudad, y como si tampoco hubiera querido ser nunca de corazón tierra labrada». Pasó sus horas en el Museo del Prado y salió corriendo, sin que le bastaran los Goya, los Velázquez y los Greco para reconciliarse.

Con El Greco anduvo tan obsesionado una temporada como lo estuvo otra con Zuloaga y con la lírica todas las de su vida entera, allí donde se encontrase. Lo cierto es que nunca estaba en el mismo sitio: se sabe que entre 1910 y agosto de 1914 pasó temporadas en una cincuentena de lugares diferentes, por lo que hay que suponer que su vida de esos años transcurrió, más que en ninguno de esos lugares, de viaje entre unos y otros. La errabundia había comenzado pronto tras su Praga natal, con Munich, Berlín y Venecia. Luego vino el primer viaje a Rusia, y al cabo de un año el segundo, ya mencionado. París, Venecia, Viareggio, París, Worpswede en Escandinavia, Alemania, París, Roma, el Norte de África, la esperada España, Duino sobre el Adriático, Munich, Viena, Zürich, Venecia, París, Ginebra, un verdadero caos. Resulta difícil comprender de dónde sacaba el dinero para tanto desplazamiento, y más aún para ayudar, aunque fuera a distancia y en grado mínimo, a la manutención de su hija Ruth, nacida de su matrimonio efímero con la escultora Clara Westhoff: se casaron en la primavera de 1901 y se separaron en mayo de 1902, quizá por eso en buenos términos. Aparte del vástago, algo más le debió a Clara el poeta: fue ella quien lo puso en contacto con Auguste Rodin, al que Rainer Maria debió a su vez uno de sus escasísimos empleos conocidos: hay constancia de que trabajaba para él «dos horas todas las mañanas». A tenor de sus cartas y diarios, Rilke se pasó la existencia «esperando» a la lírica y compartiendo esa espera, con diferentes mujeres, la mayoría, aristocráticas (al menos, de porte y nombre) y bien dispuestas a darle albergue en sus diversos castillos y propiedades para que esperara en ellos más cómodamente. Sintió pasiones amorosas o simplemente amistosas por la seductora Lou Andreas-Salomé, la desesperada Eleonora Duse, la Princesa Marie von Thum und Taxis, Baladine Klossowska, la Baronesa Sidonie Nádhemy de Borutin, Mathilde Vollmöller-Purrmann, la Contessina Pia Valmarana, la pianista Magda von Hattingberg, la escritora sueca Ellen Key, la Condesa Manon zu Solms-Laubach, Eva Cassirer-Solmitz, la Baronesa Alice Fähndrich von Nordeck zur Rabenau, Katharina von Düring Kippenberg, Elisabeth Gundolf-Salomon, Nanny Wunderly-Volkart, la Condesa Margot Sizzo-Noris Crouy, una tal Mimi de Venecia y por supuesto la Condesa y Poetisa de Noailles, hija del Príncipe Bassaraba de Brancovan, sin olvidar, faltaría más, a la Princesa de Cantacuzène. La verdad es que la lista parece y merece ser falsa, pero no lo era, y aún es más, al menos con un par de estas damas cosechó Rilke relativos fracasos: la Condesa de Noailles lo encontró feo, y además la primera frase que le dirigió, nada más ser presentados, fue muy grave: «Señor Rilke», le dijo, «¿qué piensa usted del amor... qué piensa usted de la muerte...?». En cuanto a la diva Duse, por la que Rilke sentía devoción pese a haberla conocido ya con mala salud, envejecida y desquiciada, vio fracasar su acercamiento por culpa de un pavo real que, en medio de un idílico picnic en una de las islas de Venecia, se aproximó astutamente hasta donde ellos estaban tomando el té y lanzó su espantoso chillido rauco al oído de la actriz, quien huyó despavorida no sólo del picnic sino de Venecia misma. Por alguna suerte de identificación caprichosa, Rilke se sintió solidario con el pavo, lo cual le acarreó extraños remordimientos y no pegar ojo durante toda la noche.

La compenetración de Rilke con los animales es bien conocida para cualquiera que haya leído la tan extraordinaria octava de sus Elegías de Duino. Probablemente en contacto con los perros dio el poeta lo mejor de sí mismo, siendo notable lo que vio en una perrita preñada y fea de Córdoba con la que compartió un azucarillo de su café y «celebramos en cierto modo la misa juntos». Ella le había solicitado una mirada, y, según Rilke, «en la suya se reflejaba toda esa verdad que trasciende más allá de lo individual, para dirigirse, yo no sé bien a dónde, hacia el porvenir, o hacia lo incomprensible». En cambio se sentía incómodo con los niños, aunque ellos lo adoraban. En cuanto a sus colegas escritores, es muy probable que su exagerado trato con las señoras no le dejara tiempo para alternar con ellos, aunque conoció levemente a algunos y, durante una estancia en Venecia, compartió con Gabriele d'Anunnzio, un valet oportunamente llamado Dante.

Al poeta de la voluptuosidad, sin embargo, no llegó a conocerlo personalmente. Rainer María Rilke, que antes se había llamado sólo Rene Rilke y a quien su amiga Taxis llamaría Doctor Seraphico, se pasó toda la vida aquejado de males tanto físicos como psíquicos mientras esperaba a la lírica. Sus allegadas no recuerdan haberlo visto casi nunca sin algún padecimiento o tormento, y él mismo no se recataba de mencionarlos en sus abundantes cartas y diarios: sus «desgracias constantes» le impedían «trabajar seriamente» allí donde se encontrara, y eso pese a estar siempre dispuesto a sacrificar la vida por el trabajo (el trabajo lírico, bien entendido). Valga un ejemplo: cuando se hallaba alojado en el fastuoso castillo de Berg am Irchel, en el cantón de Zürich, el ruido lejano de una serrería eléctrica al otro lado del parque le dificultaba la concentración y la concepción de sus versos. Según es sabido, la composición de las Elegías de Duino le llevó diez años, de los cuales la mayoría fueron sólo de espera. Cuando había suerte oía voces, como aquel día de enero en que, en medio del fragor de una tormenta, escuchó una que lo llamaba, una voz muy cercana que le decía al oído estas hoy famosas palabras: «¿Quién, si yo gritase, me oiría desde los órdenes angélicos...?». Se quedó inmóvil, atendiendo a la voz del Dios. A continuación sacó su pequeño cuaderno lírico que llevaba siempre consigo, anotó estos versos y otros pocos que en seguida se formaron como involuntariamente. Luego, a la tarde, la primera elegía estaba acabada, pero al poco el Dios se calló, y durante diez años, con pequeños y provechosos intervalos parlanchines, sufrió cruelmente ese silencio, esperando. Habría que preguntarse, con todo, cuánto habría de verdad en esta legendaria espera del poeta Rilke que tan en vilo tenía a todas sus amigas aristocráticas, ya que André Gide, que lo trató poco pero en tiempos no muy feminizados, se acordaba de haberle oído contar que la mayoría de sus versos le salían de golpe y de corrido sin que después necesitaran apenas retoques. Le había mostrado el cuadernillo lírico, con bastantes poemas «improvisados en un banco del Jardín del Luxemburgo», sin una sola tachadura.

Como buen poeta, Rilke comulgaba mucho, no sólo con los animales sino con los astros, la tierra, los árboles, los dioses, los monumentos, los cuadros, los héroes, los minerales, los muertos (sobre todo con las muertas jóvenes y enamoradas), algo menos con sus vivos semejantes. El hecho de que un personaje tan sensible y comulgante resultara ser el más grande poeta del siglo (de eso hay escasa duda) ha traído consecuencias nefastas para la mayoría de los líricos que después de él han sido, quienes siguen comulgando indiscriminadamente con cuanto se les ofrece, con resultados, sin embargo, menos excepcionales y con grave menoscabo de sus personalidades. Dicho sea esto de paso.

Rilke era bajo y enclenque, feo al primer golpe de vista (luego menos), con una cabeza alargada y puntiaguda, gran nariz, labios muy sinuosos que acentuaban el mentón un poco fugitivo y su hoyuelo muy hondo, ojos hermosos y enormes, ojos de mujer con un brillo de infantil malicia, según la descripción de la Princesa Taxis. Es innegable que su compañía debía de resultar muy grata, al menos para esta clase de damas, que fueron quienes más se la beneficiaron. Pasó muchos apuros económicos, lo cual no le impidió ser crítico y selectivo hasta con la comida: seguía dietas vegetarianas y detestaba el pescado, que jamás probaba. No se sabe muy bien qué le gustaba, tanto en lo relativo a comidas como a otras cosas, a excepción de la letra j y, que escribía en cuanto podía, y amén, claro está, de los viajes y las mujeres. Confesaba que no podía hablar más que con ellas, que sólo a ellas comprendía y sólo con ellas estaba a gusto. Debía de ser, sin embargo, durante no mucho tiempo. «Qué quiere usted», dijo una vez su amigo Kassner para explicarle a la amiga Taxis una fuga de Rilke de la que se habían enterado; «todas esas mujeres acaban siempre por aburrirle...».

Rainer María Rilke murió de leucemia tras larga agonía en un hospital de Valmont, en Suiza, el 29 de diciembre de 1926, a la edad de cincuenta y un años. Cuatro días después fue enterrado en Raron, bajo el epitafio que con anterioridad había compuesto y elegido:

«Rosa, contradicción pura, placer / de no ser sueño de nadie entre tantos / párpados».

También la lápida lírica, quizá eran sólo tres versos los que estuvo esperando tanto.


En Vidas escritas/Fuente: Biblioteca Ignoria

Imagen: Rilke, por Paula Modersohn-Becker, 1906

LA FALSÍA DE LAS VERDADES/BAÚL DE MAGO


Roberto Burgos Cantor

Sería de interés para la comprensión de los seres humanos preparar una antología de las sentencias que de repetirlas se envuelven del prestigio de la verdad. Adquieren el tono de salmos inobjetables. En veces sueltan una prepotencia que pretende acallar la reflexión. Terminan por parecerse a las palabras de la fe que cuales mantras se repiten para el propio convencimiento y para alejar la duda o la intromisión ajena.
En la zona resbaladiza que se ha vuelto la administración pública hay varias que merecen la pena de ser invocadas para examinar su legitimad o su engañifa. Resbaladiza se refiere a que los principios que informaron a la administración, los esfuerzos por modernizarla y tecnificarla, la imaginación de los juristas por desarrollar criterios sobre el servicio público, mucho, volvió a la época de bárbaras naciones. Son pocos, si acaso quedan, quienes aplican su saber para el cumplimiento de la ley, de la regla, de la norma. La crítica que como quejas o sufrimientos reiteramos los ciudadanos contra procedimientos, actos, atenciones, torpes o abusivas, se convirtieron en arma en manos de quienes administran y gobiernan. Se piensa hoy en cómo evitar, transgredir, la ley. Y todo se hizo complejo porque desde el humilde portero de oficina pública hasta el señor director, se consideran representantes de una ideología partidista, por lo general hecha de cuotas obligatorias y dos o tres simplezas. Ello permite confundir administrar, prestar servicios al ciudadano, con gobernar.
Estos días, funcionarios de los cuales se presume una alta exigencia técnica han dicho: es que uno gobierna o administra con sus amigos. No cabe duda de que gobernar es más delicado y difícil que administrar. Limitemos el tema a la administración. Una respuesta como la anterior surge cuando a la autoridad administrativa se le cuestiona, los medios de comunicación o los organismos de control o surge una controversia judicial. Es respetable el concepto de amistad que cada quien tiene. La respuesta conduce a quien pregunta a verificar si alguien tiene la felicidad de una variedad de amigos que le permita, sin selección, o concursos amañados, hacer los nombramientos de una planta de personal con sus amigos.
La amistad es al lado del amor uno de los vínculos de humanidad que quedan en el mundo de extravío y demencia. Humanidad quiere decir que los amigos lo son por el hilo que escapa a los intereses, a los favores como prueba, a los pedidos de lo inaceptable, al ruego pervertido de quien no admite tener testigos. Unas palabras dichas por un ciego en el amanecer de Roma, de la cinta Perfume de mujer, es Gasman, dicen: ser amigo es reconocer que tu amigo, es un hijo de mala madre, y aún así quererlo.
Quién acepta que la amistad sea utilizada para violar las exigencias para el desempeño de empleos públicos o particulares. En las empresas privadas la plata está cerca de alguien y son celosos en el cumplimiento. En la pública no se acaba de entender esa noción y se piensa que aquello que es de todos no es de nadie.
Así vamos: inventando lo imposible.

De El Universal (Cartagena de Indias), enero, 2012

Imagen: Jackson Pollock/Sin título, circa 1944

Thursday, January 26, 2012

Ernesto Schoo: Encuentro de Virgina Woolf y George Bernard Shaw


Hace años que vengo leyendo los "Diarios" de Virginia Woolf. Me lleva tanto tiempo porque son cinco tupidos tomos, en la edición de bolsillo de Penguin, 1982-87, editados por su sobrino, Quentin, y la mujer de éste, Anne Olivier Bell. En el tercer volumen, que abarca de 1925 a 1930, Virginia se ve obligada por cortesía y contra su voluntad , a asistir a un garden-party ofrecido por el célebre economista John Maynard Keynes (1883-1946) y su mujer, que había pertenecido a los Ballets Rusos de Diaghileff, Lydia Lopokova, en su casa en Londres, 46 Gordon Square. La fecha es el 19 de diciembre de 1929.

Allí, Virginia se encuentra con George Bernard Shaw. Ella cumpliría, el 25 de enero de 1930, 48 años; él tiene en ese momento 63 años y es, sin duda, el más famoso de los dos, aunque Virginia ya ha publicado "Al faro", "La señora Dalloway", "Orlando", y su ensayo "Un cuarto propio". La anotación en el "Diario" comienza con esta frase de Shaw : "En toda mi vida no he escrito otra cosa que poesía". La Woolf no dice nada y él continúa (hablar de sí mismo le fascinaba, como a casi todo el mundo): "Alguien ha escrito un libro demostrando cómo, con la simple alteración de una palabra o dos, todo un acto de mi obra «El dilema del doctor» es rimado. En verdad, mi gusto por rimar es tan fuerte que el otro día, cuando tuve que copiar una página de Wells, en la mitad mi pluma se detuvo. Yo estaba deseando escribir con mi propio ritmo, pero hasta ese momento ignoraba cuán fuerte es esa tendencia en mí. La mejor de mis obras es «Heartbreak House». La escribí después de encontrarme con usted y su marido en casa de los Webb, en Sussex. Acaso usted la inspiró".

Virginia, que solía alarmar a sus amigos por su franqueza, le dice a su interlocutor: "Pero usted escribe en irlandés, señor Shaw" (GBS había nacido en Irlanda). "Sí - le contesta él, sin molestarse - y lo mismo pasaba con George Moore, de quien Emile Zola me dijo un día que era el mayor novelista inglés" (Moore, 1852-1933, es considerado un escritor menor, más conocido como personaje pintoresco de la bohemia de París, donde pasó casi toda su vida y alternó en los cafés con los impresionistas y con Oscar Wilde). Prosigue Shaw: "Estoy recopilando mis trabajos. Descubrí que he escrito millones de palabras sobre el teatro, como crítico. No sé qué hacer con todo eso. Mi mujer quiere que no lo incluya en las obras completas, pero a mí me parece que es una curiosa visión de aquellos tiempos. ¡Me avergüenza pensar que alguna vez pude escribir tan mal! La colección se limitará a veintiún tomos. Se van a vender en los Estados Unidos con diferentes encuadernaciones. Algunas en cuero, carísimas; otras, mucho más baratas. No soy modesto, pero yo mismo me sonrojé ante lo que tuve que escribir como publicidad, para mis editores. Cosas como «esencial para cada hogar» y otras por el estilo".


* * *


Según el diario de Virginia, a continuación GBS hace una declaración inesperada, aunque evidentemente dirigida a ella, conocida por su lucha a favor de la emancipación de la mujer ("Un cuarto propio"): "Yo pienso que, digamos, entre doce personas siempre habrá tres mujeres tan inteligentes como los hombres. Lo que siempre les he dicho a las mujeres es que se dirijan a las instituciones del gobierno. No insistan en el voto, busquen representantes. Las mujeres son mucho más entusiastas en el trabajo que los hombres. Hacen cosas. Los hombres se la pasan chismorreando en el club".

Virginia lo halaga: "Pero usted ha hecho más que nadie por nosotras. Gracias a usted, mi generación es diferente".

Virginia se suicidó el 28 de marzo de 1941, ahogándose en el río Ouse. GBS murió en su cama el 2 de noviembre de 1950.


Biblioteca Ignoria (En La Nación, 18 de marzo de 2006)

Imagen: Virginia Woolf

Wednesday, January 25, 2012

La hora de Tomas Tranströmer


Roberto Mascaró (desde Cartagena de Indias)

UNA MAÑANA de julio de 1981, dos años después de mi llegada a Suecia, le conté a mi compañera sueca de esos tiempos que estaba empezando a leer poesía nórdica -con serias dificultades, ya que por ese entonces necesitaba de la asistencia del diccionario a cada rato. Yo era en esos tiempos un poeta inédito y bastante feliz. Pensaba que aunque publicase algo mío en Suecia algún día, tendría garantizada la indiferencia del público local - ya que escribía solamente en castellano- cosa que no me quitaba el sueño. Vivía en una especie de ostracismo lírico que hacía más romántico aún el oficio del poeta. Claro que a las chicas les encantaba conocer a un bardo, no importa qué lengua usase.

-Hay un poeta que me gusta mucho: se llama Tomas Tranströmer.

Ella, que era muy joven y no era gran lectora de poesía, me dijo:

-Ah, Tranströmer. Es un poeta muy conocido. Fijate que hasta lo han citado en los noticieros de televisión... A cada rato se gana un premio. Para mí es un poco denso. -Ella prefería a los poetas trovadores (Dan Andersson, Mikael Wiehe, Cornelis Wreeswijk), a los que había conocido bien cuando era okupa en Estocolmo.

-¿Sabés? Hay un poema de Tranströmer que quisiera traducir. Podríamos publicarlo en Saltomortal [era una revista bilingüe que editábamos en aquella época]... Pero creo que sería más serio pedirle autorización. No sé cómo funciona el asunto de los derechos aquí.

-¿Cómo funciona? Llamalo por teléfono y pedile...

Así de sencillas son las cosas en Suecia, pensé. Ese día aprendí que todo pensamiento protocolar, para los suecos, pertenece al ámbito diplomático o empresarial. Las cosas de la cultura deben ser francas y abiertas... O al menos así era por los 80, cuando no había tantos millones de coronas en juego, como en nuestros alegres tiempos del escritor-empresario, neoliberal y transnacional. Llamé a Informaciones y pregunté por el número; Tomas vivía por entonces en la ciudad de Vesters, cerca de Estocolmo.

Me respondió él y, para mi asombro, me dijo que pasaría al día siguiente por mi casa, ya que tenía que andar por esos rumbos. La cosa se había resuelto en pocos minutos. Sin Internet ni recomendaciones.

NI HÉROE NI LÍDER. Al otro día llegó a casa. Alto, flaco, canoso, picado de viruela, vestido con extrema sencillez: frente a mí estaba el gran poeta nórdico nacido en Estocolmo en 1931. Nunca había conocido a un poeta tan informal y tan poco pretencioso, tan alejado del papel de héroe romántico o líder político que asumen tantas veces los poetas latinoamericanos.

-Este es el barrio de mi infancia -dijo sin preámbulos-. Yo vivía por aquí, calle abajo, y aquí crecí. De manera que llegar a Bondegatan [era el nombre de nuestra calle] fue muy fácil.

Poco después de este encuentro, Pepe "Veneno" Alanís abriría un boliche uruguayo a la vuelta de mi casa. Se llamaba Cono Sur. Creo que allí tocaron varios famosos: Susana Rinaldi, Los Olimareños. Quedaba ante una pequeña plaza de barrio. Todo esto pasaba en aquella Suecia que sentíamos como el fin del mundo, como otro planeta. En la otra esquina, había un trozo de Uruguay. A unas cuadras hacia la estación de metro Slussen se instalaría Nordan, la editorial sueco-uruguaya que publicó mi primer libro, y también el sello que fundamos con Mario Romero y Sergio Altesor, Siesta.

-Sin duda, puedes traducir los poemas que desees -dijo Tranströmer. Yo te autorizo. En Suecia, el autor es el único dueño de sus derechos de autor: no es posible enajenarlos; es lo que dice la ley.

El poema que yo quería traducir se llama "Ensamhet" (Soledad) y no lo traduje en aquellos días, sino este mismo año, para incluirlo en Deshielo a mediodía (Nórdica Libros, Madrid, 2011). Es el segundo volumen, que cierra su obra completa, totalmente corregida:

I

AQUÍ ESTUVE a punto de perecer una tarde de febrero.

El coche resbaló de lado en el hielo, avanzó

por la senda contraria. Los coches enfrentados

-sus focos- se acercaron.

Mi nombre, mis bolsillos, mi trabajo

se liberaron y quedaron silenciosos atrás,

cada vez más lejos. Yo era anónimo

como un muchacho en un patio de colegio rodeado de enemigos.

El tráfico contrario tenía luces poderosas.

Me iluminaban mientras yo conducía y conducía

en un terror transparente que fluyó como clara de huevo.

Los segundos crecieron -en ellos se podía encontrar lugar-,

se hicieron grandes como pabellones de hospital.

Uno podía casi detenerse

y respirar un instante

antes de ser destruido.

Entonces apareció un apoyo: un grano de arena que ayudó

o un maravilloso golpe de viento. El coche se soltó

y reptó rápido a través de la ruta.

Un poste fue golpeado y quebrado -un tono claro-

voló en la oscuridad.

Hasta que llegó la calma. Yo seguía en el asiento

y vi que alguien llegaba entre la nevisca

para ver qué había sido de mí.

II

He andado por ahí largo tiempo

en los helados campos de Östgötland.

No se veía a nadie por ningún lado.

En otras partes del mundo

hay quienes nacen, viven, mueren

en continuo tumulto.

Ser siempre visible -vivir

en un enjambre de ojos-

debe dar una expresión particular al rostro.

El rostro cubierto de arcilla.

El murmullo sube y baja

mientras ellos se reparten entre sí

el cielo, las sombras, los granos de arena.

Yo tengo que estar solo

diez minutos por la mañana

y diez minutos por la noche.

-Sin programa.

Todos hacen cola hacia todos.

Muchos.

Uno.

(de Tañidos y huellas, 1966).

LA CIUDAD DEL CONDE. Siempre he deseado visitar Montevideo, la ciudad natal del Conde de Lautréamont... -nos explicó Tranströmer.

Nos contó lo mucho que había viajado por el mundo, gracias a los festivales de poesía. Pero nunca había estado en América Latina. Creo que aún está esperando que lo inviten: con los 80 recién cumplidos, sigue viajando por el mundo como si nada.

Después de aquel día del verano de 1981 solíamos comunicarnos por carta. Publicamos algunos poemas de Tranströmer en Saltomortal, por supuesto. Luego, me fue enviando poemas inéditos y ejemplares dedicados de todos los libros que iba editando. (Ahora se puede ver cómo los precios de esos libres suben y suben, como en la Bolsa, sin cesar).

Incluso me enviaba libros con versiones de sus poemas en otras lenguas (inglés, italiano, francés, turco, japonés, indonesio, suahili, árabe, etc.). Así, fui reuniendo en mi biblioteca filas y filas de obras de Tranströmer, que aún están allí, casi todas autografiadas por el autor. En 1985 se editó la antología La nueva poesía sueca, que hicimos con el poeta tucumano Mario Romero. En ese libro hay un par de poemas de Tranströmer. Poco después decidí editar una antología de su obra. Se llamó El bosque en otoño y reúne poemas de todos los libros editados por Tomas hasta ese momento. Ediciones de Uno de Montevideo publicó el libro, con tapa naranja y diseño de Maca. Tranströmer me cedió sus derechos de inmediato. Nunca preguntó por un contrato ni por una retribución. Son cosas que ahora recuerdo y que es bueno que se sepan. Años después se publicó en Madrid (Hiperión, 1989) Para vivos y muertos, una antología ampliada que todavía anda circulando por ahí, sin que le hayan pagado al poeta ni al traductor por sus derechos. Vaya a saber cuántas reimpresiones se hicieron. Los editores son a veces, paradójicamente, los peores piratas.

Esas ediciones ya no valen para mí, porque en la edición reciente he realizado correcciones en casi todos los poemas. La edición de Nórdica Libros (2010, 2011) es la única válida y jurídicamente legítima, por voluntad expresa del autor.

Así nació una amistad "a la sueca". Una larga y entrecortada relación epistolar, a menudo telefónica. Conocí su casa en Vesters; bebimos vino y comimos pescado en su pequeño jardín. Tomas era psicólogo de profesión y su área de trabajo se desarrollaba en las cárceles y hospicios juveniles. Mónica, su esposa, era enfermera, especializada en casos de tortura y abusos. Por eso hablaba un poco de español, porque atendía a los refugiados que llegaban a Suecia de las cárceles de Chile y de Uruguay. Es una persona absolutamente inquebrantable: ha permanecido junto a su esposo después del derrame cerebral que lo paralizó hace ya más de veinte años, atendiéndolo y ayudándolo a rehabilitarse. Han hecho milagros. Ella es su esposa, transformada en enfermera, asistente, secretaria e intérprete.

Siempre me han invitado cordialmente a la cabaña que tienen en la isla de Runmarö, en el archipiélago que se extiende por el delta en el cual se encuentra Estocolmo, la "Venecia nórdica". Por una razón o por otra, nunca pude visitarlos. Pero conozco bien el archipiélago. En verano, esta zona adquiere una belleza extraordinaria. Miles y miles de islas, algunas de ellas privadas, entre las cuales navegan innumerables veleros y barcas de transporte. En Suecia (al menos en otras épocas), toda familia de obreros o empleados tenía la seguridad de ser un día propietaria de una sommarstuga (cabaña de verano) y de un segelbt (velero). Dos pasiones de los suecos, que siempre van coronadas de la bandera color azul con la cruz dorada. Eran los derechos que la sociedad de bienestar, construida por la socialdemocracia, había hecho obligatorios... Era el concepto de Folkhem, el Hogar sueco. Actualmente, la globalización ha creado legiones de pobres de materia y de espíritu, también en este país nórdico. Let´s go, yeah, yeah, al son de la ruleta planetaria. ¿Estará ya muerto el romanticismo bucólico y marítimo de los suecos?

Es el verano, cuando la naturaleza bulle de verdor y los escasos meses de calor del verano se pueden disfrutar - como en un breve paraíso-. Este ha sido un tema de celebración y de euforia en la obra poética de T.T. Tal vez el poema "Tábano dorado" sea el ejemplo más cabal de esta euforia estival:

El lución, lagartija sin patas, fluye a ras de la escalera del zaguán

calmo y majestuoso como una anaconda; la diferencia es

solamente el tamaño.

El cielo está cubierto pero el sol irrumpe. Así es el día.

Esta mañana, mi amada ahuyentó a los malos espíritus.

Como cuando uno abre la puerta de un oscuro cobertizo del sur

y la luz lo invade

y las cucarachas salen como flechas rápido rápido hacia los

rincones y suben por las paredes

y ya no están -uno las vio y a la vez no las vio-:

así la desnudez de mi amada hizo huir a los demonios.

Como si nunca hubiesen existido.

Pero vuelven.

Con mil manos que conectan mal la anticuada central telefónica

de los nervios.

Es el cinco de julio. Los altramuces se estiran como si quisiesen

ver el mar.

Estamos en la iglesia de la mendicidad, devoción sin alfabeto.

Como si los irreconciliables rostros de los patriarcas no existiesen

y el nombre de Dios mal escrito en la piedra.

Yo vi a un ortodoxo predicador de televisión que recolectó

muchísimo dinero.

Pero era frágil y necesitaba el apoyo de un guardaespaldas,

un chico bien vestido con una sonrisa que le ajustaba como

una mordaza.

Una sonrisa que ahogaba un grito.

El grito de un niño al que los padres dejan abandonado en

una cama de hospital.

Lo divino roza a una persona y enciende una llama

pero luego se retira.

¿Por qué?

La llama atrae las sombras, estas vuelan crepitando y se

funden con la llama

que sube y se ennegrece. Y el humo se extiende negro

estrangulador.

Al final, tan sólo el humo negro; al final, tan sólo el devoto

verdugo.

El devoto verdugo se inclina hacia adelante

sobre la plaza y la multitud, que forman un espejo rugoso

donde puede mirarse.

El mayor fanático es el mayor escéptico. Él no lo sabe.

Él es un pacto entre dos

según el cual el uno tiene que ser visible al cien por ciento

y el otro invisible.

¡Cómo odio la expresión "cien por ciento"!

A los que no pueden estar sino en su parte delantera

a los que nunca están distraídos

a los que jamás abren la puerta equivocada para poder así

vislumbrar al Inidentificado,

¡déjalos de lado!

Es el cinco de julio. El cielo está nublado pero el sol irrumpe.

El lución fluye a ras de la escalera del zaguán, calmo y

majestuoso como una anaconda.

El lución, como si no existiese Administración.

El tábano dorado, como si no existiese el culto a los ídolos.

Los altramuces, como si no existiese "cien por ciento".

Siento esa hondura en la que uno es amo y cautivo, como

Perséfone.

A menudo he yacido en la áspera hierba, allí abajo,

y he visto la tierra abovedarse sobre mí.

La bóveda terrestre.

A menudo; ha sido la mitad de mi vida.

Pero hoy me ha abandonado mi mirada.

Mi ceguera ha partido.

El oscuro murciélago abandonó mi rostro y tijeretea en torno

al luminoso espacio del verano.

(de Para vivos y muertos, 1989).

LA MÚSICA, EL ICTUS, ÚLTIMOS AÑOS. Tal vez haya sido el ictus o derrame cerebral que Tranströmer sufrió hace ya más de veinte años, junto al hecho de que este poeta sea sueco, los dos obstáculos que se interpusieron entre él y el galardón que otorga cada año la Academia Musical de Suecia -este es el nombre que le dio su fundador, el Rey Gustavo Adolfo-: el Premio Nobel de Literatura. El gran poeta es un poeta que ya no escribe. El centro del lenguaje quedó desactivado. Su poema-río-libro Bálticos-Poema, es a mi entender una pieza mayor de la poesía del siglo XX, tanto como lo son La tierra baldía de T. S. Eliot, Tabacaria de Fernando Pessoa, La hora 0 de Ernesto Cardenal, o Alturas de Macchu Picchu de Pablo Neruda (y hay muchos más, por supuesto). En Bálticos-Poema describe Tranströmer un ictus, tal vez de un antepasado suyo, lo que convierte este pasaje en una profecía sobre su propio destino:

Entonces llega el derrame cerebral: parálisis en el lado derecho

con afasia, solo comprende frases cortas, dice palabras

inadecuadas.

Así, no lo alcanzan ni el ascenso ni la condena.

Pero la música permanece, sigue componiendo en su propio

estilo,

se convierte en un fenómeno de la medicina en el tiempo que

le queda por vivir.

(de Bálticos-Poema, 1974).

Como el personaje del poema, él se convirtió, después del derrame cerebral, en músico. Desde niño toca el piano, y esa habilidad la usó ahora, paralizado del lado derecho, para tocar al piano obras escritas para la mano izquierda, ya que existen varias composiciones de esta índole. Además, varios compositores han escrito piezas exclusivas para Tranströmer, piezas que ejecuta en los festivales de poesía que sigue frecuentando, con una voluntad de hierro y entusiasmo por la poesía. El poeta está afásico, pero la música fluye entre sus dedos de pianista. Es así, también, como en la profecía de Bálticos: un fenómeno de la medicina. Una rehabilitación milagrosa. La presencia de la música, que siempre estuvo viva en la poesía de Tranströmer, ahora se ha hecho parte de sus mañanas, en las que toca en su piano de cola blanco. La música, que siempre ha sido tema de sus poemas.

EL AZAR DE UN PREMIO. Cada año, en estas últimas décadas, muchos hemos esperado que el jueves de la primera semana de octubre, según la tradición, sonase el nombre de Tranströmer como Nobel. Año tras año nos hemos hablado por teléfono con su esposa Mónica para darnos ánimo, en la esperanza de que aparezca la aguja en el pajar. Muchas veces he afirmado que todo premio es en principio injusto, ya que siempre son más de uno los merecedores. Es fácil comprobar que esto es válido en cualquier concurso, en cualquier certamen. El Nobel es un premio que no se salva de este destino. Por eso, muchos piensan: "será el próximo año", con total certeza de que su favorito debería ya haberlo recibido. A mi criterio, este premio debería ser plural, y debería ser estímulo para escritores jóvenes, que realmente necesitan el dinero y el prestigio.

Lo que muchos no saben es que también hay apuestas. Y este año, según rumores bien fundados, hubo una filtración desde dentro de la hiperhermética Academia, cosa que elevó las apuestas por Tranströmer considerablemente, durante esa hora crucial del primer jueves de setiembre.

A mí la noticia me encontró durmiendo, a las 5 de la madrugada, en una cama de hotel de San Salvador: no me sorprendió, porque me había dormido con la certeza de que este año sería el vencido. Así fue. Yo ni siquiera sabía que uno podía apostar, como otros apuestan por Peñarol. Como me hallaba participando del Festival Internacional de Poesía, mientras desayunaba con deliciosas tortillas de maíz fui saludado con efusión por poetas y organizadores.

Fue un placer presentar, junto a mi poesía, las versiones de Tranströmer en El Salvador, Guatemala, Honduras, y en Colombia, donde me encuentro ahora, participando en el Festival de Poesía de Cartagena.

CONCENTRACIÓN, DRAMA. No es mi papel hacer valoraciones críticas de la obra de Tranströmer. Es una obra demasiado cercana. Como traductor, siempre he sentido que las obras que traduzco son bastante mías, que forman parte de mi trabajo en la poesía. Quien elabora versiones y no transcripciones, no efectúa un servicio, sino una obra independiente. Una obra de carácter fantasma, una interpretación, es cierto, pero una obra al fin. La traducción es un género literario.

Su obra me atrajo desde el principio por su combinación de concentración atravesada de sorpresivo dramatismo (personajes que hablan por boca del poeta), y por su visión absolutamente contemporánea del mundo. También su brevedad contribuyó a esa atracción: Tranströmer ha publicado apenas catorce poemarios y una autobiografía trunca. Estos elementos, según algunos consejos de Walter Benjamin, como aquel que recomienda al traductor "permitir que la fuerza de la lengua original irrumpa en la lengua de recepción", han contribuido en mi fascinación y amor por esta intensa e impecable obra poética.

Publicado en El País (Montevideo, Uruguay), 2011

Imagen: Tomas Tranströmer

Tuesday, January 24, 2012

Retrato de una actriz


Joseph Roth

MIENTRAS ERNA todavía participaba en obras de teatro nunca sentí el deseo de verla actuar. Se podría decir que no tenía la necesidad de mirarla en un papel que le hubieran asignado; prefería verla en el papel inventado por ella misma durante el día, con mucho más talento que el personaje oficial que interpretaba de noche en el escenario. A mi desprecio natural hacia el teatro, que según creo es algo innato, se añadía el temor a perder la claridad con que veía y examinaba a Erna, el miedo a dejarme confundir por la comediante profesional y a sucumbir a los encantos de la persona. Es un fenómeno que suele ocurrir. En mi opinión, los actores, y sobre todo las actrices, escapan a cualquier juicio moral tan pronto como se acogen al artístico, y cuando conquistan el amor, la devoción o el respeto de alguien, no lo hacen con las armas tradicionales de las mujeres, sino que deben su victoria a la indulgencia con que los demás toleramos su vulgar coquetería, por ejemplo, porque consideramos que su profesión las obliga a ser vulgares en ciertas ocasiones para causar el efecto deseado. Por eso tendemos a ser más condescendientes con el mal gusto de las actrices que con el de las demás mujeres.

Yo estaba cargado de prejuicios contra Erna. Pero como sabía que cualquier clase de juicio, incluido el prejuicio, puede estar más o menos justificado, y como creía que mis prejuicios eran legítimos, a pesar de mi curiosidad y de mi interés por participar en los asuntos de Arnold me pareció innecesario formarme un juicio sobre Erna la actriz, que quizás a ella le habría resultado beneficioso. Sin embargo, llegó un día en que no pude rechazar la propuesta de Arnold y fuimos juntos al teatro. En aquella obra, Erna modificaba los estados de ánimo de los espectadores. Probablemente interpretaba su papel de forma mucho más
creíble de lo que había pensado el autor. Pero al demostrar su excepcional habilidad para mejorar las modestas intenciones de un modesto autor y darles un toque casi artístico, descubrí a la Erna de las tertulias del café, la sorprendí con las manos en la masa. Poseía el talento de una hábil modista de la periferia, capaz de exhibir en el escaparate prendas de aspecto lujoso confeccionadas con telas baratas, pues así tiene la ocasión de gustar por partida doble: la gente se siente atraída por el precio económico de la prenda y a la vez por su aspecto engañosamente refinado.

En su vida real, Erna era una mujer delicada; en el escenario, parecía frágil pero encantadora. Como persona, era dúctil y resistente; como actriz, vulnerable y desamparada. Ante los hombres se comportaba de forma que todos tuvieran que ocuparse de ella, porque cada uno creía que le había asignado una misión; en el escenario transmitía la impresión de que todos los hombres la habían abandonado, de modo que los espectadores varones deseaban subir a toda prisa y estrecharla entre sus brazos. De día hablaba con una voz profunda que parecía surgir del fondo de su corazón; de noche se expresaba en un tono claro y agudo, vinculado con el miedo. La estudiada coquetería que de día le daba un aire ingenioso e inteligente se transformaba de noche en otra que rezumaba una candidez pura, humilde y reposada. Cuando hablabas con ella y la conversación tomaba derroteros que no le convenían, le daba la vuelta como si tuviera la elasticidad de un globo que aparentemente cede y puede ocultar el aire, el elemento que le da resistencia, sin modificar su aspecto. Sin embargo, cuando Erna actuaba, parecía exponerse con perfecta inocencia a los mismos peligros que de día se había empeñado en evitar. La gente sentía miedo por ella. Daban ganas de gritarle: "¡No vayas! ¡No digas eso! ¡Ten cuidado! ¡Miente un poco!". A ella, que permanecía en constante alerta y que mentía casi siempre, no porque tuviera nada que ocultar sino porque era consciente de que las mentiras son más atractivas que la verdad, incluso cuando ésta se conoce y aquéllas no se creen.

El autor

NACIDO EN 1894, en una aldea de Galitzia, cerca de la frontera rusa, y fallecido en París, en 1939, Joseph Roth fue un escritor y periodista austríaco, de origen judío, considerado, junto a Hermann Broch y Robert Musil, uno de los mayores escritores centroeuropeos del siglo XX. Su novela más conocida es La marcha de Radetzky, basada en la vida de una familia durante la caída del Imperio austrohúngaro, pero dejó escritas muchas novelas que le dieron un creciente prestigio póstumo, como Confesión de un asesino, Fuga sin fin, La leyenda del santo bebedor, La cripta de los capuchinos y La noche mil dos, entre otras.

Su prédica contra el nazismo lo llevó a emigrar a Francia, donde murió sumido en el delirium tremens. El fragmento publicado en este página fue tomado de la novela Zipper y su padre (Acantilado).

Publicado en El País, Montevideo, 2012

Imagen: Joseph Roth durante un viaje a Frankfurt en 1926

Sunday, January 22, 2012

La otra mitad de Borges


Criticada y polémica, María Kodama, viuda y heredera de Jorge Luis Borges, habla de su relación con el autor y anuncia que escribirá un libro sobre quienes la han "difamado".

GABRIELA VAZ | BUENOS AIRES

Como en un cuento, el motivo del cruce fue casi icónico. Él salía de una librería ubicada en la calle Florida. Ella entraba y casi se lo lleva por delante. Al levantar la mirada y reconocerlo, sólo atinó a decir "hola".

- Hola - contestó él.

- Yo lo escuché una vez, cuando era chica - continuó ella.

Él se rió. Casi ciego, no la podía ver con nitidez, pero la voz adolescente le indicaba que ese cuando no podía ser muy lejano; en efecto, ella tenía 16 años.

- ¿Usted trabaja?

- No, estoy en el colegio.

- Ah, ¿no quiere que estudiemos anglosajón?

- Sí... Bueno, no sé qué es eso.

- Es inglés antiguo.

- ¡Shakespeare!

-No, mucho más antiguo, del siglo IX.

- Ah, pero debe ser muy difícil.

-Yo tampoco lo sé. Podemos aprender juntos.

Si se escribiera un guión del primer diálogo entre Jorge Luis Borges y María Kodama, podría parecerse a este. "Y me dije: ¡Este señor es genial! Así empezamos a juntarnos en distintas confiterías que ya habrán dejado de existir, por ejemplo en La Fragata, que estaba en Corrientes y San Martín. También en una de la esquina de la casa de él. Nos íbamos encontrando los fines de semana en distintos lugares. Él venía con libros, diccionarios y la pasábamos bomba", recuerda ella de aquellos primeros acercamientos con el que luego sería su maestro, su mentor, su compañero, su marido y el motor diario de su vida aún 25 años después de muerto.

No conocemos el año exacto de aquel episodio porque Kodama no revela su edad. Ni su lugar de nacimiento, ni detalles sobre su familia, ni ningún otro dato personal. Si se la busca en Internet, hay mucha información contradictoria. Que nació en 1937, que en 1941, que en 1945. Que su padre japonés era químico, que era fotógrafo. Que sus padres se llevaban nueve años de diferencia, que en realidad eran 30. Algunas notas periodísticas incluso señalan que es uruguaya.

Ella escucha atenta estas observaciones, alza las cejas y contesta entre la resignación y la firmeza. "Cualquier cosa inventan. No voy a decir nada porque es mi vida. Yo no soy una persona pública; Borges era una persona pública".

- Pero, ¿nació en Montevideo?

- (Apenas levanta los hombros) Cuando yo escriba, sabrás si es Montevideo, Pakistán o dónde. No todos los periodistas, pero la mayoría distorsionan todo.

Más adelante, se explaya: "¿Tiene alguna importancia saber eso de alguien: dónde nació, cuándo, qué hacían sus padres? No tiene. Qué hizo esa persona, eso es lo que importa, lo que queda".

Kodama es de contextura menuda y gestos delicados. Aunque sobre muchos temas se expide con dureza, su registro de voz es amable y ríe con facilidad. En la entrevista, a la que llega puntualísima en un café porteño, se vuelve recurrente el tema de su relación con la prensa, así como las acusaciones, adjetivos e intenciones que se le han adjudicado por parte de personas allegadas o no al célebre escritor argentino, desde que éste murió en 1986. "Habrás leído todas las cosas que han dicho sobre mí, inventadas, falsas, muy perversas. Yo estoy para difundir su obra más de lo que ya lo estaba en vida de él, para mantener viva su presencia. Es un trabajo que me lleva la vida y es muy mal reconocido por la prensa, que se deja llevar por un grupo de personas totalmente tristísimas porque no tienen vida propia, que se ocupan de vivir a costa de hablar mal de mí. Y me cansé de todo eso. Tengo derecho a cansarme después de 25 años".

Heredera universal de los bienes y derechos de autor del escritor (algo que Borges había dejado estipulado años antes de casarse), ha cosechado enemistades a costa de juicios contra biógrafos y editoriales. Su calvario, según ha relatado infinidad de veces, comenzó con el fallecimiento de su marido, dos meses después de contraer matrimonio, aunque ya entonces la prensa se escandalizó por la unión entre dos personas que tenían una diferencia de edad cercana a los 40 años. Se le recrimina que mantenga los restos del escritor en Ginebra (Suiza), donde murió, en lugar de llevarlos a Buenos Aires, pero ella asegura que esa era su voluntad.

Públicos fueron sus enfrentamientos con Epifanía Uveda, más conocida como "Fanny", mucama de la familia Borges por décadas -en el correr de la entrevista asegura que de lo único que se arrepiente en su vida es de, en un momento, "haber asumido" su "defensa, para que no la echara" y la describe como "un monstruo"-, y con Adolfo Bioy Casares, amigo del escritor durante décadas, a quien no le perdona las infidencias cometidas en un libro. Lo define como "el Salieri de Borges" y dice con énfasis: "Era la envidia; él le debe su carrera y su nombre a Borges y lo que hizo me parece la peor de las cosas que un ser humano puede hacer a un amigo: es la traición".

Pero lo único irrefutablemente cierto es que el escritor argentino más prestigioso e indiscutido por la crítica internacional la eligió a ella. Y ella lo sigue eligiendo a él. Hoy, Kodama dirige la Fundación Internacional Jorge Luis Borges y dedica todas las horas de su día al hombre que todavía la acompaña.

Su vida es la literatura. Se describe apolítica y cuenta que ni siquiera tiene televisión (tentaciones lejos; "No soy más fuerte que el resto del mundo", alega). Una perla de su personalidad: comenzó a fumar ("muy poco") desde que se prohibió hacerlo en espacios públicos cerrados, justamente a raíz de la restricción. "Es un principio de vida. ¿Para qué sirve la prohibición? Para nada. Hay que enseñar", dice.

DIOS DETRÁS DE DIOS.

-¿Cuándo comenzó la relación amorosa entre ambos? ¿Sobre los últimos años?

-Los últimos no. Para algunos, la relación se inició post mórten (se ríe). Yo he leído cada cosas, alucinantes. No fue en los últimos años, claro que no.

-Ha descrito la relación como "compleja". ¿Fue un vínculo difícil de entender para los demás?

-Era compleja en el sentido de una persona genial, que no es una persona común. No es una relación en la que puedes hablar de que llueve, tengo hambre o qué vamos a comer. Eso no existía. La relación, y la conversación, era continuamente intelectual. ¿Te das cuenta?

-¿Todo el tiempo?

-Pero no es una cosa terrible. Para mí era normal. Los otros lo viven así, como ¿en serio, todo el tiempo? Para mí, no. Yo adoraba eso. Vivía en un aprendizaje.

-¿Por qué cree que a Borges le gustaba estar con usted?

-Habría que preguntárselo a él (se ríe). Él decía que porque yo le recordaba a su abuela inglesa. Yo tenía el mismo placer ante la vida, la misma alegría. Y la misma capacidad de asombro.

-¿Por qué cosas discutían?

-No discutíamos. Era muy difícil discutir con Borges. No era un hombre belicoso. Además, yo pensaba en la mayor parte de las cosas como él. Coincidíamos porque, como él decía a veces, mi padre me había educado para él. Por la forma de ser. Nunca molestar al otro con preguntas que no te gustaría que te hicieran a vos, nunca invadir la vida del otro, respetar su privacidad.

-Elsa Astete, la primera esposa de Borges, dijo que no fue feliz a su lado y lo describió como "introvertido, callado, poco cariñoso, etéreo, impredecible". Opinó que "no vivía en un mundo real".

-Yo la conocí y la defendí siempre mucho porque me daba cuenta de una cosa: ella lo quería. A su modo, que era el modo normal de una señora normal, que quiere que llegue su marido del trabajo, charle y se siente a mirar televisión con ella. ¿Comprendes? La vida normal. No era una bruja, como dicen. Nada de eso. Su modo de quererlo era un modo normal, común. En cambio, él no podía llevar esa vida. Jamás podía sentarse frente al televisor y mirar el programa de Tinelli de la época, por
ejemplo, que a lo mejor es divertido y fascina a todo el mundo o es muy respetable, pero a él no le interesaba.

-Ha dicho que no cree en el matrimonio, ¿por qué aceptó casarse? ¿Fue algo simbólico?

-Yo no creo en el matrimonio. A mí me asombra que una persona joven como vos me lo pregunte. Actualmente ves que todos viven en pareja. No entiendo por qué toda esa cosa de por qué te casaste o no te casaste. Me divierte mucho en el fondo. Para mí el matrimonio debería de ser al final de una vida. Como terminar 30 materias y que te den el título. Para mí el matrimonio tiene que ser eso. Porque lo que ha hecho la prensa es un acoso. ¡Me miras como si estuvieras en otro planeta!

-No, entiendo. Creo que el matrimonio es un contrato que resuelve temas legales y financieros. Pero para ustedes tampoco venía por ahí porque eso ya estaba resuelto. Por eso le pregunto si tenía una carga más simbólica.

-Él quería. Para él, partir feliz era eso, como un caballero victoriano. Pasa que, como caballero victoriano, él decía que querer a alguien era casarse con alguien. Ser feliz era casarse conmigo.

-¿Escribirá un libro sobre su relación con Borges?

-No sé si sobre nosotros. Voy a escribir un libro aclarando todo y dando las biografías reales de todos los individuos que me han acosado durante 25 años. Va a ser muy divertido para mí.

-¿Y la historia de ustedes?

-No, eso es distinto. Para empezar, quiero dejar claras todas estas cosas, con toda esta gente deleznable, uno por uno. Están todos vivos, claro. Yo no hago libros después que mueran. No soy cobarde.

-Ha dicho que no tiene instinto maternal, pero ¿nunca se arrepiente de no haber sido madre?

-No, no. Siempre digo que, si como Borges decía, uno vuelve, se reencarna, que según él es lo más lógico, voto por ser mujer y por no tener hijos de nuevo. Un hijo es una hipoteca de por vida. Borges decía que yo era la primera prisionera de la libertad, porque para ser libre cortaba no importa qué, todo. Y decía que esa era una forma de prisión. Yo le contestaba: "Tiene usted toda la razón, pero esa es la única que psicológicamente yo soporto". Con esa lógica cartesiana, imposible continuar la discusión.

-Hace 25 años que dedica su vida por entero a otra persona. ¿Nunca le resulta agotador?

-Ah, pero yo lo amo. Si amas a alguien esa es tu vida. Es la mitad de mi alma.

-Pero eso nunca le permitió rehacer su vida con otra persona.

-Pero si vos tenés… no sé, ¿cuál es el brillante más importante del mundo? La Peregrina… Cuando los dioses te han dado eso en tu vida, ¿qué vas a hacer? Ya está. Yo no puedo arruinar eso. No quiero.

Publicado en El País, Montevideo, Uruguay, 2012

Imagen: Autorretrato de Jorge Luis Borges

Thursday, January 19, 2012

AROMA DE CAFÉ/BAÚL DE MAGO


Roberto Burgos Cantor

Los viajes largos le borran al viajero la perspectiva de la vuelta. Se quedan entonces en una frontera inmóvil donde por momentos los recuerdos parecen desaparecer. Esta sensación se acrecienta cuando se arriba a un lugar cuya geografía, calles, edificios, estatuas, parques y gentes, apenas son imágenes y sombras que dejan una novela o algunos libros con testimonios de peregrinos. Pareciera que el viajero se desprende de algo imperceptible.
Era una levedad nueva que sentí por primera vez en Port-au-Prince donde el avión hizo una escala. A la hora de luz improbable, huidizo crepúsculo, y aire denso del Caribe, el salitre parecía pegar su escarcha al fuselaje de la aeronave. En este instante la luz parece condenada a fundirse con las tinieblas.
Se viaja despojándose. Extenuado de desalojo caí en la claridad equilibrada de la tarde extendida en el verano incipiente de Viena.
Quedan pocos signos para reconocerse y se está más desvanecido que cansado.
Un baño de agua caliente desprende las migas que dejó en la piel la noche de avión
A. y J. vendrán ahora para hablar y caminar un poco. Indican un café y entramos. El Central. Allí se sentaba Trotsky en sus exilios a leer y escribir. Cada treinta minutos la cortesía de un pequeño vaso de agua. El implacable Krauss. La figura de Altenberg ocupando todavía una mesa. Nada de ruindad. Por el contrario, la elegancia del imperio en las paredes y columnas. El olor estimulante de diversos granos.
Me sorprendió la sabia veneración a un refugio de conspiradores y foráneos, de conversadores de buena ley y de silenciosos. Un espacio sin propósito donde apenas se tiene lo que se lleva y un café. Hoy me viene la pregunta de por qué desaparecieron aquellos rincones de Luis Carlos López y Artel. El uno con su anisado del mono y el otro con su ron. Mesas que hoy calentarían Rómulo Bustos y Raymundo Gómez-Cáseres.
Acepté el fervor por algo que definía la sensibilidad de nuestros tiempos: el café. Exigía un lugar y un rito. Me asomé a la mesa de Musil. Compré rosas en la alta noche a los turcos del pequeño café enfrente de la iglesia de Francisco. El café evita la locura de los pensamientos en libertad.
Algún invierno de violinistas desencantados, vi la pescera de humo del café Hawelka. Cerca, una placa de bronce brillado cada mañana, en el modesto hotel, proclamaba que allí el señor Kafka se alojaba en sus llegadas.
En Hawelka Óscar Collazos hablaba con la desatada Jellinek, premio Nobel austríaco. El campeón de carreras, Lauda, ocultaba los desastres de su accidente con una gorra coqueta de pelotero. En las paredes cuadros de pintores, grabadores, fotógrafos que empezaban. Y al fondo, omnipresente sin esfuerzo, Herr Leopold en el sillón a rayas rojas y amarillas. Siempre por las mañanas porque su mujer lo remplazaba en las noches. Jamás abandonó su corbatín, el chaleco de lana y su camisa a rayas bajo la americana marrón como la bufanda de Linus. El café olía a pan y al humo de los fumadores sin ansiedad que allí anclaban. Cada día el pintor de Viena, Hundertwasser, se sentaba en Hawelka a pensar las etiquetas del agua embotellada.
Me avisan que Leopold ha muerto en la cuesta de los 90 años. Esto aumentará la tradición del Hawelka, a pesar del mal invento del turismo.

Publicado en El Universal (Cartagena de Indias), enero, 2012

Imagen: El icónico Café Hawelka, Viena

Friday, January 13, 2012

“Memorabilia” y otras intimidades literarias/EL CLAVO EN EL ZAPATO


Por Fadrique Iglesias Mendizábal

Desde la infancia nos hemos esforzado por conseguir la llave del diario juvenil de nuestras hermanas mayores. Ahora con Facebook todo es mucho más fácil, ya que no sólo ellas, sino los cientos de contactos que tenemos, se esfuerzan por mostrar pedazos de su intimidad, más todavía con el nuevo “timeline”, que pretende llegar a ser un gran libro o secuela de recuerdos, todo en apariencia muy entrañable.

Ya lo sugirió Enrique Vila-Matas en una novela suya, “Extraña forma de vida”. Las personas comunes, pero más todavía quienes escriben, son curiosos compulsivos, que se esfuerzan por escudriñar en la privacidad del resto de la gente, teniendo siempre un prisma más exhibicionista, por muy pudorosos que sean.

Los diarios personales, a veces secretos, han sido un subgénero latente en la literatura, digamos que de culto, igual que la literatura epistolar. Ana Frank ha dejado quizás el relato personal más leído (y vendido) sobre las penurias durante la II Guerra Mundial; Oscar Uzín, ganador del Premio Nacional de Literatura Erich Guttentag en Bolivia y sacerdote dominico, defendía los diarios como una potencial escuela primaria de todo escritor; Rodrigo Hasbún y Maximiliano Barrientos, por su parte, han hecho de esta plataforma una pasión, reflejándose en la forma de su escritura y en sus inquietudes académicas; inclusive el Premio Nacional de Novela de este año ha recaído sobre la obra “Diario Secreto”, firmada por Claudio Ferrufino-Coqueugniot.

En el mercado anglosajón, las editoriales han respondido con éxito a estos impulsos de curiosidad con la edición de textos dedicados a lo que llaman “memorabilia”. El célebre cronista norteamericano del exceso, refundador del nuevo periodismo y conocido por impregnar de subjetivismo al objeto, Hunter S. Thompson, recopilaba vivencias, anécdotas y fotografías de lo que ahora se conoce como el periodismo Gonzo, una suerte de narrativa de la experiencia. El autor de “Miedo y asco en Las Vegas”, encarnada en el cine por Johnny Deep y Benicio del Toro, durante un viaje a Bolivia mencionado en “Cartas de miedo y asco, vol. 1: La carretera orgullosa”, apuntó destellos de su malditismo y vida de bohemia entregada al alcohol y a las drogas, dejando escrito en La Paz en 1962: "Estoy tratando de salir de aquí, en el tren de la selva, pero el hotel no aceptará mi cheque, así que no puedo salir. Me siento en la habitación a tocar el timbre por más cerveza. La vida ha mejorado enormemente desde que me he visto obligado a dejar de tomarla en serio”.

Pero la intimidad literaria no se reduce a los impulsos pasionales puntuales, mezclándose éstos a veces con proyectos literarios potentes. Si en el mundo hispano la literatura epistolar entre los argentinos Bioy Casares y Borges ha dejado abundante material para el análisis, el estudio y el recuerdo nostálgico, en Bolivia en 2010 se contó con una iniciativa valiosa, promovida por el poeta Rodolfo Ortiz, exbaterista de Loukass, recuperando cartas, folletos, poemas, revistas y dibujos de uno de los escritores más importantes de la historia boliviana, Jaime Saenz, en el especial de la revista literaria “La mariposa mundial” nº 18, y ya parece ser objeto de colección.

Llámense diarios personales, cartas, memorias, blogs, libretas moleskine, agendas gráficas o álbumes de fotos escritos a mano, “timeline” o biografía de facebook, necesitamos y nos interesamos por esa parte que no se quiere mostrar frontalmente pero que nos gustaría que se conozca algún rato.

Publicado en Puntos de vista (Los Tiempos/Cochabamba), 13/1/2012

Imagen: Vivir de buena gana, Dietario de Miguel Sánchez-Ostiz (Alberdania, 2011)

Thursday, January 12, 2012

Cartas de Pedro Kropotkin a Lenin


CARTA A LENIN (21 DE DICIEMBRE DE 1920)

Dmitrov, 21 de diciembre de 1920
Respetable Vladimir Illich:
Ha aparecido la noticia, en los diarios Izvestia y Pravda que da a conocer la decisión del gobierno soviético de tomar como rehenes a algunos miembros de los grupos de Savinkov y Cherkov del partido socialdemócrata, del centro táctico nacionalista de los guardias blancos, y a oficiales de Wrangel, para que, en caso de que sea cometido un intento de asesinato contra 108 líderes de los soviets, sean "exterminados sin piedad" tales rehenes.
¿Es que realmente no hay nadie cerca de usted que recuerde a sus camaradas y les persuada de que tales medidas representan un retorno al peor perfodo de la Edad Media y de las guerras religiosas, y es totalmente decepcionante de gente que se ha echado a cuestas la creación de la sociedad en consonancia con los principios comunistas? Cualquier persona que ame el futuro del comunismo no puede lanzarse a lograrlo con tales medidas.
¿Es posible que nadie le haya explicado lo que realmente es un rehén? Un rehén es aprisionado no por castigo a algún crimen. Es detenido para chantajear al enemigo con su muerte. "Si ustedes matan a uno de los nuestros, nosotros mataremos a uno de los suyos". Pero, ¿no es ésto la misma cosa que conducir al prisionero cada mañana hasta el cadalso y regresarlo a la celda, diciéndole: "Espera un poco más, todavía no"?
¿Y no comprenden sus camaradas que ésto es equiva- lente a una restauración de la tortura para los rehenes y sus familias?
Espero que nadie me diga que la gente en el poder se interesa tan poco por las vidas. Hoy en cita aún entre los reyes hay algunas personas que contemplan la posibilidad del asesinato como una "ocupación azarosa". Y los revolucionarios, por su lado, asumen la responsabilidad de defenderse a sí mismos ante las Cortes que atentan contra su vida. Luisa Michel eligió este camino. O rechazan el juicio y son perseguídos, como Malatesta y Voltairine de Cleyre.
Aún los reyes y los papas han rechazado tan bárbaro método de autodefensa como lo es el de tomar rehe- nes. ¡Cómo pueden los apóstoles de una nueva vida, y los arquitectos de un nuevo orden social dotarse de tales medios de defensa contra sus enemigos! ¿Tendrá que considerarse ésto como un signo de que ustedes consideran su experimento comunista fallido y que no están salvando tanto a ese sistema tan querido para ustedes, sino salvándose ustedes mismos?
¿No se dan cuenta sus camaradas de que ustedes, comunistas, a pesar de los errores que hayan cometido están trabajando para el futuro, y que por lo mismo, no deblan realizar su trabajo en forma tan cercana a lo que fue el terror primitivo? Ustedes deberfan saber que precisamente estos actos, realizados por revolucionarios en el pasado, han hecho de las nuevas realizaciones comunistas algo tan difícil de lograr.
Pienso que deben tomar en cuenta que el futuro del comunismo es más precioso que sus propias vidas. Y me alegrarla que con sus reflexiones renuncien a este tipo de medidas.
Con todo y estas muy serias deficiencias, la revolución de Octubre ha traldo un enorme progreso. Ha demostrado que la revolución social no es imposible, cosa que la gente de Europa Occidental ya habla empezado a pensar. y que, a pesar de sus defectos está trayendo algún progreso en dirección a la igualdad.
Por qué entonces golpear a la revolución empujándola a un camino que la lleva a su destrucción, sobre todo por defectos que no son inherentes al socialismo o al comunismo, sino que representa la sobrevivencia del viejo orden y de los antIguos efectos destructivos de la omnívora autoridad ilimitada?
Con camaradería y afecto.
Piotr Kropotkin


CARTA A LENIN (4 DE MARZO DE 1920)

Dmitrov, 4 de marzo de 1920
Estimado Vladimir Illich Lenin:
Bastantes empleados del Departamento Postal y Telegráfico han venido a mí con la petición de que pongaa su atención la información sobre su desesperada situación. Puesto que este problema no sólo concierne al Comisarlado de Correos y Telégrafos únicamente, sino también a la condición general de la vida cotidiana en Rusia, me he apresurado a transmitir su demanda.
Usted sabe, por supuesto, que vivir en el Distrito de Dmltrov con el salarlo que estos empleados reciben es absolutamente imposible. Es imposible siquiera comprar un kilo de papas con él; sé de ésto por ml experiencia personal. A cambio, ellos piden jabón y sal de los que no hay nada. Desde que el precio de la harina subió, es imposible comprar ocho libras de grano y cinco libras de trigo.
Resumiendo, sin recibir provisiones, los empleados están condenados a una muy real hambruna. Entre tanto, paralelamente al alza de precios, las magras provisiones que los empleados de Correo y Telégrafo han recibido del Centro de Abastecimiento del Comisarlado de Correo y Telégrafo, mismas que fueron acordadas en referencia al decreto del 15 de agosto de 1918: ocho libras de trigo por empleado y cinco libras más por cada miembro de la familia incapaz de trabajar, no han sido enviadas de dos meses a la fecha. Los centros locales de abasto no pueden distribuir sus provisiones, y la petición que los cientoveinticinco empleados del área de Dmitrov han hecho a Moscú, continúa sin respuesta. Hace un mes, uno de los empleados le escribió a usted personalmente, pero hasta ahora no ha recibido respuesta.
Considero un deber el dar testimonio de que la situación de estos empleados es verdaderamente desesperada. Eso es obvio al ver sus rostros. Muchos se están preparando para dejar su hogar sin saber a donde ir. Y entre tanto, es justicia señalar que realizan su trabajo conscientemente; se han familiarizado con su trabajo, y perder tales trabajadores no será útil para la vida de la comunidad local en ningún aspecto. Sólo afladiré que todas las categorías de empleados soviéticos en otras ramas del trabajo se encuentran en la misma desesperada situación.
En conclusión, no pude evitar mencionar algunos aspectos de la situación general al escribirle. Vivir en un gran centro como Moscú imposibilita conocer las verdaderas condiciones del país. El conocer verdade- ramente las experiencias comunes implica que uno viva en las provincias, en contacto directo y cerca de la vida cotidiana con las necesidades y los infortu- nios de los famélicos adultos y niños que se acercan a las oficinas a demandar siquiera el permiso para poder adquirir una lámpara barata de queroseno. No tienen solución todas estas desventuras para nosotros ahora.
Es necesario acelerar la transición a condiciones más normales de vida. Nosotros no continuaremos de esta manera por mucho tiempo; vamos hacia una catástrofe sangrienta.
Una cosa es indiscutible. Aún si la dictadura del proletariado fuera un medio apropiado para enfrentar y poder derruir al sistema capitalista, lo que yo dudo profundamente, es definitivamente negativo, inadecuado para la creación de un nuevo sistema socialista. Lo que si es necesario son instituciones locales, fuerzas locales; pero no las hay, por ninguna parte. En vez de eso, dondequiera que uno voltea la cabeza hay gente que nunca ha sabido nada de la vida real, que está cometiendo los más graves errores por los que se ha pagado un precio de miles de vidas y la ruina de distritos enteros.
Sin la participación de fuerzas locales, sin una organización desde abajo de los campesinos y de los trabajadores por ellos mismos, es Imposible el construir una nueva vida.
Pareció que los soviets Iban a servir precisamente para cumplir esta función de crear una organización desde abajo. Pero Rusia se ha convertido en una República Soviética sólo de nombre. La Influencia dirigente del "partido" sobre la gente, "partido" que está principalmente constituido por los recién llegados -pues los ideólogos comunistas están sobre todo en las grandes ciudades-, ha destruido ya la influencia y energía constructiva que tenían los sovlets, esa promisoria Institución. En el momento actual, son los comités del partido, y no los sovíets, quienes llevan la dirección en Rusia. Y su organización sufre los defectos de toda organización burocrática.
Para poder salir de este desorden mantenido, Rusia debe retomar todo el genio creativo de las fuerzas locales de cada comunidad, las que, según yo lo veo, pueden ser un factor en la construcción de la nueva vida. Y cuando más pronto la necesidad de retomar este camino sea comprendida, cuanto mejor ser~ La gente estará entonces dispuesta y gustosa a aceptar nuevas formas sociales de vida. Si la situación presen- te continúa, aún la palabra "socialismo" será convertí- da en una maldición. Esto fue lo que pasó con la concepción de "igualdad" en Francia durante los cuarenta años después de la dirección de los jacobinos.
Con camaradería y afecto.
Piotr Kropotkin

Imagen: Pedro Kropotkin

Wednesday, January 11, 2012

El Bukowski boliviano


por Nicolas García Recoaro

Los paceños cuentan que si te das una vuelta por los barcitos de mala muerte que están cerca del Cementerio General, podés encontrar ese mundo que caminó Víctor Hugo Viscarra, durante sus más de treinta años de vida en la calle. “El Bukowski boliviano”, me dijo el vendedor al que le compré “Avisos necrológicos” (Correveidile, 2005), cuarto libro de relatos de este escritor marginal paceño.

Víctor Hugo nació en la capital boliviana, un 2 de enero de 1956. “La Paz es una ciudad que odio. El frío, la marginación, todo me hace odiarla”, explicaba Viscarra sobre la urbe que lo maltrató desde su adolescencia. Y fue en aquellos años donde decidió que los caminos de la subsistencia en la calle y la escritura serían su destino. “Se podría decir que estoy demasiado emputado con mi existencia. Cada día que pasa, ni bien le estoy pescando gustito al sueño, ¡zas!, un puntapié disfrazado de negro me recuerda que tengo que levantarme y seguir caminando sin tener a donde ir. Porque para los miserables como yo, no existe el derecho de dormir nuestro cansancio encima de una tarima del pasaje Tumusla”, escupía Viscarra en Sobre llovido, llorado.

Narrador del margen y dueño de un lenguaje directo que atrapa, Viscarra escribe sobre lo que conoce: el insoportable frío paceño, el alcohol, la marginalidad. “Jamás podrán decir que Víctor Hugo escribía sobre lo que no sabía, como ocurre con varios escritores borders de moda”, me comentó la escritora y editora Virginia Ayllón. Relatos cortos y de un estilo similar al cross arltiano; historias autobiográficas que recuperan fragmentos de la vida errante donde el humor ácido y la agudeza se posan sobre la explotación que viven los marginados: “Y es que el k´epiri (cargador de mercado) es el mismo hombre que hace más de tres décadas ha llegado del campo a la ciudad (de donde más iba a llegar), y ante el rechazo que recibió tanto de los pobladores como de la misma ciudad, decidió quedarse a vivir en ella, aunque tenga que ser tratado peor que una visita indeseable”.

Viscarra eligió vivir en la calle hace más de tres décadas. Esas calles donde no tenía nada que perder, donde caminar la noche con un abrigo y su botellita fueron construyendo su universo. Sólo unos papeles garabateados que atesoraba en los bolsillos de su saco, guardan esas caminatas nocturnas. Cuando pesaban demasiado, quedaban olvidados en cualquier rincón de un boliche o junto al banco de una plaza. Lo que atesoraba Víctor Hugo no necesitaba espacio físico. En su último libro vaticinó su muerte antes de llegar a los cincuenta años. Se fue en mayo de 2005, tenía 49 años.

Imagen: Erich Heckel/Beim Vorlesen, 1914

Tuesday, January 10, 2012

An Underdog Story


Por: Sebastián Antezana

El término underdog se utiliza en el mundo angloparlante para designar a un individuo que, se supone, trae las de perder en una competición. Underdog es el candidato menos favorito, es en quien uno pone menos confianza, el caballo cojo y viejo en un Derby repleto de purasangres. Es ese individuo por quien uno, si es medianamente sensible, no apostaría nunca su dinero.

El término, como se supone, no se reduce a las metáforas deportivas sino que puede utilizarse en una mucho más amplia selección. En realidad, en cualquier tipo de comparación. Así, creo que no sería incorrecto decir que, en muchos sentidos, comparada con, por ejemplo, los demás países de la región en varios ámbitos, Bolivia es casi siempre el underdog.

No hablemos de prosperidad económica, no hablemos de estabilidad política, no hablemos de calidad de salud, de fortaleza institucional ni de poderío deportivo. Hablemos, como generalmente se hace en este espacio, de manifestaciones artísticas, hablemos de literatura. Si se hace una evaluación de los aportes de los países del continente a las historia de la literatura, si se comparan por nacionalidad las obras y los autores que han contribuido a crear y fortalecer eso llamado literatura latinoamericana, seguramente el nombre de Bolivia, si lo hace, aparecerá con mucha menos asiduidad que el de los demás países. No es ninguna sorpresa, en una imaginaria competencia que compare los méritos literarios de cada país por su relevancia regional, seguramente Bolivia aparecería en el último o penúltimo lugar.

Por supuesto, hay varias razones que explican esta deprimente marginalidad: la debilidad general de las editoriales bolivianas, su falta de vinculación incluso entre ellas; la falta de una infraestructura adecuada de apoyo y promoción de las letras nacionales, la excesiva compartimentalización y aislamiento de las iniciativas privadas; la poca relevancia de los absolutamente trascendentales ejercicios de la escritura y, sobre todo, la lectura, en un país donde las necesidades básicas son, en gran medida, apenas cubiertas… La poca relevancia de la literatura boliviana en el ámbito internacional no se debe, sin embargo, a falta de calidad, a un déficit de proyectos estéticos interesante, a una poco practicado ejercicio intelectual. Nada de ello, es su falta de fortaleza institucional lo que ha hecho, entre otras cosas, que nuestra literatura nacional sea una desconocida incluso entre sus vecinos.

Por fortuna (inserte música de fondo esperanzadora aquí), la situación parece, aunque ligeramente, estar cambiando o estar empezando a mostrar un cariz distinto. No quiero sumarme aquí a cierta tendencia de la prensa escrita que destaca el actual grupo de escritores nacionales de relativamente continua presencia en los medios como un grupo especialmente destacado, de especial calidad o algo así. No creo que lo que esté pasando hoy en cuanto a literatura sea especialmente novedoso o radicalmente original y, que por eso, esté empezando a conseguir, aunque de manera aún tibia, cierta relevancia. Creo, sin embargo, que hay ciertos rasgos que, vistos en conjunto, permitirían suponer que una larga tradición de “underdoguismo” podría estar en proceso de renovación.

Veamos algunos ejemplos concretos de ello, revisemos algunos nombres. ¿El primero? Bien podría ser el de Claudio Ferrufino-Coqueugniot: que en los últimos años se ha encargado de representarnos dos veces con progresivo éxito en concursos literarios como el Premio Casa de las Américas. Primero, en 2002, al salir finalista con El señor don Rómulo y, después, en 2009, al ganar el premio con El exilio voluntario. Además, Ferrufino-Coqueugniot es el más reciente ganador del Premio Nacional de Novela, pero eso, por el momento, es harina de otro costal. ¿Otro nombre? Qué tal el de Edmundo Paz Soldán, que si bien no ha recibido un premio internacional en los últimos años –aunque ganó el Premio Juan Rulfo de cuento en 1997 por el relato “Dochera”– es sistemáticamente citado como el escritor boliviano de mayor alcance internacional. Para muestra de ello sólo hace falta un botón, aunque podríamos aquí presentar más: Paz Soldán es el único boliviano en ser continuamente publicado por grandes editoriales extranjeras –Alfaguara, hasta hace unos años, y Mondadori en la actualidad–, es seguramente el escritor nacional más traducido y el más asiduamente invitado a ferias del libro y eventos literarios en todo el mundo, y la semana pasada el diario El Economista de México acaba de nombrar a su más reciente novela, Norte, como la mejor publicación en lengua castellana de 2011.

¿Algunos nombres más? Si se hace una revisión de los autores que contribuyen hoy a que la literatura boliviana esté dejando de ser un producto oscurantista, sería imposible no nombrar a Giovanna Rivero. La montereña es otra de las escritoras que comienza a ser publicada con asiduidad en editoriales extranjeras y, además de ello, acaba de ser elegida por la 25 Feria Internacional del Libro de Guadalajara, México, como uno de los 25 secretos literarios mejor guardados de América Latina, distinción que remarca la calidad de su trabajo y su creciente gravitación en el espectro latinoamericano. ¿Otro más? Rodrigo Hasbún, continuamente calificado de “joven escritor” –¿halago, término despectivo, reduccionismo sin mayor sentido?– otro de los escritores bolivianos que comienza a publicar en España con buen recibimiento y que fue nombrado en 2010 por la revista inglesa Granta como uno de los jóvenes escritores más importantes que escriben en castellano en la actualidad. Y así podríamos dar varios nombres más.

Títulos, premios y distinciones, así, poco a poco pero ya con cierta sistematicidad, van colgándose en las solapas de nuestra literatura nacional. Esto no quiere decir, por supuesto, que las cosas han cambiado ya definitivamente. Esto no quiere decir, ni siquiera, que las cosas hayan cambiado ni quiere ser tampoco una petición forzada por la internacionalización. Quiere, simplemente, lanzar una pregunta: ¿será que la recepción de la literatura boliviana fuera de nuestras fronteras comienza realmente a cambiar? ¿Será posible empezar a dejar de lado una larga y a veces dolorosa tradición der ser underdogs para comenzar a vernos, incluso a nivel regional, de igual a igual con nuestros países vecinos, para que la literatura boliviana comience a ganar la reputación que se merece, que nosotros de sobra conocemos pero que, fuera de nuestras fronteras, se evapora con pasmosa celeridad? ¿Será posible, a fin de cuentas, que, ayudados por las comunicaciones 2.0, apoyados por iniciativas estatales y privadas, y afirmados por la certeza de que lo que hacemos puede ser perfectamente un producto de exportación, que la literatura boliviana comience a ganar un sitio no sólo de relevancia, sino de influencia? Por supuesto, sólo nos queda esperar que así sea.

De OxígenoBolivia.com, 8/1/2012

Sunday, January 8, 2012

GRATITUDES/BAÚL DE MAGO


Roberto Burgos Cantor

Es la segunda ocasión en que nuestro Director me concede licencia para referirme a expresiones públicas en las cuales me veo comprometido. La primera fue para responder a mi maestra, Ana Elvira Román de García, quien publicó una conmovedora nota sobre éste su alumno de los años lejanos y presentes del jardín Montessori. A su sensibilidad, a su manera de transmitir la devoción por la música, el teatro, los disfraces, al patio misterioso de bongas, mangos y tamarindos, a no separar a las niñas de los niños, deben mucho mi vocación, o mi terquedad de escritor.
Y ahora en que agradezco el gesto, inesperado para mi, con el cual la alcaldesa María Mulata concluyó los actos del bicentenario y su mandato. Estar en una lista de personas que por diferentes motivos hacen el imaginario de una villa donde todavía conviven las brujas, los piratas, los inquisidores, las tribulaciones de la fe y los delirios del hambre, peloteros y boxeadores, maestros, investigadores de la historia y de la economía, pintores y músicos, misioneras, compromete un vínculo de amor con un territorio y sus seres que se convirtieron en morada del alma.
Este generoso reconocimiento me hizo pensar en lo caprichoso y en veces contradictorio de las repeticiones acuñadas. Así: la justicia por casa entra; nadie es profeta en su tierra. Ambas, como la mayoría de las sentencias extendieron su sentido originario, entonces exacto.
Pero la alcaldesa María Mulata fue perspicaz en la oportunidad. Exaltar al despedirse. Ese momento en que la autoridad se despoja del poder y retorna, satisfecha o desconsolada, a la condición de intemperie en que la mayoría asumimos el destino.
Ese acto de oportunidad implica delicadeza del gobernante. Aparta a los elegidos del ámbito de sospecha y controversia que por intolerancia y fracasos, impunidad y pillaje, han terminado por rodear a la gestión pública. La caspa que cubre sus actos y obliga a sacudirla.
Es probable que sea de pésima educación considerar los actos del gobernante y discutir su legitimidad. En esta discusión también actuó con el vuelo natural de las brujas la alcaldesa. Ejerció en representación del pueblo que la eligió, de las miles de mujeres que caminaron bajo la lluvia para depositar su voto por ella. Y así Pambelé y Valdez, el Tuerto López y Germán Espinosa, los investigadores de la pobreza del Banco de la República, Morón el de los goles y el de las sentencias, la universidad que fundó Simón Bolívar y yo, recibimos su mención con la conciencia de la otra sentencia: no sólo de pan vive el hombre. Y es esta vida por la que claman hoy millones de colombianos.
Cada quien responde de sus actos. Por curioso y entrometido conocí los esfuerzo de Gina Ruz y de Irina Junieles, ambas inspiradas en el entusiasmo místico de Jorge García Usta, y radicales en el esfuerzo de hacer huella al andar. Que María Mulata impulsara las compuertas de la cultura con jóvenes como ella es digno de encomio.
A mi como a tantos que guardamos en los hoyos del cangrejo a nuestros muertos, ancla de memoria, apenas nos resta decir: gracias María Mulata y en el vuelo que sigue usa más tu pico que tus alas. Buen viento.

De El Universal (Cartagena de Indias), enero 2012

Imagen: Raymond Pettibon, 1987