Thursday, August 11, 2011

ACUERDOS O ADHESIONES/BAÚL DE MAGO


Roberto Burgos Cantor

Habría que preguntar por qué los colombianos tenemos la tendencia a considerar las diferencias entre unos y otros una anomalía, cuando no un daño. Nos cuesta lo indecible compartir acuerdos mínimos sobre lo indispensable para construir sociedad. Queremos una coincidencia total en las maneras de pensar y en las creencias. Somos capaces de matarnos porque el vecino es aficionado al equipo de fútbol distinto al de nuestra predilección. Estamos quisquillosos en una conversación donde participan ideologías distintas. Algo nos inoculó el odio a la diferencia. Nos volvió ineptos para las discusiones que pretenden exponer el fundamento de una posición filosófica, política, deportiva, culinaria, y jamás quieren imponer una verdad, provisoria y deleznable como son las verdades de la época.
No se exagera. Fui testigo de cómo un médico de tranquila soltería y un diseñador de cocinas que se ríe de sus caídas casi se arrancan las orejas. El motivo: una charla sobre el poder de fuego de los aviones israelíes cuando sobrevuelan la cordillera.
En los días recientes las pascuas del cambio de clima tienen al país fascinado con el añejo humor cachaco y las señoras de pañolón rezan al de Monserrate para que lleve con bien al Vicepresidente encomendado al de Buga. Su santo poder no iluminó al Fiscal anterior, no al encargado que ya recibirá reprimendas de la virgencita de La Candelaria, sino al que estaba en propiedad sin propiedad. En ese aire menos enrarecido, pero con la hedentina de muertes injustas, resulta curiosa la manera como se ha calificado la postura de la Corte Suprema de Justicia y la del Consejo de Estado frente al proyecto de reforma a la justicia presentado por el gobierno. La mayoría de las noticias y comentarios se refieren a una ruptura entre ramas del poder público, a un choque, a una desavenencia.
Es probable que distinguir entre reflexiones y trapisondas criminales sea difícil después de cuanto Colombia padeció. A lo mejor los ciudadanos están aburridos de griterías y ejercicios de eso que los escolares llaman matonería. Sería torpe no aprovechar la baja de tensiones, el olvido del temor, para estimular controversias sanas y exentas de las mentiras de los intereses particulares.
De esta manera no es sensato seguir con los calificativos de los años de oprobio. Choque de trenes entre ellos. De alguna forma ligera los colombianos sabemos que desde la agonía del gobierno anterior un grupo de juristas expertos y de insobornable condición convenían los términos de una reforma. Al empezar el gobierno actual dio prioridad a la reforma. Han hablado y bastante. Han pospuesto repetidas veces la fecha en que debieron mostrar a la comunidad los acuerdos sobre la reforma. Y nada.
No parece aceptable que después de tantos análisis se nos diga que falta plata y esa carencia es el problema. Si es así, propongo de Ministro al director de cine Lisandro Duque. Cuando le afirmaron que la penumbra del cine colombiano era por los presupuestos de Guerra de las Estrellas, armó un chasis con Mayito en Ambalema y produjo esa espléndida cinta que se llama Visa USA.

El Universal (Cartagena de Indias, Colombia). agosto, 2011

Imagen: Laura Baker/Tírame un hueso, 2010

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