Saturday, December 17, 2011

Con el español David Serrano Blanquer/Campos de concentración olvidados


Andrea Blanqué

MAS DE cien campos de concentración funcionaron durante el franquismo, tema del cual apenas se habla en la España democrática. Pero no sólo en la península hubo presos. Muchos republicanos terminaron en los campos de concentración nazis. Sobre esto, los posteriores exilios, y la memoria de esta tragedia, vino a Montevideo para dar conferencias el Dr. Serrano Blanquer, profesor de Comunicación en la universidad catalana Ramón Llull y una autoridad en las relaciones entre literatura y
testimonio. Pero también tiene algo de detective y así pudo descubrir que en Uruguay vivía desde hacía sesenta años, en forma anónima, Juan Camacho, un español que había combatido por la República, luego luchado junto a Francia contra la invasión nazi, y sobrevivido a las canteras del campo de Mauthausen, para finalmente exiliarse aquí y hallar la felicidad y una familia.

Serrano Blanquer también encontró, en una maleta de un altillo con goteras, los papeles completos del gran escritor catalán (ex deportado) Joaquim Amat-Piniella, autor de la imprescindible novela K. L. Reich, censurada por el franquismo y que hoy se considera una de las grandes obras escritas por sobrevivientes.

CAMPOS EN ESPAÑA.

-¿Por qué apenas se menciona la existencia de campos de concentración como el que funcionó en Burgos?

-En primer lugar por 40 años de franquismo y una educación católica que hizo un daño tremendo al exigir el olvido como punto de referencia del pasado. Luego, porque la Transición hizo el papel del silencio: en aquel momento si no se desechaban algunos temas, como qué hacer con el dolor del pasado, y si no se hacía cierto pacto, no había posibilidades de seguir adelante. Eso nos vendieron con respecto a esa "transición modélica".

-Pero la transición española pertenece a los años `70 del siglo pasado...

-Es un pacto que se ha mantenido. Solo en los `90 -siguiendo el timing de lo que se conoce en Alemania como la "revolución de los nietos"- se pone sobre la mesa este tema. Un investigador joven, Javier Rodrigo, consiguió entrar a los archivos militares españoles por primera vez y en un congreso de 2001 que coordiné expuso la referencia a más de cien campos de concentración españoles.

-¿Cuál es la relación de los nazis con esos campos?

-En el año `38, aún antes de terminarse la Guerra Civil, dos altos cargos militares franquistas viajaron a Dachau, Alemania, donde las autoridades nazis les mostraron el sistema de represión a través del trabajo, con mapas, sistema del lugar y el esquema represivo general del Tercer Reich. Y así lo aplicaron en España.

-¿Hubo nazis que llegaron a España a supervisar esos campos?

-Hubo muchísimos espías nazis al servicio de las autoridades franquistas y que viajaron por todo el territorio peninsular. Si supervisaron esos campos, no lo sé, pero me da la impresión que no, básicamente porque los de España no tenían la eficacia que tuvieron los campos nazis. Eran más latinos... Pero eran campos de represión terribles en donde se aplicaban sistemas que en los campos alemanes no había, como la llamada "ley de fugas": los falangistas de cada localidad iban a buscar a los conocidos que estaban en el campo más próximo, los sacaban del campo, los dejaban "libres", les decían que se podían ir, y luego por la espalda los mataban. De ahí la gráfica expresión... Fue una represión feroz contra gente que nunca llegó a tener ningún tipo de juicio, ya no hablemos de "juicio justo", sino que directamente se los fusilaba.

-En los campos de concentración nazis hubo millones de prisioneros de diversas etnias, como judíos, gitanos, rusos, etc. Pero poco se sabe que también hubo miles de españoles republicanos. Por ejemplo, en Mauthausen.

-El último archivo realizado en Catalunya da un número final de unos 10.500 españoles en campos nazis, teniendo en cuenta que el número de mujeres no se conoce, porque el campo de Ravensbrück, donde estas fueron internadas, quemó sus archivos. Pero de los 10.500 que sí se sabe, solo sobrevivió una quinta parte: muy pocos. Entre los campos principales tenemos Mauthausen, donde llegaron los primeros convoyes, una vez que el ministro del Interior de Franco, Serrano Suñer, desestimó el
ofrecimiento de los nazis de enviar a España todos los republicanos que iban "recogiendo" por la zona ocupada.

en los campos alemanes.

-Serrano Suñer, el Cuñadísimo, hermano de Carmen Polo de Franco... Esos españoles que Serrano rechazó estaban exiliados, no propiamente en la Resistencia francesa.

-Claro, la primera parte de los deportados eran republicanos que estaban al servicio del gobierno francés trabajando obligados, pero cuando la ocupación alemana los franceses se desentendieron completamente. Los alemanes querían librarse de ellos, y bajo la recomendación de la Junta de refugiados españoles en el exilio parisino, se decidió devolverlos a España. Y al no encontrar respuesta positiva por la parte española -un fenómeno único en la historia represiva mundial en dictaduras-, los nazis, como prisioneros antifascistas, los enviaron a los campos. El primero fue Mauthausen, en la Alta Austria, donde llegaron en trenes desde junio del `40 ellos para construirlo con sus manos. Allí fueron a parar 7.500. Luego llegaron a otros campos, como Dachau. Cuando comenzó la Resistencia Francesa, y a partir del `43, los nazis fueron deteniendo a los españoles que estaban luchando en la zona ocupada, ya sea como maquis, enlaces, formadores o combatientes: esos fueron a parar a
Buchenwald.

-Como el escritor Jorge Semprún, los españoles internados en campos nazis tenían sobre el traje de prisionero un triángulo rojo con una "S" y el número de preso. Significaba "Rotspanier", rojo español. ¿Qué piensa de esa meticulosidad nazi de clasificar a las víctimas, jerarquizarlas?

-Creo que buena parte del éxito del sistema del Tercer Reich se fundamenta en la modernidad de su instrucción. Se decide por ley quiénes son los colectivos que hay que perseguir, se les judicializa -se hacen leyes- y se consigue que toda la red burocrática ejecute esas leyes. Y son muy eficaces, porque no hablan de personas, sino de leyes. Es una simple mecanización del horror. Zygmunt Bauman lo explica muy bien. El individuo "ya no se da cuenta", porque simplemente está "recibiendo órdenes". También lo expone Hanna Arendt en su libro sobre el juicio a Eichmann. Así se explica que la construcción del Tercer Reich funcionó en base a legalidades completamente horribles.

-Aunque la clasificación es característica en todos los genocidios.

-Pero no a este extremo ni desde un país tan avanzado, culturalmente, científicamente. Solo así se pueden entender "los experimentos".

-¿Cómo afectó a los prisioneros españoles esa clasificación?

-El colectivo republicano fue un colectivo singular. No hay otro equivalente, por lo que se refiere a su procedencia: venían del ámbito militar, que implica disciplina, orden, jerarquía, y también del ámbito político. Hubo intelectuales no muy bien preparados para el trabajo de un campo de concentración, pero el hecho de estar muy organizados y muy concienciados, dada la experiencia de la República y la Guerra Civil, revirtió en que ellos tuvieran e idearan un sistema, muy precario pero único, de autodefensa ante el horror. También es cierto que llegaron a los campos al principio y que estuvieron en la parte administrativa, con lo cual, dentro de las escasas posibilidades, podían controlar al colectivo, por ejemplo, cambiar a un compañero de comando.

-Eso también lo hicieron los comunistas. Luego hubo quien se lo reprochó a Semprún.

-En todos los campos, quien quiere liderar siempre esa célula clandestina, es el Partido Comunista. Al ser más jerarquizado, más militarizado, le es mucho más sencillo que a los libertarios españoles, que no están de acuerdo con este tipo de fortaleza. Pero al final todos colaboran, ya sea un nacionalista vasco, un republicano, un integrante de la CNT, un nacionalista catalán... podía haber rencillas entre ellos, pero finalmente había una solidaridad porque lo que prevalecía era la lucha antifascista.

LITERATURA CONCENTRACIONARIA.

-Usted fue el primer europeo que realizó una tesis doctoral en 2001 sobre lo que denomina "literatura concentracionaria". ¿No le parece un poco tarde para Europa?

-De hecho, tan tarde que a mí no me dejaron utilizar el concepto "concentracionario", porque no existía. Sí se utilizaba en Francia, pero en España no estaba admitido, ni en catalán. Y tuve que imponer mi criterio -soy filólogo- porque yo quería utilizar como objeto de estudio toda la literatura que surgió de los campos de concentración, sin verme encorsetado en la literatura de la Shoá, que tiene unas limitaciones restrictivas en torno al Holocausto que yo quería ampliar. Si tenemos en
cuenta lo tardíamente que se han publicado las obras literarias de este tipo importantes, creo que mi tesis haya surgido tarde es normal.

-¿Tendrá que ver con el imperativo de la memoria? Se acabó el siglo XX y surge la pulsión de recordar todo el horror sucedido en él. ¿Podría hablarse de un canon de la literatura concentracionaria?

-Para mi tesis yo leí unas 2.000 obras. En ella intenté sistematizar los distintos géneros y tipos de texto, lo cual es complicado porque... ¿a Primo Levi dónde lo colocas? ¿Ensayo, literatura?

-Todo es literatura, pero no ficción. ¿Y qué diez nombres principales elegiría?

-Para mí, hay una tripleta que es imprescindible: Levi, Semprún, Imre Kertész, y luego el catalán Amat-Piniella, Hanna Arendt, Paul Celan, Elie Wiesel, Enzo Traverso, Paul Steinberg y Robert Antelme, por poner diez que desde mi punto de vista han hecho aportaciones sustanciales a la reflexión sobre la condición humana.

-¿Le han acusado de masoquista por leer estos libros?

-Sí, claro.

-Convengamos que su lectura a pesar del horror es edificante y paradójicamente da placer.

-A mí me hacen crecer y es lo que respondo cuando me acusan de masoquista desde hace muchos años. Mi médico me dice que me dedique a la literatura infantil que es mucho menos peligroso. Pero... ¿alguien cuestionaría a un oncólogo que se dedicara durante 25 años a estudiar el cáncer? Yo creo que el sufrimiento es un componente muy importante de la condición humana.

-¿Usted cree que es posible "no juzgar", es decir, suspender el juicio ético ante aquellas víctimas que fueron obligadas por los verdugos a actuar también de verdugos? Porque estos escritores sobrevivientes juzgan a algunas víctimas, y mucho.

-Hay estudios sobre la Shoá extraordinarios e imprescindibles. Dicho esto, que es lo más importante, debe decirse también que hay una serie de tabúes. Yo hice un estudio sobre la homosexualidad en los campos, y me costó muchísimo. La prostitución, el tiempo libre... son temas silenciados. Esta pretensión sobre lo que se puede decir y lo que no se puede decir, a mí no me interesa. ¡Incluso, en la literatura de la Shoá llegó a plantearse que solo se podía escribir testimonio, que no se podía escribir ficción! Pero al final, esto es un caso perdido, porque la fuerza de los hechos demuestra que la ficción es mucho más potente
para llegar a esa verdad íntima de la que habla Amat-Piniella.

-Autores que recién salidos del campo se zambulleron a escribir, parecen ser más duros al juzgar entonces que posteriormente, como Levi cuando en los `60, en Los hundidos y los salvados, crea el concepto de "zona gris".

-Yo creo que en esta obra Levi no "critica" pero muestra una visión bastante pesimista de la condición humana: el mal es inherente al hombre.

-De hecho, Semprún era comunista, Antelme era comunista, y aún los judíos como Wiesel y Levi parecen perder la fe luego de la experiencia nazi. Y sin embargo, aunque no crean en Dios, creen en el mal.

-La gente librepensadora tiende a pensar sobre el bien y el mal, porque el bien y el mal no son patrimonio de la religión. Lo interesante de ellos es que se desprenden de la coraza de la religión para preguntarse: si hemos llegado hasta aquí ¿para qué creemos y en qué creemos? Y más con lo que les tocó vivir. Semprún habla del Mal Radical siendo un comunista. Preguntarse hasta qué punto el hombre es malo por naturaleza es una pregunta eterna. Lo que sí ninguno de estos escritores pierde es esa esperanza, ese punto desde el que el hombre va a crecer. Steinberg hablaba incluso del homo del campo de concentración, como si la especie fuese a salir de esa experiencia reforzada. Y Amat-Piniella habla del Hombre con mayúscula que sale victorioso de los campos y que ha aprendido la lección.

Creo que ellos sienten que tienen una misión que cumplir: quieren dar testimonio para que no vuelva a ocurrir, pero no los veo en una posición punitiva, más bien al contrario. Son gente que desde la humildad necesita hacer su aportación como necesidad interior, como imperativo ético. Convierten en materia literaria su vida, y para que esta tenga un sentido tiene que ser traumática: está estudiadísimo, nadie escribe desde la felicidad, sino que se escribe para intentar comprender aquello
que ha hecho sufrir para llegar a la verdad del dolor, la verdad del mal. Y esa sería la característica de esta literatura: intentar indagar en los mecanismos de resistencia de la condición humana ante la pérdida absoluta.

-Semprún en Viviré con su nombre, morirá con el mío, reconoce que cambia nombres y situaciones para cumplir con las reglas de la verosimilitud. ¿Es un mecanismo que hacen todos?

-Sí, por supuesto. Semprún reconoce que en su novela El largo viaje se inventa al "chico de Semur" para no tener que volver a hacer solo ese viaje terrible, el de la deportación, al escribirlo como literatura. Y el recurso de Amat-Piniella es, a partir de un universo increíble de gente, sintetizarlo en personajes que representan actitudes éticas frente a la vida, en una gradación perfecta desde el que mantiene una actitud moral hasta la muerte, hasta aquel que se deja embrutecer completamente. Va más allá del concepto "zona gris". De hecho, hubo represaliados cuando se liberaron los campos.

ENFRENTAR LA MEMORIA.

-¿Cómo explica que muchos de estos libros fueron escritos luego de la liberación pero solo se publicaron o tuvieron éxito décadas después?

-Europa quedó absolutamente traumatizada y fue algo difícil de entender incluso para aquellos que lo habían vivido. Hay unos años en que es verdaderamente complicado enfrentar la memoria, y tiene que pasar una generación para que este tema pueda empezar a plantearse, siempre con muchos condicionantes, como por ejemplo la cuestionable obligatoriedad de que fueran testimonios en bruto: que no hubiera juicio ni ficción ni pacto de invención. Si a esto agregamos las dificultades del pueblo
sobreviviente para afrontar su nueva vida de "aparecido" -término que usa Semprún-, se entiende que la gente no quería escuchar. Yo lo he vivido con las portadas de mis libros. Las editoriales tenían miedo de que el público no se acercara: es un tema muy sensible que te enfrenta a ti mismo y a los límites de la condición humana, que no siempre a uno le apetece en cada momento de su vida.

-Pero estos temas son imprescindibles en los planes de enseñanza y en los museos.

-En España hay muy poco de esto. Mientras que en Francia en los liceos se estudia a Semprún y en Italia a Levi, en España Amat-Piniella solo estuvo en los colegios tres años. Es un libro que "entró y salió". España tiene problemas con la memoria democrática. Hay pueblos de Teruel donde aún están las huellas en las paredes de los fusilamientos de los republicanos pero las calles llevan los nombres de los golpistas: General Sanjurjo, Mola, etc.

-¿Qué opina de lo que dicen tantos españoles refiriéndose a la Guerra Civil... "en la guerra todos pierden", republicanos y franquistas, como si hubiera un mismo nivel de sufrimiento?

-Ese fue uno de los grandes triunfos de la educación franquista, que se llegue a pensar eso. Había un régimen democrático, guste o no, con muchos problemas, sí, pero hubo un golpe de Estado. En la República se avanzó en cuanto a los derechos de todo tipo, de las mujeres, educativos, de sanidad, etc. Es evidente que había muchas cuentas pendientes, como un anticlericalismo desde hacía siglos. Ahora es muy fácil decir "mataron a curas y monjas inocentes", pero el anticlericalismo existía porque la Iglesia había tenido una actitud determinada durante muchísimos años. Lo cual no justifica errores del lado republicano.

Y cuando alguien se rebela contra un sistema democrático... confundirse y poner a todos en el mismo sitio es un error gravísimo, es hacerse trampa. Hay algo peor, que es decir que "todos hicieron barbaridades": pero no hay que olvidar que unos defendían un sistema democrático y otros impusieron un régimen dictatorial que duró cuarenta años y que realizó en tiempo de paz una represión implacable.

-¿Del millón de muertos de la Guerra Civil cuántos se deben a la represión franquista posterior a 1939?

-Unos 250.000. Fusilados, prisioneros en campos de trabajo... O juicios sumarísimos, como Lluís Companys, el presidente electo de la Generalitat de Catalunya, asesinado por la dictadura. Y aún hoy no se ha podido anular su juicio. Es algo impensable en cualquier país normal del mundo. Solo en Catalunya se han contabilizado 600 fosas comunes.

Resiliencia

EN SU ÚLTIMO libro, Un cadáver en el espejo, Serrano Blanquer realiza un ameno relato biográfico de la vida del español/uruguayo Juan Camacho, longevo, lúcido, adorable, que falleció en 2009 luego de haber ido sus últimos tres años de vida a recorrer nuevamente Mauthausen, como tantos sobrevivientes hacen al final de sus días. El libro es además un ensayo
sobre la resiliencia y sobre la literatura que esta genera, una puesta a punto con la historia reciente y un encuentro con un ser humano extraordinario que vivió entre nosotros sin hacer alarde jamás de nada. Lo distribuye en Uruguay librería Puro Verso.

Los libros de Serrano Blanquer han sido publicados mayoritariamente en catalán, y sus títulos son elocuentes: La hora blanca, Un catalán en Mauthausen, Las mujeres en los campos nazis, Morir en Euskadi: 1938-1940 y Morir en Canarias: 1936-1941. Dirigió el Diccionario crítico de la literatura europea de los campos de concentración y exterminio nazis (en francés).

Publicado en El País, Montevideo, 2011

Imagen: Ramón Milá/Preso picando piedra, 1946

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