Friday, December 23, 2011

EL ENAMORADO DEL TUERTO/BAÚL DE MAGO


Roberto Burgos Cantor

La borrachera de la dama de la guadaña en lo que va del año, me lleva a pensamientos extraños, lejanos a los del consuelo. No sé si los vuelos de la cigüeña traen más nacimientos a las chimeneas o a los pesebres, que los ataúdes que a diario pagan su moneda a Caronte por la travesía en las corrientes del olvido.
Me atribuló no saber si la presencia de los vivos mitiga la soledad de los muertos, su indiferencia definitiva.
La avariciosa muerte vino por Guillermo Alberto Arévalo cuya obra crítica y desprendida militancia en este proyecto de Sísifo que ha sido la imaginación de una alternativa de izquierda, en Colombia, son ejemplares.
Para Cartagena de Indias, Arévalo es un motivo de gratitud. El fervor y la dedicación con que logró reunir los poemas de Luis Carlos López, el perspicaz prólogo donde sitúa la obra del poeta irónico, tierno, revulsivo, anfiscio, lograron fundar un espacio para una poesía que es una de las renovaciones del lenguaje y del entendimiento de lo poético. Las ediciones del ambicioso proyecto por el Banco de la República, primero, y por la colección de Ayacucho, en Venezuela, después, dan cuenta del logro.
Cuando lo conocí yo cargaba la vergüenza y la admiración por el rescate de la obra del Tuerto que amenazaba ruina después que el ensayo escrito por don Ramón de Zubiría se perdió en un taxi. Nada excepcional. Al poeta de la Martinica lo descubren los surrealistas franceses. A Luis Carlos López lo jala del naufragio un cachaco. Es probable que la cercanía obnubile o genere rechazo como en los imanes.
Algo ocurría con la navegación de las palabras en el mar tormentoso de la época. Leía los ensayos de Arévalo, recuerdo uno sobre el melodrama, y él no lo sabía. Él leía mis cuentos y novelas y escribía alguna reseña o hablaba a sus alumnos, muchos hoy, y yo no lo sabía. Me encantaban sus análisis sobre la novela Los parientes de Esther, de Luis Fayad.
Como dicen las abuelas, Guillermo Alberto dio el paso. Es decir me invitó a conocernos. Creo que la gente del altiplano, a pesar de su sociedad recogida y con prejuicios, vive mejor las exigencias de lo social. Los cartageneros preferimos no incomodarnos, el hábito del cangrejo de vivir encuevado, nos releva de los rituales del salón.
Así estuve en su casa. Él quería que conociera además a su maestro, Eduardo Camacho Guizado. Fue una noche espléndida donde nos emborrachamos de escocés y afectos viejos recién aflorados. A lo mejor el ser humano requiere de estos hilos que tejen almas para poder ampliar la atarraya de lo colectivo. Es decir sentimientos previo a las coincidencias o desavenencias de la ideología.
De las primeras miradas contemporáneas a Candelario Obeso, el guardián del cementerio de Santa Cruz de Mompox, una fue la edición de Arévalo en la bella colección que inició Arango editores.
Ahora que lo miro en la cajita, silencioso y resignado, arropado por la bandera roja con letras amarillas de su partido, y las rosas a sus pies, no puedo menos que incurrir en la inutilidad del llanto y seguir lamentando las injusticias de la vida y de la muerte. Mi amigo.

Publicado en El Universal (Cartagena de Indias), diciembre, 2011

Imagen: Guillermo Alberto Arévalo

Tuesday, December 20, 2011

Poema de Aimé Cesaire a Frantz Fanon


Poema de Aimé Césaire, totalmente inédito en castellano, dedicado a Frantz Fanon y que aparece en Moi, laminaire Ed. du Seuil 1982, traducido por Lourdes Arencibia

A propósito del Ciclo de Pensamiento Social Caribeño: “Actualidad de Frantz Fanon: hacia un humanismo renovado”, que se ha celebrado en la Casa de las Américas del 24 hasta este 28 de octubre, La Ventana ha recibido de manos de Lourdes Arencibia ―Premio Aurora Borealis 2011, la máxima distinción que otorga la Federación Internacional de Traductores (FIT)―, la traducción del poema de Aimé Cesaire "Par tous mots/ guerrier-silex", totalmente inédito en castellano y dedicado a Frantz Fanon.

AIMÉ CÉSAIRE
"Par tous mots

guerrier-silex"



le désordre s’organise evalueur des collines

sous la surveillance d’arbres à hauts talons

implacables pour tout muffle privé de la rigueur des buffles

ça

le ça déglutit rumine digère

je sais la merde (et sa quadrature)

mais merde

que zéle aux ailes nourrisse le charognard

bec

la pouture sans scrupules

tant le coeur nous défaut

faux le rêve si péremptoire la ronde

de ce côté du moins s’exsude

tout le soleil enmagasiné à l’ envers

du desastre

car

oeil intact de la tempête

aurore

ozone

zone orogène

par quelques-uns des mots obsedant une torpeur

et l’accueil et l’éveil de chacun de nos maux

je t’enonce

FANON

tu rayes le fer

tu rayes le barreau des prisons

tu rayes le regard des bourreaux

guerrier-silex

vomi

par la gueule du serpent de la mangrove.



"Con todas las palabras

guerrero-sílex"



se organiza el desorden valuador de colinas

bajo la vigilancia de árboles con tacones altos

implacables para cualquier hocico privado del rigor de los búfalos

eso

el eso deglute, rumia, digiere

conozco la mierda (y su cuadratura)

pero mierda

que celosa de las alas alimente al carroñero

pico

el engorde sin escrúpulos

de tanto corazón como nos falta

falso el sueño tan perentorio la ronda

por ese lado al menos se exuda

todo el sol almacenado al revés

del desastre

pues

ojo intacto de la tempestad

aurora

ozono

zona orógena

por algunas de las palabras que asedian un entorpecimiento

y la acogida y el despertar de cada uno de nuestros males

te enuncio

FANON

tú suprimes el hierro

suprimes los barrotes de las prisiones

suprimes la mirada de los verdugos

guerrero-sílex

vomitado

por la boca de la serpiente de los manglares.

Publicado en La Ventana. portal informativo de la Casa de las Américas (Cuba), 20/12/2011

Entrevistas: Con Leonardo Padura, una mañana «a lo cortico»


El escritor cubano Leonardo Padura, laureado recientemente en Francia con el Premio Roger Caillois, fue invitado este martes por el ICIC Juan Marinello, en La Habana, a conversar sobre el proceso de investigación y escritura de su novela El hombre que amaba los perros

Marianela González Lavandero

A Leonardo Padura le divierte que le consideren “un escritor valiente”: se inquieta mucho, dice, cada vez que termina un libro. Ineludiblemente, se le parecen. Y él, ineludiblemente, es un hombre que cuestiona. Contrario a lo que muchos hemos pensado, las historias de Mario Conde no son su mejor espejo. Escuchándole hablar, conocemos que La novela de mi vida ―la de Heredia― es la obra donde Padura ha volcado todo lo que piensa y siente “sobre lo que es Cuba, sobre lo que han sido las instituciones cubanas, la sociedad pasada y presente, la condición humana. No tengo dudas: es el libro en el que más estoy yo, aunque quizá sea el más difícil de relacionar conmigo”.

Más que su alter ego, Conde es un prisma a través del cual Leonardo Padura nos propone mirar la sociedad cubana. Sin embargo, confiesa que con los años el personaje se le ha ido acercando. “Al principio, se trataba de un investigador policial; pero en La neblina del ayer y en la novela que estoy escribiendo ahora, se va aproximando más a mí porque es un hombre al margen de una institución oficial, con determinados comportamientos y maneras de participar de la realidad”.

Pero en El hombre que amaba los perros ―la novela que relata el asesinato del líder revolucionario y teórico comunista León Trotski a manos del comunista catalán Ramón Mercader, y la estancia de este personaje en Cuba a partir de 1960―, el juicio histórico le interesó más a Padura que su propia individualidad. Por eso, el personaje de Iván tiene ese carácter metafórico y representativo de una generación entera, más que de alter ego. “Mario Conde vive nuestra cotidianidad y, por ello, pretendo darle una corporeidad más próxima a una persona real; pero Iván es la reunión de muchos personajes en uno. Algunos lectores podrán sospechar de que a este muchacho le ha sucedido de todo: ¡yo necesitaba que le pasara de todo, porque Iván es la experiencia vital de mi generación!”.

Si sus novelas policíacas o la novela histórica sobre nuestro siglo XIX, le proporcionaron a Leonardo Padura ciertos prismas para mirar su país y proponer dicha mirada a los lectores, en los cerca de diecisiete idiomas en que sus obras han sido publicadas; El hombre que amaba los perros es su deuda con los cubanos: los dos años que dedicó a hurgar en los entonces recién abiertos archivos de Moscú, le revelaron informaciones total o parcialmente desconocidas para el gran público de su país. Contradictoriamente, rastros de una historia que nos concierne, en la medida que también participamos de su construcción.

Asegura el escritor que el 80% de la información que pudo reunir en esos dos años, era una novedad para los cubanos. También para él. Mientras indagaba, Padura accedía cada vez más a un conocimiento mayor, hallazgos que le permitieron “establecer conexiones entre sucesos históricos. A partir de ellos y con mi experiencia personal, fui percibiendo que esta novela sería una forma de entender qué había pasado con la historia y con nosotros mismos”.

El primer desafío fue decantar toda la información que iba reuniendo. En dos años, el investigador logró conformar una cronología de 800 páginas, como una herramienta para conectar acontecimientos, personajes y situaciones; pero el escritor debió sacrificar, a favor de la ficción, sucesos históricamente decisivos que incluso había llegado a escribir.

Graduado de Filología, Padura recibió durante la carrera cierto entrenamiento para la investigación. Luego el periodismo le abrió las puertas a un oficio que privilegiaba por igual las horas en la biblioteca y la experiencia de la cotidianidad. Le gusta tanto la investigación, que a veces teme que le seduzca más que la escritura; pero no fue el caso de El hombre que amaba los perros. Esta novela retaba a la astucia del escritor con un problema dramático: el clímax de la historia era conocido desde el principio del libro. “Mercader mató a Trotski el 22 de agosto de 1940, ese día entró y salió de la historia”. Como si se tratase de su propia Crónica de una muerte anunciada, Padura tenía que hacer de ese handicap un pie forzado para generar interés por el proceso, a partir de los recursos narrativos.

“Es el dilema de toda novela histórica: el equilibrio novela-información, hecho histórico-ficción”, dice Padura. Y agrega otra desventaja: el personaje de Trotski prácticamente estaba biografiado por él mismo y los espacios de ficcionalización eran muy escasos. De modo que decidió empezar la novela justo cuando Trotski termina su autobiografía, en el momento en que es deportado de la Unión Soviética. “Trotski era un hombre absolutamente político: desayunaba, almorzaba y comía política. La relación con su familia y sus perros fueron los caminos que elegí para encontrar la humanidad de este personaje. También, para reconstruir a Mercader: un hombre sin historia que aceptó cometer un crimen como parte de una necesidad histórica”.

Las más de 500 páginas del libro (en la edición cubana) recrean la preparación y consecución del asesinato de Trotski en México por Ramón Mercader, la estancia del catalán en Cuba desde 1960 y una tercera línea que conecta la historia con la actualidad cubana, a través de un personaje de la generación de Padura quien, supuestamente, conoció a Mercader sin saber quién era en realidad.

El hombre que amaba los perros es, también, la novela de este hombre que vivió en Cuba como Jaime López: un tipo común, aunque usara guayabera y zapatos más bonitos que los que podía usar cualquiera de los cubanos en los años 60 y 70. Para Padura, un elemento excitante de revelar parte de su historia, era que los lectores de Cuba nos detuviésemos un momento en la lectura para pensar: cualquier día de aquellos años, pude caminar por la acera y tropezar con el asesino de León Trotski…

El propio autor, sin embargo, reservó para sí mismo expectativas mayores: “cuando entré en la Universidad, en 1970, Trotski era un nombre sin ningún significado. Cuando salí, era un nombre con un significado absolutamente peyorativo. Y lo prohibido siempre genera atracción, de modo que este libro satisface un interés que he tenido desde entonces”.

La novela se publicó, por primera vez, en España (2009). En la pasada Feria del Libro de La Habana, su presentación y venta se convirtió en un problema de orden público: en una pequeña sala de La Cabaña, más de un centenar de personas sobrepasaron con creces el número de ejemplares disponibles. El texto, luego, no llegó a las librerías de la ciudad. Quienes tuvieron entonces la suerte de comprarlo, lo han prestado a sus amigos y estos, a su vez, a sus conocidos. Como la propia historia de Mercader, el desconocimiento alimentó la ficción. Por eso le complace tanto a Padura, entre todos los que ha recibido en Europa, el Premio de la Crítica en Cuba.

A la larga lista se ha añadido recientemente el Premio Roger Caillois en la categoría de Literatura latinoamericana: un reconocimiento que otorgan la Maison de l’Amerique Latine, la Sociedad de Lectores y Amigos de Roger Caillois y el Pen Club Francés. Lo han obtenido también, entre otros autores, José Donoso, Mario Vargas Llosa y Roberto Bolaño. En los 20 años que acumula, el premio le es conferido por primera vez a un cubano.

Aunque asegura sentirse “muy orgulloso” de haber recibido este y otros muchos premios en Europa, insiste en que El hombre que amaba los perros es un libro escrito, “desde la primera hasta la última línea”, pensando en los lectores cubanos. “Me siento satisfecho con las polémicas que el libro ha fomentado en Cuba. La gente me lo agradece y siento que ha empezado a llenar un espacio de desinformación”.

Se siente lastimado, no obstante, por las escasas posibilidades que han tenido los cubanos para acceder a la novela. Casi al cierre del encuentro, en la pequeña sala del Marinello, alguien pregunta si, en su criterio, esta limitación puede asociarse con miedo a la información tan amplia que el libro contiene. Y la pregunta se torna más ambiciosa: ¿qué cree Leonardo Padura del miedo, como sentimiento humano?: “El miedo es algo que nos ha perseguido siempre de una manera perniciosa, en muchos sentidos. El miedo, no el terror. Afortunadamente, todos mis libros han sido publicados en Cuba y las ediciones cubanas son exactamente iguales que las españolas. Siempre pienso que es mi derecho ciudadano expresarme. Vivir en mi país me otorga el derecho de decir y pensar libremente sobre mi país: si no, no nos mereceríamos el uno al otro. Y no lo creo”.

Publicado en La Ventana, portal informativo de la Casa de las Américas, 20/12/2011

Imagen: Leonardo Padura

Monday, December 19, 2011

Chellis Glendinning en Bolivia/Conversación con una intelectual inconformista


Jesús Sepúlveda*

Se cuenta que cuando niño Evo Morales esperaba en la berma de los caminos que los turistas tiraran cáscaras de naranja para comerlas. Los turistas que llegaban entonces con ojos de extranjeros sólo veían el paisaje y nada más: ni pueblo ni cultura había en su espacio psíquico. Con el tiempo, Bolivia ha cambiado y ya no es sólo un país de colección turística. Es, hoy por hoy, un centro cultural y un proceso social que invita a los viajeros a arraigarse para que ellos también puedan liberarse.

La escritora y psicóloga norteamericana, Chellis Glendinning, es una de esas viajeras que ha abandonado su lugar de origen para arraigarse en la espontaneidad. Autora de libros tan importantes como My Name Is Chellis and I'm in Recovery from Western Civilization [Mi nombre es Chellis y estoy recuperándome de la civilización occidental], Off the Map: An Expedition Deep into Empire and the Global Economy [Fuera del mapa: una profunda expedición hacia el corazón del imperio y de la economía global] y Chiva: A Village Takes on the Global Heroin Trade [Chiva: un poblado se enfrenta al tráfico mundial de heroína], Chellis invierte el paradigma colonizador y se deja encantar por la cultura latinoamericana.

La primera noticia que tuve de Chellis fue a través del movimiento anarcoverdino de Eugene en Oregón, cuando fue invitada a hablar sobre la plataforma neoludita. Luego intercambiamos correspondencia y colaboramos en diversos proyectos; entre ellos, en su ensayo “Cuestionando la tecnología: Alambre enfardador en vez de torres microondas” que traduje y antologué en el libro Rebeldes y terrestres coeditado en comandita con Amado Láscar y publicado en Chile en 2008. Posteriormente publicamos una extensa conversación en la revista norteamericana Sacred Fire que apareció en 2009. Lo que sigue, por tanto, viene a ser la continuidad de ese trabajo en conjunto que une poesía y psicología.

- Querida Chellis, tú has tenido cuatro estaciones en tu vida: Ohio, California, Nuevo México, en Estados Unidos, y ahora Bolivia. ¿En qué se diferencian estas estaciones y qué de peculiar tiene cada una?
- Mi compañero en Nuevo México, el filósofo y curandero Larry Emerson de la tribu Navajo, me enseñó que todas las facetas de las culturas indígenas –idioma, danza, música, alimentación, tecnología, etc.– son enviadas por los espíritus de la tierra. Cada sitio tiene su alma que la cultura de cada lugar va a reflejar.
Crecí en Ohio. Mis antepasados llegaron a Norte América en 1633, escapando de la persecución religiosa. Antes de la época moderna, la tierra era un bosque frondoso con tantos pájaros que, según el mito, el cielo se volvía negro. En Ohio aprendí sobre el poder de la historia y la herencia, aprendenso así de mi madre -que amaba las antigüedades- y del alma que emana de los artefactos hechos a mano.
En Berkeley, California, durante las décadas del 60 y 70, participé en la creación de la cultura de la época. Como jóvenes rebeldes contra el consumismo, la tecnología de masas y el imperialismo, construimos con nuestra pura intuición una cultura que valorara la creatividad, la desobediencia a la autoridad, la paz, el comunitarismo y una espiritualidad fundada en los ritmos de la naturaleza.
Una de las ideas que surgió en esa época fue la noción del Sitio. Dado que la sociedad moderna gana su riqueza al aplastar y robar a la gente que vive de la tierra, esperábamos arraigarnos en la tierra. Esa política surgía de las ideas de los movimientos indígenas, ecológicos y por la biología integral.
Viví casi la mitad de mi vida en las tierras altas de Nuevo México, donde la gente de mi pueblo chicano excava las acequias, siembra maíz y ají, caza alces y canta canciones antiguas. Allí aprendí cómo una comunidad va adelante. Además, la integración de la historia, la creación de la cultura y la comunidad me han dado una sensibilidad respecto al potencial del ser humano. Esto se diferencia del asalto que realiza la modernidad.

- ¿Qué hizo que Bolivia te atrajera como un imán para dejar atrás tu vida en Estados Unidos y te unieras a ese país volátil de los expatriados?
- El espíritu de la gente. Cada cultura expresa una creencia que su sitio es el centro del mundo. Cada persona también. Y cada persona es el centro del mundo, viendo, sintiéndose y conociendo de una manera única. En el movimiento feminista de los años setenta nuestro principio básico era “lo personal es político”. O sea, ninguna experiencia, sentimiento ni pensamiento existe sin su correspondencia a algo más grande: el espíritu de la gente
Mi historia personal refleja también la experiencia latinoamericana: fui torturada y violada por mi propio padre. Tú eres un sobrerviviente del Chile de Pinochet. Hemos vivido la misma experiencia, pero opuesta. Yo en el norte y tú en el sur, yo interior y tú exterior. Esto me hace pensar en la idea de Frantz Fanon cuando dice que la violencia en la colonia ocurre en público y entonces vive en la conciencia, mientras dentro del imperio la violencia está perpetrada en secreto y vive en la represión.
Nuestra tarea en el mundo de hoy es parar la violencia, sanando a cada cultura en forma individual y colectiva. Por eso, espero que de alguna manera mi trabajo como psicóloga y escritora sirva para ello.

- Ahora que nos acercamos a un nuevo aniversario del 11 de septiembre y que supuestamente Osama Ben Laden está muerto, ¿cuál es tu impresión de los atentados a las Torres Gemelas? ¿Crees que fue un trabajo interno o piensas que fue efectivamente un enemigo real que atacara la ciudad de Nueva York y el Pentágono?
- Hay momentos emblemáticos en la historia de un país, como el 11 de septiembre de 1973 en Chile. El 11/9 en los EE.UU. se reverbera ya, particularmente en la violencia intensificada en el mundo. Mi primera reacción fue a nivel político, ¡que estrategia atacar el símbolo de la globalización capitalista! Pero también me apené por las personas en Nueva York.
Respecto a si fue un hecho maquinado por el gobierno estadounidense, hay evidencias que sugieren que sí y otras que indican que no. En todo caso siento que lo fundamental es que nuestro mundo no puede seguir aguantando más la injusticia.

- ¿En qué trabajas ahora? ¿Estás elaborando algún nuevo proyecto de escritura? ¿En qué consiste?
- Sigo escribiendo ensayos para revistas en los EE.UU., y estoy produciendo programas especiales por la radio pública. Estos son los dulcecitos de mi vida. También hay un libro titulado Adiós que está en las manos de un agente literario en Nueva York. Se trata de mi visita a Bolivia durante la ascensión al mando de Evo Morales y cómo ese evento catalizó mi decisión de abandonar todo en el norte para venir aquí.
En el año 1975, un experto en quiromancia me dijo que primero yo escribiría ensayos y testimonios. He hecho eso; y estas obras presentan una crítica radical de la sociedad global tecnológica.
El lector de manos predijo también que después escribiría poéticamente. Ahora estoy encaprichada con ciertas exploraciones que reflejen la experiencia de la vida, usando detalles mundanos para proponer un espejo entre lo material y el alma. Estoy trabajando en una novela sobre un anticuario en una Cochabamba ficcional donde se venden artefactos recuperados desde revoluciones y movimientos sociales.

- A propósito de la poesía, Baudelaire creó a fines del siglo XIX la imagen del flâneur, aquel paseante que habitaba la ciudad para encontrar rincones imaginarios con escondrijos donde asombrarse. Jaime Saenz usó la imagen del aparapita para describir una cierta realidad paceña. A veces te imagino recorriendo esa Bolivia indómita que te sorprende con ovejas en un taxi. Cuéntanos alguna anécdota de asombro e ilusión que hayas experimentado últimamente.
- ¡Realmente compartí un taxi con una manada de ovejas! Los bolivianos pasaban en este viaje sin pestañear.
El reflejo entre las culturas tradicionales y la imposición moderna ha proveído mucha comida para el esfuerzo literario. Quisiera decir que el surrealismo saltó de este choque. El mundo moderno otorgó a gente como André Bretón y Jean Cocteau en Paris, Virginia Wolf en Londres y Frida Kahlo en la Ciudad de México suficientes flotillas fantásticas, portando ilusiones, improbabilidades y sincronías que podrían llenar el Carnaval de Oruro. Pero si consideráramos las excentricidades de la ceremonia y de la artesanía de la América Latína pre-colonial, tendríamos que concluir que siempre los seres humanos hemos tenido un gusto por lo maravilloso.
Hasta cierto punto tuve un poco de preparación para la imaginación boliviana. En 2002 el pueblo chicano donde viví estaba abrumado por migrantes indocumentados mexicanos que realizaban su viaje arañando el desierto hacia el norte desde sus ejidos. Como dice mi compadre Raúl: “Venimos porque no hay suficiente plata para comprar papel higiénico”. Por siete años viví dentro de su comunidad y estuve en todos los momentos claves, como la primera vez que manejaron por la autopista o la primera ojeada que le dieron a un museo de arte. De Raymundo, quien usó su valentía para cruzar en vez de usar un mapa, aprendí una gran lección porque él no sabía leer los mapas. Imagínate eso: viajar según tu sensualidad en vez de usar la visión mental generalizada.
Así llegué a los Andes, sin un mapa. Y he estado perdida más veces de lo que puedo recordar. Pero son los encuentros cotidianos que me hacen sentir arraigada como, por ejemplo, el hombre en Quillacollo que vende los periódicos y me llama “reina”, o la mujer que escribe los billetes de parqueo parando en la acera para compartir las lecciones de la vida. O una oveja dándome un guiño.
Sí, sí. Aquí en Bolivia, mi escritura –y mi vida– están poniéndose más poéticas.

* Poeta

Imagen: Chellis Glendinning

Sunday, December 18, 2011

La modelo y el artista/Miradas penetrantes


Andrea Blanqué

EN UN MUNDO que ha sido tomado por el arte conceptual, surge una autobiografía y ensayo sobre ser modelo que posa desnuda para pintores, escultores y fotógrafos. Es decir, para artistas que se abocan a reproducir la figura femenina. Como hace siglos.

Se tiende a asociar la modelo desnuda con la pintura, por ejemplo, del siglo XIX, donde el surgimiento de camadas de artistas de calidad eternizaron rostros y cuerpos que pertenecían a mujeres de quienes han quedado rastros, escritos, seguimientos biográficos. La modelo del siglo XIX se asoció a la musa, a la puta, e incluso a la esposa. Hay algo que se espera en el imaginario de muchos: el pintor que mira debe pasar en algún momento a tocar. El prerrafaelista inglés Dante Gabriel Rossetti sentenció: "todas las modelos son unas putas".

No obstante, a lo largo de la historia del arte también mujeres de la nobleza posaban para artistas: en este caso el contrato era distinto, a menudo la modelo pagaba al pintor y no al revés, el artista era un servidor y no el dueño de la situación. Así, la famosa Simonetta de Botticelli (El nacimiento de Venus), era amante de un Medici y prima de Américo Vespucio. La rica Hélèna Fourment se casó con Rubens y este la pintó más de 900 veces. Pero la mayoría de los cuerpos desnudos que vemos por los museos del primer mundo no tuvo este origen.

Toda esta mitología se va al demonio con el arte conceptual, dado que el arte representativo del cuerpo humano se ha hecho humo. Ello no significa que en talleres y escuelas de arte no continúen los estudiantes observando a esas mujeres quietas, que exponen lo que la gente esconde.

mujer flaca.
Kathleen Rooney en Desnuda. Mi vida como objeto, se coloca en una larga estirpe de modelos, pero en el siglo XXI ya no existe esa disociación entre las mujeres "de bien" y las de "vida fácil" que pululaban por Montmartre, cerca de los cabarets, esperando que los pintores las contrataran. Durante mucho tiempo ser modelo era una ocupación que realizaban en sus ratos libres trabajadoras que redondeaban así el magro salario: por una sesión de tres horas podía ganarse lo que en un taller o una fábrica se pagaba por mucho más tiempo.

Kathleen Rooney tiene una experiencia parecida: luego de una desagradable experiencia en una tienda de regalos de un museo, donde el jefe la acosó sexualmente y, al rechazarlo, fue despedida, vio por azar en una revista un anuncio buscando modelos para posar. Llamó por teléfono y le dieron las pautas: debía quedarse muy quieta, en la posición que se le indicase, con períodos de descanso. La paga era buena y así comenzó un oficio que le permitió costearse sus estudios universitarios.

Cuando la Hermandad Prerrafaelista descubrió a Elizabeth Siddal, la modelo "fetiche" de Rossetti y otros era empleada en una tienda de sombreros: quedaron azorados ante su belleza y su cabello rojo. Terminó siendo la amante, musa y esposa de Rossetti, aunque la relación fue difícil y la depresión la llevó a hacerse adicta al láudano. El famoso cuadro de Millais que la muestra como Ofelia flotando, anticipa el horror real de la bella que se suicida luego de parir un bebé muerto, hijo del pintor. La situación de Rooney en el siglo XXI es bien distinta: su cultura, sus conocimientos de arte, su extracción social, aunque ella no lo admite, crean una coraza que impide que su cuerpo sea vulnerable frente a esas miradas de cirujanos o de cuervos, según como se vea.

Ella quiere ser una modelo desexualizada, por supuesto. Insiste en que no es bella. La contratan no por su hermosura, sino por su profesionalismo, aunque el detalle de que sea muy delgada no es menor, en el auge de la anorexia universal. Se llama a sí misma "flacucha", pero lo que parece ser humildad, es su fuerte: ser joven y flaca son dos requisitos para posar en el siglo XXI.

acoso sexual.
Durante la lectura, uno supone que en algún momento los artistas la acosarán sexualmente, como hizo el jefe de la tienda de
regalos. Incluso parece inminente una violación cuando accede a una sesión con un adinerado desconocido que paga bien y es un fotógrafo kitsch y mediocre con ínfulas de artista, que hace esperar al novio de Kathleen en la cafetería de la esquina.

Pero eso no sucede jamás. Nadie parece mirarla con lascivia, y el viejo mito de la modelo y el pintor se desvanece. En este ensayo Kathleen Rooney intenta diferenciar entre estar desnuda y "estar en cueros". Su actitud es distinta a la de las chicas stripper, y no solo por la inmovilidad. Mientras posa, ella reflexiona. Debe permanecer tres horas quieta, y no con la mente en blanco.

El libro da una idea de por dónde vuela la cabeza de Kathleen mientras los demás la miran, pero no es la meditación de la modelo sobre la desnudez o las citas de Roland Barthes o John Berger lo mejor de sus reflexiones durante su inmovilidad. Lo que más inquieta al lector es la relación de esta modelo para estudiantes de arte -cuya mayoría no serán jamás genios- con una genealogía de modelos que la antecedieron y crearon vínculos extremos con obras de arte.

Lo más interesante del libro es su empatía con modelos de otros siglos. Aparece la historia de Victorine Meurent, la modelo de Manet para el escandaloso Desayuno sobre la hierba y para L`Olympie, que también era pintora, expuso en el Salón de los impresionistas y fue miembro de la Sociedad de Artistas Franceses. Hoy sus pinturas están perdidas y se la recuerda como modelo: dejó escritos autobiográficos y teóricos sobre su condición de "musa".

cuestión de energía.
Otros pintores, como Degas, anotaban en un cuaderno las características de los tipos de modelos siguiendo el patrón de las
carreras de caballos. Para Delacroix, que el pintor se acostara con la modelo le quitaba energía para lo que más le importaba en la vida, que era pintar. Delacroix es un caso raro porque se compadece del sufrimiento corporal de las modelos entumecidas e incómodas. El escultor Giacometti era un gran frecuentador de prostíbulos pero no le parecía que modelos y putas fueran lo mismo. Un caso extraordinario es el de Kitty, que posó para muchos, entre ellos Maurice Utrillo, quien la tuvo desnuda y de pie, durante horas: al final de la sesión, ella se acercó al cuadro a mirar y se encontró con un paisaje campestre.

Hay historias terribles como el de la musa, modelo y compañera de Modigliani, Jeanne Hébuterne, quien se tiró por el balcón estando embarazada de ocho meses con un hijo de ambos. Es que un par de días antes había muerto Modigliani de meningitis tuberculosa.

Y luego está la necrofilia del artista. Simonetta Vespucci fue muchas más veces pintada muerta que viva. Botticelli, que llegó a ser anciano, pintó a Simonetta toda su vida a partir de su máscara mortuoria. Había fallecido a los 22 años y era tan hermosa que fue paseada muerta por la ciudad para que la gente observara su rostro por última vez.

Kathleen Rooney sabe muy bien que esos ojos de modelos que perforan desde museos y galerías en los retratos de los grandes artistas, es lo único que queda de los "ausentes". Otro tema muy inquietante para ella es verse repetida hasta el infinito, como los guerreros del emperador Qin Shi Huang, en dobles perturbadores que le recuerdan el doppelganger, el mito del heraldo de la muerte que se presenta con el mismo rostro del que va a morir.

DESNUDA. MI VIDA COMO OBJETO, de Kathleen Rooney, Turner Noema, 2011.
Madrid, 291 págs. Distribuye Océano.

Publicado en El País, Montevideo, 12/2011

Imagen: Simonetta Vespucci, por Sandro Botticelli

Los 12 libros más destacados de 2011


Por: Sebastián Antezana (Fondo negro)

A finales de 2010, una vez cambiada la línea editorial del suplemento, Fondo Negro tuvo la idea de realizar una especie de cartografía de los mejores títulos literarios que se publicaron en el país. Así, previa consulta a 24 personas, el último domingo de diciembre se publicó la nota “Los 12 libros más destacados de 2010”, una lista sobre doce de las mejores publicaciones nacionales, entre las que se destacaban títulos como Tocnolencias, de Jaime Saenz, Illimani púrpura, de Juan Pablo Piñeiro y Vacaciones permanentes de Liliana Colanzi. Las respuestas a la iniciativa fueron varias, en su gran mayoría positivas, de modo que se decidió repetirla.

En esta ocasión, para realizar el sondeo de las mejores obras literarias publicadas por editoriales bolivianas durante 2011, Fondo Negro redobló la puesta y, con vistas a robustecerla y pluralizarla, entrevistó a 42 personas: escritores, editores, críticos, periodistas culturales y lectores de todo el país, quienes entregaron criterios varios que, una vez sumados, arrojaron ciertas claras preferencias. A partir de ellas se arma esta lista: uno, para recapitular y, así, evaluar nuestra literatura del año; dos, para remarcar la calidad de ciertos autores, obras y editoriales que se destacaron de forma especial en la gestión; y tres, para proponer a la gente que todavía no lo ha hecho que se acerque a estas obras y que las lea. Sobre todo eso. Que las lea. Esta lista, entonces y finalmente, quiere ser un incentivo, quiere provocar un mayor acercamiento.

Una vez computados los votos de las 42 personas participantes del sondeo, los libros más votados, por orden de preferencia, son:

diocucs@hotmail.com


1. LOS LEMMINGS Y OTROS, FABIÁN CASAS (EL CUERVO). “A veces la disección no es la mejor fórmula para enfrentarse a un texto, a veces una lectura no deconstructiva, sino más bien abarcadora, es la indicada, una lectura que no separa al libro en relatos individuales y a éstos en gestos y momentos puntuales, sino que lo ve como un organismo unicelular cuyo centro es a la vez su periferia. Cuando el esqueleto y la piel son también corazón, cuando el goce retórico y el escape anecdótico son parte central de la trama, son la esencia misma de la obra, se tiene otra cosa, un objeto singular que, pese a parecer sumamente accesible, encierra un desafío mayúsculo: Casas no ha escrito en Los lemmings y otros un mero libro de relatos, sino que ha concentrado parte de la experiencia universal del crecimiento y sus consecuentes efectos en un objeto de extraña belleza, que sorprende por su cercanía y, en ocasiones, por su inasibilidad” - Sebastián Antezana

2. ENSAYOS ESCOGIDOS 1976-2010, LUIS H. ANTEZANA (PLURAL EDITORES). “Esta es una selección de los ensayos de Luis H. Antezana. Escritos a lo largo de casi treinta y cinco años, son 26 actos de lectura, de variada extensión, que buscan dialogar con la cultura boliviana. En su conjunto, son textos que dejan entrever el diseño de una práctica, de una ética de la crítica, una de las más lúcidas e influyentes de nuestra tradición. De esta amplia selección se puede decir en principio dos cosas: primero, que son ensayos sobre obras de la literatura boliviana que no habría que dejar de leer, o sea, clásicos de nuestra literatura. Y, segundo, que escenifican una práctica que es menos la crítica (entendida en tanto valoración o juicio) y más una forma en que ese acto originario —el de leer— es llamado a continuar generosamente su camino junto a otros lectores – Mauricio Souza

3. NORTE, EDMUNDO PAZ SOLDÁN (NUEVO MILENIO). “Norte es la obra de un escritor en la cúspide de sus astucias narrativas. De su lectura podrían tomar dos pautas importantes: 1) La compasión y neutralidad del narrador, que cuenta las experiencias de sus personajes con el impulso no de explicarlos sino de entenderlos; y 2) La posibilidad de cruzar tres historias que pintan una gran experiencia, sin que se encuentren en el libro. En este orden, el súbito y marginal encuentro de una historia y otra a través de un programa radial es perfectamente descartable. Los grandes novelistas nos habían enseñado que las historias más dispares acababan por encontrarse, pero la gran enseñanza de Norte es que no, que no es necesario para narrar el sentimiento de otredad, de ajenitud que provoca vivir a merced de la Migra” – Ramón Rocha Monroy

4. HABLAR CON LOS PERROS, WILMER URRELO (ALFAGUARA). “Los que parecen inocentes son los peores. Esa es una de las sentencias que trae como consecuencia la lectura de Hablar con los perros, de Wilmer Urrelo, novela ambiciosa y poliédrica que reinventa el género policial desde claves tan diversas como el deterioro del amor, la tristeza, la ambición, el canibalismo y el recuerdo de la Guerra del Chaco. En su interior laten personajes que nos recuerdan lo peor de nosotros, los instintos que evitamos. Su trama no se queda quieta en el tiempo, va creciendo y madurando a lo largo de los años, convirtiendo la ciudad en un escenario en transformación constante. Esa es la apuesta de su autor y ese es el grado de compromiso que reclama de su lector” – Christian Kanahuaty

5. ÓPERA PARCA. ANTOLOGÍA PERSONAL, HUMBERTO QUINO (PLURAL EDITORES). Leí la obra completa de Humberto Quino y leí esta antología. Las leí una y otra vez y recuerdo con exactitud el momento en el que descubrí la pista que todavía no buscaba. Era una línea. Una línea que dividía ante mis ojos la superficie de un poema. Era una línea parecida en algo al punctum de Barthes, una línea como una herida antigua y también como una sonrisa de laguna y pétalos. Una línea como una fisura, como un umbral, como el tokonoma que con la uña se abre en la pared. Era una línea como el amarillo de fuego que corta el pallai de los tejidos andinos. Era una línea de fuego. Una línea que alineaba, en continuidad, en contigüidad, estas palabras: “Alguien danza en nuestras melancólicas cabezas” – Vilma Tapia

6. PARODIAS, INVENCIONES Y OTRAS BLASFEMIAS, HUMBERTO QUINO (EL PERRO CELESTIAL EDICIONES). “La trayectoria de una poética señala opciones radicales, cuando niega la retórica al uso, cuando no oculta ni contamina al sujeto delirante. Precaria en su identidad, nómada irredenta, destila retazos de desconsuelo: artificios de una ilusoria liberación. Romper el verso para producir una nueva semántica, abierta a la proliferación, para desnudar a lo sujetos saturados por la predicación. Cuestionar un lenguaje tributario de la certeza, símbolos y grafías de una antigua jerga. Mi cuchillito (¡vaya ilusión!) quiere ser un escalpelo para rebanar las buenas conciencias, hacer odioso el conformismo, la solemnidad, el egoísmo, la radical farsa que nos envuelve” – Humberto Quino

7. LAS TENTACIONES DE SAN RICARDO, MARCELO VILLENA (GENTE COMÚN). “Invito al lector a vivir su propia experiencia con estos ensayos que encuentran y ponen de relieve ciertos gestos neurálgicos en la narrativa del siglo XX. El trabajo se realiza en dos dimensiones solidarias: con una precisión icástica, cada uno de los seis ensayos evoca y lee en detalle una de las obras narrativas elegidas; pero simultáneamente, y con el placer de la escritura, dispone los cimientos de una arquitectura mayor que proyecta el sentido del conjunto de ensayos. El libro de Villena que se inicia como una escritura académica abriendo el diálogo, en afán polémico, con otras lecturas de la crítica actual, deviene en juego con el lenguaje de los textos leídos, y se independiza del lenguaje universitario, para hacerse nuevo y creativo” - Alba María Paz Soldán

8. DIARIO SECRETO, CLAUDIO FERRUFINO-COQUEUGNIOT (ALFAGUARA). “Diario secreto es una novela que se distingue por su planteamiento narrativo (relato fragmentario, irrupción de diversas voces), por la originalidad en el tratamiento del lenguaje (economía retórica, efectos sintácticos) y, sobre todo, por la confrontación con el lector al propone una exploración de ciertas zonas oscuras del ser humano. Diario secreto es una novela cruel y oscura que está escrita con el mismo calibre de lenguaje. El libro devela a un personaje anacrónico y violento pero que posee un mundo interior fascinante. Pese a su dureza es imposible dejar de leerla” – Wilmer Urrelo

9. LA CONDICIÓN PORNOGRÁFICA, ANTÓLOGO: SALVADOR LUIS (EL CUERVO). “La pornografía, con su despreocupación moral y con las reglas que dicta su propia estética, se ha mimetizado en la cotidianidad, pero al ser un huésped, no escapa de la hostilidad del dueño de casa. Este libro trae dentro un instructor de parapente, pelirrojo y de piel ulcerada por el sol, un astuto adicto a la pornografía y una novia que no entiende su vicio. Una troncha trenza de cana, que sirve de miembro viril en un encuentro sexual con una chica que maneja un cupé color fuego adquirido con la plata del marido preso en la cárcel. Una virgen de las aguas al que un proyecto de monaguillo erotiza en posición de Cristo yacente. Lost Jhon, que encuentra esperanza en un lugar insospechado. Actrices y editores de cine porno y, finalmente, a Mick Jagger” – Cecilia Romero

10. DEMO, JÉSSICA FREUDENTHAL (PLURAL EDITORES). “Demo es un libro notable de una poeta notable, de una de las poetas más notables de la nueva poesía hispanoamericana. Jéssica Freudenthal ha sido capaz de reinventar la poesía concreta dándole una vitalidad, urgencia y, valga la redundancia, concreción que la ortodoxia del concretismo raramente alcanzó. Este libro hace emerger un territorio, el nombre de un país, Bolivia, y de paso nos muestra que en estos páramos sudamericanos una de las tareas más urgentes del poema es la de reinventarle al porvenir los significados de nuestras ciudades natales, de nuestras patrias tan a menudo saqueadas y traicionadas, pero en las que no obstante –y contra todo– persistimos en levantar algo que pudiese asemejarse a la felicidad” - Raúl Zurita

11. BOLIVIA A TODA COSTA, EDITOR: FERNANDO BARRIENTOS (EL CUERVO). “Más que indagar sobre los múltiples sentidos de una palabra grave nos interesaba mostrar algunas formas posibles en las que, aquí y ahora, una comunidad se imagina. Nuevos ritos, viejos temas. Nuestras derrotas, nuestras victorias, nuestras batallas futuras. Coherentes con nuestro sesgo auto-referente, acá no hay glosarios. No hacen falta para pasear por nuestros lugares comunes. Las grandes y pequeñas mitologías que van naciendo en nuestro siglo XXI. Bolivia a la vista” – Fernando Barrientos

12. POETAS DEL ORIENTE BOLIVIANO, ANTÓLOGO: PEDRO SHIMOSE (FONDO EDITORIAL DEL GOBIERNO MUNICIPAL DE SANTA CRUZ DE LA SIERRA). “Esta es una antología de poetas que renovaron la poesía del Oriente boliviano, incorporándola a la contemporaneidad, más allá de un romanticismo tardío, de un modernismo agotado y de un costumbrismo que la caracterizó y definió hasta no hace mucho. De este modo, Poetas del oriente boliviano pretende ser otra lectura de la poesía escrita por poetas cambas de ayer y hoy, representantes de una nueva sensibilidad, de un nuevo modo de concebir el lenguaje y de un nuevo tratamiento de los temas de la poesía lírica de siempre” – Pedro Shimose

Publicado en Fondo Negro (La Prensa/La Paz) y La Ramona (Opinión/Cochabamba), 18/12/2011

Imagen: Portada de Los Lemmings y otros, de Fabián Casas

Saturday, December 17, 2011

Con el español David Serrano Blanquer/Campos de concentración olvidados


Andrea Blanqué

MAS DE cien campos de concentración funcionaron durante el franquismo, tema del cual apenas se habla en la España democrática. Pero no sólo en la península hubo presos. Muchos republicanos terminaron en los campos de concentración nazis. Sobre esto, los posteriores exilios, y la memoria de esta tragedia, vino a Montevideo para dar conferencias el Dr. Serrano Blanquer, profesor de Comunicación en la universidad catalana Ramón Llull y una autoridad en las relaciones entre literatura y
testimonio. Pero también tiene algo de detective y así pudo descubrir que en Uruguay vivía desde hacía sesenta años, en forma anónima, Juan Camacho, un español que había combatido por la República, luego luchado junto a Francia contra la invasión nazi, y sobrevivido a las canteras del campo de Mauthausen, para finalmente exiliarse aquí y hallar la felicidad y una familia.

Serrano Blanquer también encontró, en una maleta de un altillo con goteras, los papeles completos del gran escritor catalán (ex deportado) Joaquim Amat-Piniella, autor de la imprescindible novela K. L. Reich, censurada por el franquismo y que hoy se considera una de las grandes obras escritas por sobrevivientes.

CAMPOS EN ESPAÑA.

-¿Por qué apenas se menciona la existencia de campos de concentración como el que funcionó en Burgos?

-En primer lugar por 40 años de franquismo y una educación católica que hizo un daño tremendo al exigir el olvido como punto de referencia del pasado. Luego, porque la Transición hizo el papel del silencio: en aquel momento si no se desechaban algunos temas, como qué hacer con el dolor del pasado, y si no se hacía cierto pacto, no había posibilidades de seguir adelante. Eso nos vendieron con respecto a esa "transición modélica".

-Pero la transición española pertenece a los años `70 del siglo pasado...

-Es un pacto que se ha mantenido. Solo en los `90 -siguiendo el timing de lo que se conoce en Alemania como la "revolución de los nietos"- se pone sobre la mesa este tema. Un investigador joven, Javier Rodrigo, consiguió entrar a los archivos militares españoles por primera vez y en un congreso de 2001 que coordiné expuso la referencia a más de cien campos de concentración españoles.

-¿Cuál es la relación de los nazis con esos campos?

-En el año `38, aún antes de terminarse la Guerra Civil, dos altos cargos militares franquistas viajaron a Dachau, Alemania, donde las autoridades nazis les mostraron el sistema de represión a través del trabajo, con mapas, sistema del lugar y el esquema represivo general del Tercer Reich. Y así lo aplicaron en España.

-¿Hubo nazis que llegaron a España a supervisar esos campos?

-Hubo muchísimos espías nazis al servicio de las autoridades franquistas y que viajaron por todo el territorio peninsular. Si supervisaron esos campos, no lo sé, pero me da la impresión que no, básicamente porque los de España no tenían la eficacia que tuvieron los campos nazis. Eran más latinos... Pero eran campos de represión terribles en donde se aplicaban sistemas que en los campos alemanes no había, como la llamada "ley de fugas": los falangistas de cada localidad iban a buscar a los conocidos que estaban en el campo más próximo, los sacaban del campo, los dejaban "libres", les decían que se podían ir, y luego por la espalda los mataban. De ahí la gráfica expresión... Fue una represión feroz contra gente que nunca llegó a tener ningún tipo de juicio, ya no hablemos de "juicio justo", sino que directamente se los fusilaba.

-En los campos de concentración nazis hubo millones de prisioneros de diversas etnias, como judíos, gitanos, rusos, etc. Pero poco se sabe que también hubo miles de españoles republicanos. Por ejemplo, en Mauthausen.

-El último archivo realizado en Catalunya da un número final de unos 10.500 españoles en campos nazis, teniendo en cuenta que el número de mujeres no se conoce, porque el campo de Ravensbrück, donde estas fueron internadas, quemó sus archivos. Pero de los 10.500 que sí se sabe, solo sobrevivió una quinta parte: muy pocos. Entre los campos principales tenemos Mauthausen, donde llegaron los primeros convoyes, una vez que el ministro del Interior de Franco, Serrano Suñer, desestimó el
ofrecimiento de los nazis de enviar a España todos los republicanos que iban "recogiendo" por la zona ocupada.

en los campos alemanes.

-Serrano Suñer, el Cuñadísimo, hermano de Carmen Polo de Franco... Esos españoles que Serrano rechazó estaban exiliados, no propiamente en la Resistencia francesa.

-Claro, la primera parte de los deportados eran republicanos que estaban al servicio del gobierno francés trabajando obligados, pero cuando la ocupación alemana los franceses se desentendieron completamente. Los alemanes querían librarse de ellos, y bajo la recomendación de la Junta de refugiados españoles en el exilio parisino, se decidió devolverlos a España. Y al no encontrar respuesta positiva por la parte española -un fenómeno único en la historia represiva mundial en dictaduras-, los nazis, como prisioneros antifascistas, los enviaron a los campos. El primero fue Mauthausen, en la Alta Austria, donde llegaron en trenes desde junio del `40 ellos para construirlo con sus manos. Allí fueron a parar 7.500. Luego llegaron a otros campos, como Dachau. Cuando comenzó la Resistencia Francesa, y a partir del `43, los nazis fueron deteniendo a los españoles que estaban luchando en la zona ocupada, ya sea como maquis, enlaces, formadores o combatientes: esos fueron a parar a
Buchenwald.

-Como el escritor Jorge Semprún, los españoles internados en campos nazis tenían sobre el traje de prisionero un triángulo rojo con una "S" y el número de preso. Significaba "Rotspanier", rojo español. ¿Qué piensa de esa meticulosidad nazi de clasificar a las víctimas, jerarquizarlas?

-Creo que buena parte del éxito del sistema del Tercer Reich se fundamenta en la modernidad de su instrucción. Se decide por ley quiénes son los colectivos que hay que perseguir, se les judicializa -se hacen leyes- y se consigue que toda la red burocrática ejecute esas leyes. Y son muy eficaces, porque no hablan de personas, sino de leyes. Es una simple mecanización del horror. Zygmunt Bauman lo explica muy bien. El individuo "ya no se da cuenta", porque simplemente está "recibiendo órdenes". También lo expone Hanna Arendt en su libro sobre el juicio a Eichmann. Así se explica que la construcción del Tercer Reich funcionó en base a legalidades completamente horribles.

-Aunque la clasificación es característica en todos los genocidios.

-Pero no a este extremo ni desde un país tan avanzado, culturalmente, científicamente. Solo así se pueden entender "los experimentos".

-¿Cómo afectó a los prisioneros españoles esa clasificación?

-El colectivo republicano fue un colectivo singular. No hay otro equivalente, por lo que se refiere a su procedencia: venían del ámbito militar, que implica disciplina, orden, jerarquía, y también del ámbito político. Hubo intelectuales no muy bien preparados para el trabajo de un campo de concentración, pero el hecho de estar muy organizados y muy concienciados, dada la experiencia de la República y la Guerra Civil, revirtió en que ellos tuvieran e idearan un sistema, muy precario pero único, de autodefensa ante el horror. También es cierto que llegaron a los campos al principio y que estuvieron en la parte administrativa, con lo cual, dentro de las escasas posibilidades, podían controlar al colectivo, por ejemplo, cambiar a un compañero de comando.

-Eso también lo hicieron los comunistas. Luego hubo quien se lo reprochó a Semprún.

-En todos los campos, quien quiere liderar siempre esa célula clandestina, es el Partido Comunista. Al ser más jerarquizado, más militarizado, le es mucho más sencillo que a los libertarios españoles, que no están de acuerdo con este tipo de fortaleza. Pero al final todos colaboran, ya sea un nacionalista vasco, un republicano, un integrante de la CNT, un nacionalista catalán... podía haber rencillas entre ellos, pero finalmente había una solidaridad porque lo que prevalecía era la lucha antifascista.

LITERATURA CONCENTRACIONARIA.

-Usted fue el primer europeo que realizó una tesis doctoral en 2001 sobre lo que denomina "literatura concentracionaria". ¿No le parece un poco tarde para Europa?

-De hecho, tan tarde que a mí no me dejaron utilizar el concepto "concentracionario", porque no existía. Sí se utilizaba en Francia, pero en España no estaba admitido, ni en catalán. Y tuve que imponer mi criterio -soy filólogo- porque yo quería utilizar como objeto de estudio toda la literatura que surgió de los campos de concentración, sin verme encorsetado en la literatura de la Shoá, que tiene unas limitaciones restrictivas en torno al Holocausto que yo quería ampliar. Si tenemos en
cuenta lo tardíamente que se han publicado las obras literarias de este tipo importantes, creo que mi tesis haya surgido tarde es normal.

-¿Tendrá que ver con el imperativo de la memoria? Se acabó el siglo XX y surge la pulsión de recordar todo el horror sucedido en él. ¿Podría hablarse de un canon de la literatura concentracionaria?

-Para mi tesis yo leí unas 2.000 obras. En ella intenté sistematizar los distintos géneros y tipos de texto, lo cual es complicado porque... ¿a Primo Levi dónde lo colocas? ¿Ensayo, literatura?

-Todo es literatura, pero no ficción. ¿Y qué diez nombres principales elegiría?

-Para mí, hay una tripleta que es imprescindible: Levi, Semprún, Imre Kertész, y luego el catalán Amat-Piniella, Hanna Arendt, Paul Celan, Elie Wiesel, Enzo Traverso, Paul Steinberg y Robert Antelme, por poner diez que desde mi punto de vista han hecho aportaciones sustanciales a la reflexión sobre la condición humana.

-¿Le han acusado de masoquista por leer estos libros?

-Sí, claro.

-Convengamos que su lectura a pesar del horror es edificante y paradójicamente da placer.

-A mí me hacen crecer y es lo que respondo cuando me acusan de masoquista desde hace muchos años. Mi médico me dice que me dedique a la literatura infantil que es mucho menos peligroso. Pero... ¿alguien cuestionaría a un oncólogo que se dedicara durante 25 años a estudiar el cáncer? Yo creo que el sufrimiento es un componente muy importante de la condición humana.

-¿Usted cree que es posible "no juzgar", es decir, suspender el juicio ético ante aquellas víctimas que fueron obligadas por los verdugos a actuar también de verdugos? Porque estos escritores sobrevivientes juzgan a algunas víctimas, y mucho.

-Hay estudios sobre la Shoá extraordinarios e imprescindibles. Dicho esto, que es lo más importante, debe decirse también que hay una serie de tabúes. Yo hice un estudio sobre la homosexualidad en los campos, y me costó muchísimo. La prostitución, el tiempo libre... son temas silenciados. Esta pretensión sobre lo que se puede decir y lo que no se puede decir, a mí no me interesa. ¡Incluso, en la literatura de la Shoá llegó a plantearse que solo se podía escribir testimonio, que no se podía escribir ficción! Pero al final, esto es un caso perdido, porque la fuerza de los hechos demuestra que la ficción es mucho más potente
para llegar a esa verdad íntima de la que habla Amat-Piniella.

-Autores que recién salidos del campo se zambulleron a escribir, parecen ser más duros al juzgar entonces que posteriormente, como Levi cuando en los `60, en Los hundidos y los salvados, crea el concepto de "zona gris".

-Yo creo que en esta obra Levi no "critica" pero muestra una visión bastante pesimista de la condición humana: el mal es inherente al hombre.

-De hecho, Semprún era comunista, Antelme era comunista, y aún los judíos como Wiesel y Levi parecen perder la fe luego de la experiencia nazi. Y sin embargo, aunque no crean en Dios, creen en el mal.

-La gente librepensadora tiende a pensar sobre el bien y el mal, porque el bien y el mal no son patrimonio de la religión. Lo interesante de ellos es que se desprenden de la coraza de la religión para preguntarse: si hemos llegado hasta aquí ¿para qué creemos y en qué creemos? Y más con lo que les tocó vivir. Semprún habla del Mal Radical siendo un comunista. Preguntarse hasta qué punto el hombre es malo por naturaleza es una pregunta eterna. Lo que sí ninguno de estos escritores pierde es esa esperanza, ese punto desde el que el hombre va a crecer. Steinberg hablaba incluso del homo del campo de concentración, como si la especie fuese a salir de esa experiencia reforzada. Y Amat-Piniella habla del Hombre con mayúscula que sale victorioso de los campos y que ha aprendido la lección.

Creo que ellos sienten que tienen una misión que cumplir: quieren dar testimonio para que no vuelva a ocurrir, pero no los veo en una posición punitiva, más bien al contrario. Son gente que desde la humildad necesita hacer su aportación como necesidad interior, como imperativo ético. Convierten en materia literaria su vida, y para que esta tenga un sentido tiene que ser traumática: está estudiadísimo, nadie escribe desde la felicidad, sino que se escribe para intentar comprender aquello
que ha hecho sufrir para llegar a la verdad del dolor, la verdad del mal. Y esa sería la característica de esta literatura: intentar indagar en los mecanismos de resistencia de la condición humana ante la pérdida absoluta.

-Semprún en Viviré con su nombre, morirá con el mío, reconoce que cambia nombres y situaciones para cumplir con las reglas de la verosimilitud. ¿Es un mecanismo que hacen todos?

-Sí, por supuesto. Semprún reconoce que en su novela El largo viaje se inventa al "chico de Semur" para no tener que volver a hacer solo ese viaje terrible, el de la deportación, al escribirlo como literatura. Y el recurso de Amat-Piniella es, a partir de un universo increíble de gente, sintetizarlo en personajes que representan actitudes éticas frente a la vida, en una gradación perfecta desde el que mantiene una actitud moral hasta la muerte, hasta aquel que se deja embrutecer completamente. Va más allá del concepto "zona gris". De hecho, hubo represaliados cuando se liberaron los campos.

ENFRENTAR LA MEMORIA.

-¿Cómo explica que muchos de estos libros fueron escritos luego de la liberación pero solo se publicaron o tuvieron éxito décadas después?

-Europa quedó absolutamente traumatizada y fue algo difícil de entender incluso para aquellos que lo habían vivido. Hay unos años en que es verdaderamente complicado enfrentar la memoria, y tiene que pasar una generación para que este tema pueda empezar a plantearse, siempre con muchos condicionantes, como por ejemplo la cuestionable obligatoriedad de que fueran testimonios en bruto: que no hubiera juicio ni ficción ni pacto de invención. Si a esto agregamos las dificultades del pueblo
sobreviviente para afrontar su nueva vida de "aparecido" -término que usa Semprún-, se entiende que la gente no quería escuchar. Yo lo he vivido con las portadas de mis libros. Las editoriales tenían miedo de que el público no se acercara: es un tema muy sensible que te enfrenta a ti mismo y a los límites de la condición humana, que no siempre a uno le apetece en cada momento de su vida.

-Pero estos temas son imprescindibles en los planes de enseñanza y en los museos.

-En España hay muy poco de esto. Mientras que en Francia en los liceos se estudia a Semprún y en Italia a Levi, en España Amat-Piniella solo estuvo en los colegios tres años. Es un libro que "entró y salió". España tiene problemas con la memoria democrática. Hay pueblos de Teruel donde aún están las huellas en las paredes de los fusilamientos de los republicanos pero las calles llevan los nombres de los golpistas: General Sanjurjo, Mola, etc.

-¿Qué opina de lo que dicen tantos españoles refiriéndose a la Guerra Civil... "en la guerra todos pierden", republicanos y franquistas, como si hubiera un mismo nivel de sufrimiento?

-Ese fue uno de los grandes triunfos de la educación franquista, que se llegue a pensar eso. Había un régimen democrático, guste o no, con muchos problemas, sí, pero hubo un golpe de Estado. En la República se avanzó en cuanto a los derechos de todo tipo, de las mujeres, educativos, de sanidad, etc. Es evidente que había muchas cuentas pendientes, como un anticlericalismo desde hacía siglos. Ahora es muy fácil decir "mataron a curas y monjas inocentes", pero el anticlericalismo existía porque la Iglesia había tenido una actitud determinada durante muchísimos años. Lo cual no justifica errores del lado republicano.

Y cuando alguien se rebela contra un sistema democrático... confundirse y poner a todos en el mismo sitio es un error gravísimo, es hacerse trampa. Hay algo peor, que es decir que "todos hicieron barbaridades": pero no hay que olvidar que unos defendían un sistema democrático y otros impusieron un régimen dictatorial que duró cuarenta años y que realizó en tiempo de paz una represión implacable.

-¿Del millón de muertos de la Guerra Civil cuántos se deben a la represión franquista posterior a 1939?

-Unos 250.000. Fusilados, prisioneros en campos de trabajo... O juicios sumarísimos, como Lluís Companys, el presidente electo de la Generalitat de Catalunya, asesinado por la dictadura. Y aún hoy no se ha podido anular su juicio. Es algo impensable en cualquier país normal del mundo. Solo en Catalunya se han contabilizado 600 fosas comunes.

Resiliencia

EN SU ÚLTIMO libro, Un cadáver en el espejo, Serrano Blanquer realiza un ameno relato biográfico de la vida del español/uruguayo Juan Camacho, longevo, lúcido, adorable, que falleció en 2009 luego de haber ido sus últimos tres años de vida a recorrer nuevamente Mauthausen, como tantos sobrevivientes hacen al final de sus días. El libro es además un ensayo
sobre la resiliencia y sobre la literatura que esta genera, una puesta a punto con la historia reciente y un encuentro con un ser humano extraordinario que vivió entre nosotros sin hacer alarde jamás de nada. Lo distribuye en Uruguay librería Puro Verso.

Los libros de Serrano Blanquer han sido publicados mayoritariamente en catalán, y sus títulos son elocuentes: La hora blanca, Un catalán en Mauthausen, Las mujeres en los campos nazis, Morir en Euskadi: 1938-1940 y Morir en Canarias: 1936-1941. Dirigió el Diccionario crítico de la literatura europea de los campos de concentración y exterminio nazis (en francés).

Publicado en El País, Montevideo, 2011

Imagen: Ramón Milá/Preso picando piedra, 1946

Novela de Gustavo Espinosa/Quién cuenta la Historia


Daniel Mella

LO PRIMERO es el estilo. Es difícil sujetarlo a una tradición, aunque puedan rastrearse muchas. Nombrar a Fellini sería caprichoso si no se mencionara también al espíritu del rock, a Onetti y a Dante y a Marx, al barroco, las madrugadas en el bar, la Facultad de Humanidades, Bioy Casares. La lista sigue, pero en última instancia cualquier influencia que se entrecruce en el estilo de Gustavo Espinosa es menos relevante que la energía nuclear de su escritura.

Hay una potencia rebelde en el fraseo que se percibe como una especie de fe y es lo que conduce al lector de la primera a la última página. La sensación de que la novela no se agota y la razón por la que exige y soporta la relectura, proviene antes que nada de lo que el lenguaje está haciendo en la página; del estilo, que es lo último y es donde reside el misterio mayor. La adjetivación, la cadencia virósica, la sensualidad, la humanidad. Y el humor, gracias a dios, salvaje y sobre un fondo de
melancolía.

CAMBIOS EN CHINA. Es mucho lo que cambió desde China es un frasco de fetos (Hache Editores, 2001), la novela debut de Espinosa, a Carlota Podrida (HUM, 2009), la novela que acabó por catapultar al autor al primer plano de la narrativa uruguaya actual. En China... había una búsqueda casi joyceana dentro de la palabra misma, y la acción transcurría en un mundo enloquecido, referenciable al terrenal pero definitivamente otro. Carlota... abre un ciclo nuevo, al que se integra Las Arañas de Marte (HUM, 2011). La escritura se ha depurado al punto de hacerse más accesible sin por eso sacrificar precisión ni ambigüedad, y el escenario ha pasado a ser la ciudad de Treinta y Tres, donde vive el autor. La conciencia del lugar físico desde el cual se habla es fundamental para el narrador de estas últimas dos novelas. Es lo primero que da un sesgo a su punto de vista y es la plataforma desde la cual busca ampliar su óptica y la nuestra.

No estamos, claramente, en uno de los círculos del infierno. Espinosa nos hace testigos de la vida de personajes que transitan la marginalidad, algunos más conscientemente que otros, pero no lo viven como una condena absoluta. No se pierden en la locura; si traspasan la frontera es con los ojos abiertos. Lo que hay de infernal en esta geografía es que en verdad no hay margen, o no hay otra cosa que margen. Un habitante de Treinta y Tres es tan marginal como lo es su ciudad dentro de su país, que vive en el margen de un continente marginal en el hemisferio marginado por la línea del ecuador. Esto lo saben y lo sufren
el lector y el narrador, Quique Segovia en el caso de Las Arañas de Marte (HUM, 2011). Al igual que Sergio Techera, personaje principal de Carlota..., Quique es músico y ávido consumidor de noticias en forma de objetos de arte y de textos políticos y filosóficos. Su cultura les da otro marco desde el cual interpretar la realidad. El marco de Quique revienta en mil pedazos cuando se da cuenta, luego de un proceso, del carácter ilusorio de los discursos, que no son otra cosa que una tecnología diseñada para el control. Eso es lo que lo salva y alumbra en él una conciencia distinta.

HIJO DE LA ONDA. El grueso de los sucesos en Las Arañas de Marte se desarrolla en 1975, en plena dictadura. Quique milita en un grupo de adolescentes comunistas (JDP) que camuflan sus asambleas con bicicleteadas. Es hijo de un chofer de la Onda y tiene un amigo postrado por la poliomielitis, de buena posición social, con el que comparten música y libros extranjeros. A raíz de ciertos eventos entre trágicos y picarescos, Quique traba relación con Román Ríos, en quien irá descubriendo un poeta singular, y con Broche de Oro, la "artista" de cabaret con quien tendrá un tórrido affaire a orillas del Olimar y en la cama turca de su cuchitril.

Quique no consigue que esos ámbitos se comuniquen. Al amigo burgués y minusválido no puede contarle de sus escapadas sexuales ni de su militancia. A sus camaradas no les interesa lo que pueda surgir de la apertura a los influjos de la cultura imperialista de su amiguito y su relación con Broche les provoca fastidio o burla. En palabras de Quique, "era un cosmonauta en permanente gira por mundos que se desconocían y extrañaban entre sí, cuya única intersección era yo mismo(...) una criatura singular y anfibia que sólo podía haber emergido de la excentricidad de los márgenes, en una intrincada frontera donde se
tocaban chisporroteando algunos universos de sentido radicalmente heterogéneos...".

Los trances frenéticos con la Broche de Oro pasan a ocupar el centro del interés de Quique, que continúa con las inofensivas reuniones de la JDP y con sus visitas al amigo, más como si fueran obligaciones o el mero impulso de una inercia. Es en ese momento, cuando el foco de Quique se ha desplazado al objeto de su deseo, que se entera de boca de su padre de que está "regalado", que la policía sabe todo lo que ha venido haciendo los últimos diez, quince días, y despierta al hecho de que ha
pasado a desempeñar un papel en la narrativa del Estado, cosa que le abre los ojos al tiempo que da origen en su interior a un sentimiento cuyo eco pervive hoy día con una fuerza particular: el miedo a la tortura. "Operado por el Cholo Miraballes y otras criaturas análogas, aquel aparato infalible e idiota cartografiaba cada cosa que yo, simplemente, había dejado que sucediera. Y procesaba una hermenéutica ruin. Dentro de aquel constructo incontestable todo acto mío era parte de una serie de errores horribles, por los cuales yo iba a ser castigado, seguramente con la aplicación de electricidad en los huevos y otras cosas que, según se sabía, ya habían ensayado con los tupamaros. Ese sistema de malentendidos era ni más ni menos que la realidad. Otros la habían estado creando mientras yo cogía, cantaba y escuchaba noticias sobre la inminente ruina del capitalismo".

QUIÉN ESCRIBE Y QUIÉN ARMA. Las Arañas de Marte es una indagación en los mecanismos por los cuales nos representamos la realidad. La novela se pregunta quién la escribe y quién arma la narración de nuestras vidas, quién adjudica validez y jerarquías, quién cuenta la Historia. Se pregunta sobre los modos de desaparición de los sujetos y del sentido. Toca ciertos puntos clave de la así llamada "historia reciente" sin caer en los lugares más comunes. Es al mismo tiempo una épica de pueblo chico, un relato costumbrista colorido y hediondo como un carnaval, una novela de iniciación y un monumento vivo a ciertas cosas que fueron
banales en su propio tiempo y que hoy ganan una dimensión distinta porque brindan testimonio de un contexto muerto.

Por suerte la novela también es mucho más de lo que se pueda decir de ella y no se perjudica al lector si se devela, por ejemplo, que Quique se va al exilio, que en Suecia deviene académico y que sigue militando en festivales de la resistencia y que su mejor gesto es la conservación y edición de la obra de Román Ríos antes de que su forma residual de escribir sea una víctima más del colapso general. Algunos de sus poemas (para ser cantados guitarra en mano en bolichitos y festivales minúsculos) vienen impresos en el cuerpo de Las Arañas de Marte. Puede que Ríos sea emblema del artista que crece lejos del amparo de las
instituciones, pero también es verdad que la novela consigue lo que se proponía: alumbrar a un poeta original llamado Roman Ríos, palabra hecha carne. Es de esperar que algún día aparezca finalmente la totalidad de sus canciones reunidas en un tomo titulado Cuaderno Mis Trabajos.

LAS ARAÑAS DE MARTE, de Gustavo Espinosa. HUM, 2011. Montevideo, 158 págs. Distribuye Gussi.

Publicado en El País, Montevideo, 2011

Imagen: Tapa de Las arañas de Marte

Homero Carvalho O. 'Pido permiso a los dioses'


Entrevista de Geraldine Domínguez Añez

Ha recibido más de siete reconocimientos a nivel nacional e internacionalMartes, 22 de Noviembre, 2011
Su obra literaria se ha convertido en un referente de la literatura boliviana fuera de nuestras fronteras. Figura en más de veinte antologías de la literatura boliviana y en el extranjero. Homero Carvalho Oliva no solo ha colocado su nombre en la literatura, sino que ha participado e impulsado iniciativas relacionada con el cine boliviano y otras artes. Carvalho recientemente ha presentado su libro "Seres Sobrenaturales y Mágicos de Bolivia", un escrito que nos hace viajar en un recorrido imaginario, lleno de coloridas imágenes, por la historia de los pueblos, sus mitos, leyendas y cosmovisión. Homero posee una gran sensibilidad que le permite llegar más fácilmente a los rincones de su espiritualidad y traducirlo en letras.

P. ¿Por qué decidió abordar esa temática en su libro?
H.C.: Vivimos un momento histórico especial, en el que los pueblos indígenas interpelan a la sociedad y al Estado boliviano y cuando la Constitución Política del Estado reconoce a las 36 naciones que habitan el territorio nacional. El clima político ha enrarecido la visión de la espiritualidad de nuestros pueblos indígenas, que se encuentran en peligro de inminente extinción. Puede que todo su maravilloso bagaje místico y mitológico quede convertido en fósiles culturales. La comprensión de los seres sobrenaturales, de los lugares sagrados y de las energías secretas y cósmicas que las definen, nos permitirá mirar integralmente la realidad que vivimos en nuestro país, tan diverso y tan único a la vez.

P. ¿Cómo percibe que ha recibido la crítica literaria su libro?
H.C.: He recibido muy buenas críticas, por ejemplo Claudio Ferrufino-Coqueugniot, Premio nacional de Novela, dice que “las páginas de 'Seres Sobrenaturales y Mágicos de Bolivia' exceden la categoría de compendio de seres fantásticos (recuérdese a Borges y su Manual de zoología fantástica/El libro de los seres imaginarios), para convertirse en alegato y advertencia: reclamo de preservar la herencia cultural de cada pueblo y presagio de vacío futuro si no”.

P. ¿Cuánto tiempo le demoró hacer 'Seres'?
H.C.: La idea me rondaba desde que escribí, hace tres años, "Los Reinos Dorados" y "El Cazador de Sueños", que tienen que ver con los pueblos amazónicos. Ya en la redacción misma tardé seis meses porque tuve que investigar más de 15 libros, entre diccionarios de antropología e investigaciones sobre los mitos y leyendas de los pueblos indígenas de Bolivia. Incluyo en el libro una extensa bibliografía.

P. ¿Luego de qué tiempo vuelve a escribir y publicar?
H.C.: Es mi segundo libro publicado este año, después de "La conspiración de los viejos", que salió en abril. Por lo general publico un libro cada año, pero este fue una excepción

P. ¿Cómo se inspira, tiene algún ritual o es algo espontáneo?
H.C.: Este libro en especial, pedí permiso a los dioses tutelares de Los Andes y de la Amazonia, para que me permitan describirlos de la manera más sucinta y poética.

P. Esta nueva obra literaria rompe los esquemas, tiene ilustraciones y un formato que no había incluido antes….
H.C.: Sí, es algo especial, que tiene un significado muy profundo para mí porque está dedicado a mi madre y a mi abuela materna. Es un libro objeto de arte que incluye las ilustraciones de Romaneth Zárate, una gran artista plástica que está haciendo los dibujos de los ochenta seres para realizar una exposición sobre el tema.

P. ¿Cuáles son sus proyectos, tiene otra producción en mente?
H.C.: Estoy trabajando en una novela sobre el narcotráfico en la década de los ochenta. Está basada en el testimonio de una mujer que fue una de las protagonistas principales, superior a Teresa Mendoza, el personaje de la novela "La reina del sur", de Arturo Pérez Reverte. Creo que va a ser una sorpresa, pues no se ha escrito en Bolivia sobre este tema y necesitamos escribirlo para exorcizar los demonios de esa terrible época de la que aún quedan secuelas.

Obras publicadas del autor

Ha publicado 16 libros contando el recientemente lanzado. Tres de cuentos, siete novelas, cuatro de poesías y dos en otros géneros.

Así es Homero Carvalho

Sencillo, amable, de un sutil y elegante sentido del humor. y muy habil en las letras.

Publicado en El Día (Santa Cruz de la Sierra), 17/12/2011

Imagen: Homero Carvalho Oliva

Friday, December 16, 2011

Las feministas y sus desavenencias


Por Yuri F. Torrez

Una sociedad democrática que se precie como tal no sólo debe luchar para erradicar toda violencia física y simbólica contra la mujer; sino también debe ser tolerante a las diferentes percepciones que hay en la sociedad. El machismo, el racismo y la intolerancia son males que todos(as) debemos estar comprometidos a combatir

Una vez más se pide la cabeza de Xavier Jordán por sus ideas. Uno no puede estar de acuerdo con el contenido o el lenguaje que utiliza el columnista de la Ramona del periódico Opinión. Empero, no debe ser motivo para retornar al medioevo oscurantista para condenar a un escritor a la hoguera. Prometo que leí más de una vez el último artículo dominical de Xavier que generó urticaria en algunas feministas y honestamente no veo ningún alegato que atente a la dignidad de la mujer. Más bien es la historia de cuatro famosos que sucumbieron al amor femenino y en ningún caso Xavier hace generalizaciones a tal punto de mellar la dignidad de las mujeres, y mucho menos de algunas feministas cochabambinas.

Xavier describe sobre esos amores tormentosos a los que, muchas veces, nosotros los hombres sucumbimos y que luego signan irremediablemente nuestras vidas. Que el lenguaje de Xavier no es el “elegante” y “culto” al que nos tienen acostumbrados las directrices de la academia de la lengua española (colonialista) es otra cosa. Precisamente con este lenguaje que él describe aquellas mujeres como Yoko Ono, Sahara, Frida Kahlo o María Kodama y su influencia negativa sobre aquellos célebres hombres como John Lennon, Baudelaire, Diego Rivera o Jorge Luis Borges. En todo caso, es una descripción personal que hace Xavier; pero insisto: en ningún momento hace deducciones machistas y, mucho menos, hace alusiones a la mujer cochabambina o boliviana para que ellas se sientan ofendidas y se lo acuse de misógino que personalmente es una exageración inaudita.

Mi lectura, mediatizada por mi condición de género por supuesto, del artículo de Xavier es distinta. En ese artículo Xavier muestra algunos personajes célebres masculinos como “corderitos inocentes” víctimas de las malévolas intenciones de las mujeres arpías. Acaso la cruzada de las feministas radica precisamente en lidiar con aquella “violencia simbólica” de los medios de comunicación que con una visión machista construyen el mito que la mujer es un ser pasivo e inocente, y, por lo tanto, como la engañada por los hombres. Ahora resulta que un artículo que da vuelta a la ecuación a esa representación “machista” provoca, paradójicamente, una molestia incomprensible en las feministas cochabambinas. Por favor…

Una sociedad democrática que se precie como tal no sólo debe luchar para erradicar toda violencia física y simbólica contra la mujer; sino también debe ser tolerante a las diferentes percepciones que hay en la sociedad. El machismo, el racismo y la intolerancia son males que todos(as) debemos estar comprometidos a combatir. Ahora bien, no es justo que a nombre de la dignidad de la mujer veamos espectros machistas donde no hay, aún peor, nos pueda enceguecer nuestra visión a tal punto de encaminarnos por aquellos recovecos de la intolerancia a las opiniones o, como diría el entrañable Dante Alighieri: “Ver espíritus andando entre las llamas”.

Analizando con lupa el artículo de Xavier lo más o menos grave es aquella su frase final en la que se presta de Gracián: “(soy de los que creen que) “menos mal te hará un hombre que te persiga que una mujer que te siga”. Esta frase si bien no me serviría para conquistar a ninguna mujer, no es suficiente razón para pedir la cabeza de Xavier Jordán. En todo caso, como dice Claudio Ferrufino: “No se puede pedir la destitución de alguien por haber escrito algo, a no ser que lo hiciese de forma oficial. No a la discriminación, no a la violencia contra la mujer y no a la caza de "brujas". Si quieren combatir a Xavier Jordán Arandia, combátanlo con palabras, no con la violencia del poder”.

Publicado en Puntos de vista (Los Tiempos/Cochabamba), 16/12/2011

Los callados ecos del desierto


La repentina muerte del escritor mexicano Daniel Sada, ocurrida el 18 de noviembre, transforma a su última novela, "A la vista", en el testamento poético más barroco de la literatura hispanoamericana

El escritor mexicano Daniel Sada sabía –o mejor dicho, intuía– que este año el Premio Nacional de Ciencias y Artes de su país, en la categoría Lingüística y Literatura, iba a recaer en sus manos. La ilusión que tenía de sumar su nombre a la prestigiosa lista de ganadores –entre los que se encuentran Alfonso Reyes Ochoa, Juan Rulfo, Octavio Paz, Jaime Sabines, Carlos Fuentes, Salvador Elizondo, José Emilio Pacheco, Elena Poniatowska y Carlos Monsiváis– era mucha, pero no se enteró. Estaba en la cama de un hospital, desfalleciendo a consecuencia de la diabetes y de una disfunción renal que, finalmente, apagó su vida a los 58 años de edad, justo el 18 de noviembre, horas después de que se supo que su nombre era el que ocuparía un nuevo lugar en la historia del Premio Nacional de Ciencias y Artes de México.Por todo esto, su última novela, A la vista –aunque Anagrama no tardará en publicar El lenguaje del juego, libro que alcanzó a terminar antes de que sus problemas de salud empeoraran–, se transforma en una especie de testamento literario de este notable escritor, discípulo del gran narrador y fotógrafo mexicano Juan Rulfo, a quien calificaba como “único e irrepetible”. De hecho, cuando El Observador lo entrevistó en 2009 a propósito de su libro Casi nunca, con el que obtuvo el Premio Herralde de Novela, Sada dijo que “haber tenido a Rulfo como maestro significó enfrentar el reto supremo de la literatura. Es decir, darlo todo en cada libro, huesos, sangre, carne, alma, sensibilidad, reflexión, subjetividad”.En pocas palabras, A la vista cuenta la historia de dos hombres que, tras creer que cometieron el crimen perfecto, se ven obligados a deambular por el siempre sorprendente desierto de México creado por Sada, un desierto capaz de crear ilusiones falsas o verdaderas.

Y como el deseo de huida de los mexicanos es una constante histórica, también lo es en la obra de Sada, que en esta novela muestra a dos hombres que lo único que vislumbran es que la mayor felicidad está en otra parte y no donde viven.

Dicho de otro modo, Ponciano Palma y Sixto Araiza planearon todo para despertar la codicia de don Serafín Farías, “el patrón, el explotador, ese señor que se sentía Un Hombre con mayúsculas por su poder tan absoluto sobre trabajadores tan necesitados”. Palma y Araiza le hablaron a Farías de unos terrenos muy fértiles que podría comprar por una ganga. Con Farías entusiasmado, uno de ellos fingió ser otro en el teléfono y dijo ser Idilio Villalpando, el dueño de las parcelas imaginarias, quien además dijo que Araiza era un amigo de la infancia y que bien podía llevarlo a aquellas tierras, donde finalmente Palma y Araiza mataron a tiros a Serafín Farías, ese señor que se sentía Un Hombre con mayúsculas.

Comparado por su estilo barroco con el gran poeta, narrador y ensayista cubano José Lezama Lima, quien pobló el trópico de voces increíbles como pueden apreciarse en su novela Paradiso, Sada –un apasionado del ajedrez y del béisbol, así como también de cantar norteñas y recitar poemas–, hizo lo mismo pero en el desierto, un paisaje en el que vivió durante los primeros 20 años de su vida y que, según dijo a El Observador, era su raigambre.

“Del desierto son mis padres y mis abuelos. Diciendo esto me obligo a confesar que, desde niño, tuve la sensación de que al percibir grandes espacios también se dimensionaba la posibilidad de imaginar todo cuanto me viniera a la cabeza y además experimenté un estado de inanidad que se podía llenar con lo más absurdo que se me ocurriera. Este impacto ha sido perdurable ya que, escriba lo que escriba, siempre necesito desierto, una suerte de añoranza y de saber que estoy lejos de todo lo que vale la pena”.

Para el autor de Una de dos, Juguete de nadie y otras historias, Porque parece mentira la verdad nunca se sabe y El amor es cobrizo, entre otros títulos, la literatura era la vida pero también un acopio de escenarios desconocidos que él, como escritor, debía transitar sabiendo que en ese camino iba a encontrar pantanos y valles.

“Pero la literatura es, por encima de todo, un asunto de talento y no de buenas intenciones. Lo que vale de todos los escritores no son sus pretensiones sino sus resultados”, decía Sada, y vaya si consiguió esos resultados.

Publicado en El Observador, Uruguay, 10/12/2011

Imagen: Daniel Sada

EL BUEN MONJE/BAÚL DE MAGO


Roberto Burgos Cantor

Las lealtades y las esperas en las producciones artísticas que por alguna razón hicieron un guiño al lector o al espectador, son un enigma.
¿Por qué esperamos hasta su muerte otra novela, otra puesta en escena, de Alberto Sierra? Fue un destino artístico singular. Después de esa novela plena de inocencia y ambición que se llama Dos o tres inviernos los lectores de Sierra estuvimos atentos, sin cansancio, a la que suponíamos debía seguir.
Algunos reprochan la exigencia indebida de quien pide al autor más obras. Y solucionan el asunto afirmando que hay autores de un solo libro y ese basta. El ejemplo socorrido es Juan Rulfo.Y tal vez podría agregarse a Álvaro Cepeda Samudio.
Con Eligio García Márquez hacíamos pequeñas apuestas sobre la nueva novela de Alberto Sierra. En tanto nos entreteníamos reuniendo las ediciones que de vez en vez con cambio en el color de la tapa, o poniéndole tapa dura, aparecían con sigilo de Dos o tres inviernos. La única distinta fue la que se publicó hace poco en la colección El reino errante que nos legó Jorge García Usta y hoy regenta el poeta Rómulo Bustos con un grupo de jóvenes investigadores de la Universidad de Cartagena.
Esa novela había ganado un segundo premio en un concurso departamental. El primero lo obtuvo Eutiquio Leal con una historia de un pescador que hace su oficio con dinamita. Los jurados y la entidad que auspició el concurso tuvieron el tino de publicar también el segundo.
Para una literatura que se ahogaba en las exaltaciones del ruralismo y los documentos de buena fe de la violencia, la frescura, el sentimiento contemporáneo del personaje femenino que monologa, en la novela de Sierra, constituían una sacudida y una apertura al porvenir.
La promesa estaba más en la inocencia del novelista, Sierra por ese entonces no pasaba de los 22 años, que en la pericia del juego de la estructura y el buen aprovechamiento de su amor al cine contemporáneo.
Basta observar como aparece firmado el poema La ciudad. Alberto quien es probable que lo haya leído por primera vez en el Durrell del Cuarteto de Alejandría, pone la firma del novelista. Hablé con Rómulo Bustos sobre ese detalle y no logré convencerlo de que dejara en la edición de El reino errante ese nombre que no denotaba ingenuidad sino perversión narrativa.
En los años que siguieron a Dos o tres inviernos, Sierra realizó unos espléndidos montajes en el teatro Municipal y en Las Bóvedas. Los presentaba en diciembre, en esos diciembres de Cartagena de Indias, donde foráneos de sensibilidad pasaban el fin del año. Vi al escultor Negret, después de aplaudir las funciones, decir que solo por ver el teatro de Sierra valía la pena venir a Cartagena.
Después conocí un cuento que Alberto me mandó para una antología que como tantas no se hizo.
Será arbitrario, pero a mi me hacían falta sus novelas por escribir, su teatro por exhibir, sus notas de cine. Es probable que al morir pensó en Passolini, un director de cine al que quería.
Crece la ausencia.

De El Universal, Cartagena de Indias, Colombia, 12/2011

Imagen: El escritor Alberto Sierra

Thursday, December 15, 2011

Marina Tsvetáieva, el amor y su rostro trágico


Giorgio Montefoschi

No era alta: medía un metro sesenta y tres centímetros. Era de espalda ancha, cadera estrecha y cintura menuda como la de un muchacho egipcio. Sus pasos y movimiento eran ligeros, precisos y los contenía en presencia de otros. El perfil de su rostro también era neto, preciso. Su cabello, castaño en su juventud, encaneció pronto, acentuando la luminosidad de su tez aceitunada. Sus ojos eran verde uva, sombreados por largas cejas negras. Tenía manos fuertes y amaba los objetos robustos. Sabía relatar de manera espléndida, con su voz juvenil y sonora. Espartana en sus costumbres y parca en su alimentación, no rehuía la tentación del cigarro. Cuando estaba en Rusia fumaba Papirosy. Se desvelaba y se levantaba muy temprano. Cada mañana ponía sobre su escritorio una tacita de café caliente y se ponía a trabajar como un obrero frente a su máquina. Era capaz de posponer cualquier cosa por la escritura, por la poesía. No amaba las flores, prefería las plantas silvestres y los árboles.
Este es el retrato de Marina Tsvetáieva, la gran poeta rusa nacida en 1892 y que se suicidó en 1941, que nos deja su hija Ariadna Efrón en su libro de memorias, Marina Tsvetáieva, mi madre. Es un testimonio lleno de recuerdos dolorosos en el que aparecen la Rusia revolucionaria y el exilio: el poeta Aleksandr Blok, que en la penumbra de un palacio aristocrático, rodeado de estatuas y butacas rosas, recita sus versos y los olvida, y alguien, atento, se los recuerda; madre e hija sentadas en silencio en su casa, un minuto antes de abandonar Moscú; una pareja de jóvenes en la estación desierta de Berlín secándose las lágrimas después de creer haberse despedido para siempre.

Sin embargo, hay que tomar en cuenta que las memorias de Ariadna Efrón aparecieron en la Unión Soviética nada menos que en 1975 y, por lo tanto, el lector que confíe sólo en ellas entenderá y sabrá muy poco. ¿Sabrá, por ejemplo, que Sergej Efrón, esposo de Marina y padre de Ariadna, después de haber militado en las guardias blancas y haberse refugiado en el extranjero cambió radicalmente de ideas en el exilio y trabajó para el servicio secreto ruso, involucrándose en obscuros hechos de sangre? ¿Sabrá que regresó a Rusia, pero fue arrestado en 1939 y después de un interrogatorio murió de un balazo que al parecer disparó el mismo Berija? ¿Sabrá que Ariadna, ferviente seguidora de las ideas de su padre, también fue arrestada y enviada a un lager siberiano durante ocho años y que totalmente ofuscada, después de dos años de gulag escribió a una amiga: "Lo que me sucedió es un caso único y lo que es grande, permanece grande." ¿Sabrá que su madre, desesperada, se ahorcó el 31 de agosto de 1941 en la ciudad tártara de Elabuga a la que había huido con su hijo Mur y que en sus últimos días, agotada por las promesas no cumplidas, el hospedaje negado, la indiferencia de sus colegas escritores, se había ofrecido como lavaplatos? ¿Sabrá que su cuerpo, como el de Mozart, fue arrojado a la fosa común en un cementerio de Elabuga? La respuesta es sencilla y aterradora: no.

La historia de Marina Tsvetáieva, como puede conocerse a través de su inmenso epistolario, es una de las más trágicas del siglo xx. Una historia en la que la aberración de las ideas, la destrucción de la dignidad humana —las muchas mentiras que la acompañaron y por decenios deslumbraron a Occidente ("Allí una persona se siente verdaderamente libre"), escribió André Gide—, tuvieron el mismo relieve desgarrador que el alma de esta poetisa extraordinaria, empeñada hasta el espasmo en soportar su existencia. Si es verdad que en su vida Marina Tsvetáieva encontró la revolución, la guerra, la persecución, el exilio, la miseria, el hambre, los horrores del estalinismo, el desprecio, el olvido (y para un poeta no hay nada más doloroso que el silencio), es también verdad que si ella hubiera sido libre, hubiera buscado en algún otro lugar esta inmensa fuente de dolor que el destino le había reservado en los años y travesías de sus vicisitudes: en una de esas vidas quietas, quizá de "poeta burgués" que ocultan un infinito tormento.

"Yendo por el bosque —escribió en 1923 a un joven amor—, pensaba: ¿de dónde surge en el amor ese eterno lamento del alma que me hace tanto daño, ese deseo de dolor? ¡Oh! Dios verdaderamente quiere hacer de mí una gran poeta, de otro modo no me lo quitaría todo." Era una mujer excesiva, una mujer ante la que se sentía miedo, como un amigo suyo dijo: "un judío inteligente". Desde joven pensaba que el cuerpo de otro ser humano era un muro que impedía ver su alma. Odiaba esa barrera, por lo tanto, las únicas relaciones que apreciaba eran las que sucedían en la imaginación o en el sueño y tomaban consistencia en las estupendas cartas que escribía en borrador y después pasaba en limpio. "Entreviendo una centella de posible comunicación —recuerda Ariadna— empezaba a soplar como un huracán, con tal fuerza que acababa por apagarse."

A Steiger, un joven poeta moribundo al que amaba sin haber nunca conocido, escribió: "Sepa que la apuesta en cada uno de mis juegos siempre he sido yo misma, hasta la inmortalidad de mi alma. Y siempre he perdido." Muchos años antes había escrito a otro amor, el crítico Bachrach: "Si lograra llevarle, a través de mi alma viva, en el Alma, a través de mí, en el Todo, sería feliz. Porque el Todo es mi casa." Y a Pasternak: "¡Mi querido Pasternak! La relación que prefiero es ultraterrena: el sueño. La segunda: la correspondencia. Se sueña y se escribe no cuando queremos, sino cuando tienen ganas la carta de ser escrita y el sueño de ser soñado. No amo los encuentros de la vida: uno se golpea de frente. El encuentro debe ser como un arco, más elevado." Amó a grandes poetas y a hombres desconocidos que muchas veces, por temor a las decepciones que de vez en cuando sufrió, prefirió no conocer su rostro.

Como Kafka con Felice, retrasaba o postergaba el posible encuentro. A Rilke, a quien adoraba y nunca conoció, escribió: "Reiner, se hace de noche, te amo. Un tren ulula. Los trenes son lobos. Los lobos son Rusia. No un tren, Rusia entera ulula hacia ti." Pasternak, a quien ella comparaba con Abraham o con un monte altísimo, le había escrito: "¡Qué versos estupendos escribe usted! ¡Es usted una poeta escandalosamente grande! ¡Oh! Cómo os amo Marina! Tanto como me gusta el alma... Ya llegará el día de nuestro encuentro." Marina le respondió: "Seré paciente y esperaré el encuentro como a la muerte. ¡Oh! No tema mis palabras demedidas. En cuanto a la vida con usted, ¿cómo se puede vivir con un alma en un departamento? Acerca de Aleksandr Bolk a quien veneraba, escribió: "Después de la muerte de Bolk, yo seguía encontrándolo en todos los puentes nocturnos de Moscú, sabía que vagaba por allí, que quizá me estaba esperando, que yo era su más grande amor, aunque no me conociera, el gran amor que el destino le había preservado y no se había podido realizar... porque yo no he nacido para la vida." A un joven de dieciocho años que acababa de salir del ejército bolchevique, le escribió: "Evidentemente yo puedo ser amada por jóvenes que han amado locamente a su madre y se han perdido en el mundo."

Fue madre hasta sus últimos días. A sus familiares siguió, cuidó y alimentó como un ángel. Amor y maternidad —algo que observa con inteligencia Serena Vitale—, fueron para ella una sola cosa: fue una madre rusa primordial. De sí misma decía que había pasado la vida conduciendo niños de la mano. En un poema de la serie Después la Rusia, titulado "La sibila al niño", dice: "Ven cerca de mi pecho,/ más cerca:/ nacer, pequeño, es caer en el tiempo.../ ¡Pero te levantarás! Lo que llamamos muerte/ es caer en el tiempo.../ ¿Pero te levantarás! Lo que llamamos muerte es caer —en lo alto—... La muerte, niño, es regreso." Pero en su regreso al mundo, en el que evidentemente creía, hubiera querido sólo la compañía de la palabra. "Cuando pienso en la hora de mi muerte —escribió a Pasternak—, pienso siempre: ¿La mano de quién tomaré en la mía? ¡Solamente tu mano! No quiero ni a sacerdotes ni a poetas, quiero a quien conoce las palabras sólo para mí [...]¡quiero tus palabras, Boris, para llevarlas en esa vida!"

Murió en la soledad más absoluta: todos la habían rechazado. A su hijo dejó esta nota: "Perdóname, pero seguir adelante hubiera sido peor. Estoy muy enferma. Ya no soy yo. Te quiero infinitamente. Entiéndeme: ya no podía vivir así. Dile a papá y a Alja —si lo ves— que los amé hasta el final y explícales que me encontraba en un callejón sin salida."

Traducción de Annunziata Rossi

Publicado en La Jornada Semanal/23/4/2006

Imagen: Marina Tsvetáieva